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Conocías a muchas personas creyentes de la mitología griega, religión politeísta que develaba impresionantes historias con numerosos dioses, titanes y otras criaturas asombrosas que generaban el interés del colectivo. Sin embargo, tú siempre te inclinaste por la fe en un solo Dios, asexual, perfecto, ecléctico, idílico; reinante en una utopía colmada de esponjosas nubes, almas en eterna alegría y donde nunca llegaba la oscuridad. Por eso mismo discrepabas de la opiniones ajenas cuando decían que Hawks tenía la apariencia del bello Ícaro que voló demasiado alto y terminó cayendo en picada, con sus hermosas alas derretidas por el calor del sol.

Bebiste un vaso de agua tibia que tu amigo te ofrecía, los ensayos no duraban mucho pero resultaban igual de agotadores por el esfuerzo que ponían y más aún cuando te encontrabas ensimismada en tus pensamientos que divagaban en las diferentes escenas del hombre rubio sonriéndote con esa pureza inmaculada. No, él no era un humano que soñaba rozar el cielo y descubrir lo que había más allá, escapando de un pasado turbio que solía asfixiarle en pesadillas. 

Para ti, Takami Keigo era un precioso ángel que la divinidad suprema se tomó el tiempo de esculpir con cincel y trazar esos cautivadores relieves en su piel. Era una dicha observarlo de cerca. Sintiéndote como un cartógrafo curioso por andar en las depresiones de su cuerpo y los músculos que enunciaban a voces su fuerza, la mandíbula que demostraba firmeza y los ojos con leves rasgos de ave, destacando su sagacidad, entereza y suspicacia a la hora de la batalla. Te inspiraba, encendía las fibras sensibles de tu ser y llorabas porque inevitablemente comenzaste a imaginarte una historia de romance a su lado que no sucedería.

Eras una simple estudiante, cantabas con tu banda en un bar para desahogar de la manera más sana que sabías esos sentimientos espesos que derramabas cuando no podías continuar. Secabas tus lágrimas, maquillabas tu rostro y dejabas lo que sea que te estuviese atormentando en el escenario junto a las líricas que fluían de tus labios como veneno. Aunque a veces estos no tenían que ser necesariamente negativos...

—Hey (Nombre). Creo que tu príncipe envuelto en papel aluminio te está esperando afuera —Raven te informó, señalando las alas carmesí que eran bastante obvias.

—No le hagas caso, está celoso porque nadie lo quiere. Musa lo mandó al diablo cuando vio como coqueteaba con Darcy —añadió Travis, guardando la guitarra en su estuche.

— ¡Solamente le pedía la tarea de estadística! —gruñó el mencionado con el rostro colorado de la molestia.

—Nos vemos, chicos. Cuídense —dijiste luego de reírte por el puchero del mayor. Cuando estabas en el umbral y agarraste el picaporte, te giraste hacia ellos— y no cometan ninguna idiotez mientras no estoy.

Oíste como Jimin bromeaba acerca de tu instinto maternal, pero el cerebro se te desconectó de la realidad cuando vislumbraste al héroe que vestía un atuendo relajado e informal que lo hacía ver mucho más atractivo de lo usual. Querías chillar como una fanática, a pesar de los consejos que te había dado tu hermanastra antes de propiciar su "primera cita" y lograste mantener la compostura cuando te obsequió esa deslumbrante sonrisa de dientes, acercándose para besarte la mejilla y agarrar tu mano como dos novios normales.

—No pensé que vendrías por mí, digo, como estabas muy ocupado con tu trabajo asumí que no tendrías tiempo para vernos —soltaste suavemente, caminando a su ritmo. Mirabas al frente para no caerte, aunque deseabas admirar su exquisito perfil por un largo rato.

—Así es, pero conseguí escapar por un momento, me urgía respirar aire fresco —contestó, entrelazando sus dedos con los tuyos y observándote de reojo porque le encantaba ese tierno rubor en tus cachetes— y escuchar tu voz.

La brisa sacudió los mechones sueltos de tu desordenado peinado, sintiendos los veloces latidos de tu corazón cuando confesó aquello que te enmudeció por la sorpresa. Abriste la boca como pez fuera del agua, sin saber que responder—. Llevábamos una semana sin coincidir nada más.

—Sí, lo sé —asintió, dándote la razón y de pronto detuvo sus pasos. Sujetando tus antebrazos como si fueras una muñeca de porcelana que acercó a su pecho, su perfume inundó tu olfato y suspiraste por la marea de sensaciones efervescentes en tu estómago—. Sin embargo, te extrañé. Ya me acostumbré a estar contigo, que me cantes, el sonido de tu risa, tu silencio cargado de misterio, tus manos alrededor de mi cuello cuando te abrazo, tus pequeños ojos brillando cuando te digo algo bonito, el sonrojo de tu cara cuando te halago. Estoy seguro que me estás haciendo sentir amor.

—¿Tú de verdad lo crees?

—Absolutamente sí. Es tan natural como respirar y me gusta —musitó, acariciando tu mejilla. Sus afilados orbes de oro derretido centelleaban en decisión—. Porque cambiaste mi perspectiva y ahora, solo puedo apreciar el brillante panorama que me aguarda si permaneces conmigo.

—¿Te sonará absurdo si te preguntase como es que tienes presente mis sentimientos hacia ti y la intensidad de ellos? —cuestionaste, con las cuencas vidriosas por las lágrimas que retenías. Llorarías de felicidad si decía otra cosa adorable y honesta.

—Porque me lo contaste a través de tus canciones, letras y melodías —Takami habló en voz baja, siendo iluminado por los colores rosas y púrpuras del fascinante atardecer que surcaba el horizonte.

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⏰ Última actualización: May 27, 2020 ⏰

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Future Nostalgia ↳ HawksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora