Capítulo VIII.

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10:30pm

Juan Pablo Villamil

Dejando de lado todos los extraños sucesos de la noche, decidimos ir a cenar antes de la celebración. Optamos por un restaurante mexicano ya que siempre era la manera más rápida y sencilla de ponernos de acuerdo, en tanto a comida se trataba, claro está. La cena transcurrió con total normalidad a pesar del breve interrogatorio a María Cristina por cortesía de los chicos; aunque confieso que sí tenía un poco de curiosidad por saber más que simplemente su nombre, los problemas con su mejor amiga, y que está tomando por costumbre toparse con nosotros. Sin embargo, nos hizo un ligerísimo resumen sobre su vida, dejándonos saber unos cuantos datos sobre ella como que es de Bogotá al igual que nosotros, estudió Marketing y Comunicación Digital, está haciendo un intercambio para aprender inglés, entre otras cosas. Parecía ser una chica muy tranquila, y muy tímida también. Por un momento llegué a pensar que estaría tan incómoda que simplemente se marcharía; pero de alguna manera, me agradaba considerar que lentamente estaba soltándose con nosotros.

[...]

No solíamos ir seguido de fiesta, mucho menos cuando nos encontrábamos de gira; no obstante, al tratarse del cierre era casi que ley ir a celebrar. Escogimos un bar karaoke ya que a pesar de que acabábamos de cantar en el concierto, no éramos del plan de ir a bailar, sumándole el hecho de que como bailarines moriríamos de hambre. Fácilmente podría asegurar que lo de nosotros eran los planes más relajados; ir a sitios con buena música y buen ambiente, lugares sin ruido excesivo que no permite que las conversaciones se den, y que te toque gritar para que te puedan escuchar.

[...]

La velada avanzaba entre risas, cervezas y cócteles; y conversaciones privadas entre las chicas a las cuales no éramos bienvenidos a participar. Bien cierto era eso que decían que cuando la estás pasando a gusto, el tiempo vuela. Casi a la media noche, la conversación que estaba teniendo con los chicos fue interrumpida por la escandalosa voz del anfitrión del bar que se escuchó a través de los parlantes, informando a todos los presentes sobre una competencia improvisada de karaoke que tendría lugar en los próximos minutos y que además sería en parejas. Sin darle mucha importancia giré en dirección a mis amigos para continuar con nuestra charla, pero Simón y Martín ya se encontraban con sus novias convenciéndolas de participar; sin embargo, Laura no estaba muy segura de hacerlo. Después de una extraña, pero divertida discusión, Laura terminó aceptando y los chicos participaron en el Karaoke mientras María Cristina, Isaza y yo los apoyábamos desde nuestra mesa.

– Qué bien lo están haciendo. – escuché a María Cristina decir mientras observábamos la presentación de Nath y Simón. Sólo volteé a mirarla y asentí ante su comentario. – ¿y ustedes por qué no cantaron?

– Prefiero que mi voz descanse después de un concierto. – respondió Isaza. Acto seguido, María Cristina posó su vista en mí esperando por mi respuesta.

– Lo mismo que Isaza. – respondí sin darle tanta importancia, ganándome una mirada de incredulidad. – ¿y tú? ¿te gusta hacer karaoke?

– Me gusta, pero si me escucharas cantar probablemente saldrías corriendo y nunca más me dirigías la palabra.

– Qué dices, nadie puede ser tan mal cantante. – agregó Isaza junto con una pequeña risa provocando que María Cristina se sonrojara levemente. Justo antes de decir algo más, sacó su teléfono de la cartera y leyó detenidamente el mensaje que acababa de recibir. Definitivamente no se trataba de algo bueno por la rapidez en la que la expresión de su cara cambió de diversión a enojo.

– ¿Todo en orden? – dudé un poco al preguntar. No quería ser entrometido ni mucho menos, pero tal vez se trataba de algo grave.

– Creo que necesito tomar un poco de aire. Vuelvo en unos minutos. – informó sin siquiera darnos la oportunidad de decir algo más, saliendo del lugar como un rayo. Estaba bastante desconcertado, ¿qué acababa de ocurrir? Volteé a ver a Isaza en busca de alguna respuesta, pero éste último sólo hizo un gesto en dirección a la puerta, sugiriendo que lo mejor sería ir para asegurarme de que todo estuviera bien. Caminé hacia la salida del bar y pude divisar a María Cristina en frente del establecimiento, pero no se encontraba sola; parecía que hablaba, más bien discutía, con otra chica.

Cosas del Azar (Juan Pablo Villamil y Tú)Where stories live. Discover now