día 1: bruja au

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Correr. Correr y no mirar atrás era su regla de oro. Sin importar que, no debía mirar hacia atrás y debía seguir corriendo hasta encontrar un lugar seguro para después volver a casa. No podía dejar que la siguieran, era peligroso para ella y sus compañeras. Si la encontraban iba a morir; no solo ella, sino la mayoría de sus amigas.

A pesar de la contaste guerrilla con Italia e Inglaterra en la época, la caza de brujas no cesaba. Francisco I y la Iglesia habían sido claros:

"Una mujer que no siga el mandamiento de Dios, viva bajo la superstición y de la mano de Satán, no es digna. Cualquiera que viva para atentar contra los hombres, la naturaleza y la palabra de Dios, será considerada una bestia; y su castigo será la hoguera."

La vida de las brujas en Francia en la época era difícil. La magia era visto como una herejía y que lo ejercieran las mujeres lo agravaba.

Marinette pertenecía al grupo de brujas de París. Desde pequeña vivió bajo la tutela de su abuela, también bruja, que la educó y enseñó en el seno de la magia negra que si bien era interesante y sumamente excitante para la joven aprendiz, el poder de la magia negra acarreaba muchas coyunturas; entre ellas, la muerte.

Es así como Marinette terminó encontrándose en esa situación, corriendo por su vida por enésima vez, tratando de sobrevivir. Después de la muerte de su abuela, creó una red de jóvenes brujas que estuvieran desamparadas para poder cuidarse entre ellas, pero cada vez eran menos. La palabra del Rey y de la Iglesia eran definitivas, y los cazadores no iban a desaprovechar la oportunidad de terminar con la brujería y el legado de Satanás en el Reino.

En este entonces, la pequeña bruja corría, ya con los pulmones estallados, quedándose sin aire. Los guardias la habían visto, la tenían identificada y la estaban persiguiendo para llevarla a juicio, pero eso no importaba; de todas formas moriría, ella ya era culpable.

Aún con el corazón saliéndose del pecho escaló una muralla, como pudo, aferrándose a los últimos esfuerzos que su cuerpo estaba dando, esperando perder a los guardias. Cayó al suelo con un sonido sordo y echó a correr, sin verificar si seguían tras de ella, pero no pudo más. Se arrodilló en el suelo de manera brusca, dañándose la palma de sus manos, y trató de recuperar su aliento. No sintió pasos tras de ella, quizás ya estaba a salvo. Lo comprobó segundos después cuando no sintió a nadie a su lado, al fin podría ir a casa.

Derrotada y cansada, siguió a paso lento a su hogar, donde tenía planeado terminar con la caza de brujas que la tenía viviendo tan mal.

Con una idea rondando por su cabeza logró entrar a su casa; una pequeña carpa escondida en los pastizales del fundo de algún Señor que no pudo trabajar sus tierras, pero que para ella y sus compañeras era conveniente que no pudiese hacerlo. Entró a su carpa individual, donde tenía armado su pequeño hogar, y sentado en el suelo junto a su libro de hechizos, se encontraba su gato negro, Chat, que la miraba con ojos grandes.

"¿Qué harás?" Ningún sonido se escuchó en la habitación, pero Chat podía comunicarse con ella sin la necesidad de maullidos; la miraba curioso, era extraño ver a su compañera tan decaída pero al mismo tiempo decidida en hacer algo, eso le llamaba la atención al pequeño gato.

Después de vivir tantos años en la calle, confundido y hambriento, se encontró con Marinette, una pequeña bruja en las mismas condiciones que él. Le dio cobijo y un plato de leche fría y mucho cariño que lo mantuvo vivo hasta el presente, donde podía disfrutar de la compañía de su compañera que lo mimaba y se desvivía por él. Cada vez que ella salía su corazón de encogía pensando que algún día no volvería; le había contado sobre la caza de brujas y lo difícil que se le hacía volver a casa cada día. No quería perderla.

"Estoy cansada de que me persigan para matarme." Exclamó Marinette poniéndose de pie en busca de sus hierbas y pociones; estaba decidida a hacer que el hechizo que tenía visto hace meses funcionara, solo así podría vivir en paz.

Tomó lo necesario y se sentó en el suelo, con un caldero frente a ella. Comenzó a crear una poción que destilaba un olor a ramas secas de él, junto a humo verde. El gato negro se estiró en su lugar para luego pasear alrededor del caldero, expectante.

Marinette tomó una taza y vertió el contenido del caldero en ella, y de un solo sorbo tomó su contenido.

Chat la veía extrañado; su dueña era rara, pero confiaba en ella. La había visto innumerables veces llegar a casa cansada, afligida, incluso sangrando y mal herida, ya no quería verla así.

Su ojos se abrieron con ímpetu al ver que de un segundo a otro, un humo verde cubrió la habitación y desapareció para mostrar a una gata pelirroja frente a él.

"¿Marinette?" Chat exclamó, encogiéndose en su lugar.

"Así es, gatito." Marinette lo miraba con una sonrisa gatuna, ahora muy característica de ella, y se acercó a su compañero para refregarse en su lomo, ronroneando. "Ahora seremos dos."




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¡Hola! Este es el primer día del reto, espero les guste.

Próxima actualización: 2 de mayo.

la princesa y el gato {marichat may 2020}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora