Conocerse

9 0 0
                                    

El rubio se soltó del agarre por el dolor, se alejó asustado, el lugar era oscuro y húmedo. Agitado miró al negro, o al menos en donde se suponía que estaba hasta que divisó unos ojos ámbar dorado, eran los del chico que lo miraban de manera penetrante. Se alteró más y cayó de espalda comenzando a llorar. Las velas se encendieron dejando ver a Daēr acercarse para ayudarlo, le extendió la mano siendo aceptada por el pequeño que seguía lloriqueando, lo abrazó por instinto y derramó más lágrimas.

— ¡Tengo miedo! ¡Quiero a mamá! — Se ocultó en el pecho del mayor quien le acarició el cabello comenzando a cantar levemente, era una voz tranquila y áspera. Calmado y cansado comenzó a dormir, él oji-dorado lo notó y lo sacudió — ¡Quiero dormir!

— ¡Sos un berrinchudo! ¡Ni sé por qué te traje aquí! — Empujó al pequeño haciéndolo llorar de nuevo, notó su equivocación y se acercó para abrazarlo pero el otro se alejó — Discúlpeme, no quería empujarlo — Hizo una reverencia

Carlos dejó de llorar y lo abrazó de nuevo, correspondido el abrazo se mantuvo así por un rato.

Ahora eran solo dos niños en una cabaña siendo buscados por un ejército de soldados, un esclavo y un príncipe conviviendo como si pudiesen ser amigos. De un cuarto de la cabaña apareció un hombre vistiendo una túnica de sacerdote, de rostro delgado y masculino, ojos oscuros con brillos rojos, piel aparentemente bronceada, de gran altura y complexión fornida. Se acercó a los niños logrando que solo se alejaran asustados, pues emitía un aura oscura pero delicada, como si fuese melancolía con un toque de maldad.

— Hey pequeños, no me temáis, los he escuchado y he venido a daros ayuda, no deberíais estar aquí, en un lugar tan perjudicial para ustedes

— ¡Alejese! ¡No dudaré en atacarlo si se acerca más al pequeño noble! — Gruñendo se colocó frente al rubio

— Tranquilo Daēr Samuel, por algo estoy aquí, para ayudarlos, el pequeño Carlos tiene que regresar con su familia ¿no es así noble príncipe? — Se acercó más al pequeño, inclinándose para acariciarle el cachete con su mano de seis dedos

— Suave... — El chiquillo estaba tan cansado que no notó esa extraña deformidad y simplemente abrazó la gran mano del hombre, era cálida y cómoda por lo que comenzó a dormirse en ella

Finalmente cayó dormido y fué cargado por el hombre quien lo acostó en un sofá cercano, se dirigió hacia el mayor quien aún procesaba todo, ahora que lo pensaba... ¿Por qué se dirigió a ese lugar? ¿Por qué su alteza no estaba alterado por el hecho de una mano con 6 dedos, cuando él también lo había tomado de la mano y tenía esa condición? Miró al hombre que le veía con frialdad y soberbia.

— Usted también posee una mano de seis dedos... ¿Por qué? Es usted otro monstruo... ¿No?

— Esta sociedad te mete ideas erróneas a la cabeza pequeño mocoso, y si, mis dos manos tienen seis dedos, y tú solo los tienes en una ¿Sabes por qué? — Se acercó sonriente y burlón tomando bruscamente esa pequeña mano — Porque tú tienes lo que otros no, tú puedes ver el futuro, solo el futuro, pero ahora sólo eres un niño...

— ¿Cómo puedo hacer eso...? Aparte... ¿Qué importa si soy un niño? ¡Puedo aprender!

— ¡Claro que puedes aprender! Más no sé si quieras decepcionar a tu querida... ¡Madre!

El lugar cambió convirtiéndose en una cueva oscura y húmeda, dejando solamente ver a la mujer Africana mirando con decepción y tristeza a su hijo

— ¿Madre?...

Todo volvió a la normalidad y aquel hombre lo miraba sonriente

— ¡Yo no quiero decepcionar a mi madre! No más luego de todo lo que le he hecho pasar y su sufrimiento ocultar... — Miró al suelo confundido, sus ideas lo mareaban... Pensó ¿por qué la decepcionaría si él podría ver el futuro y cambiarlo? ¿Por qué sería una decepción? ¡Sería un Milagro!

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: May 11, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El Príncipe De Los Infiernos Y Un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora