Peccatum - Taeten

2: Caminos cruzados

Corea del sur 2011

Ten

Había pasado ya un tiempo de la última vez que mi mamá me dijo que en la fiesta de la luna tenia que usar un parche en mi ojo izquierdo, nunca entendía el porque o porque siempre me lo decía y tenia que hacer caso, no entiendo bien porque mis ojos son un tan distinto de los demás ángeles. Mi ojo derecho era normal bueno, en nuestro clan era normal ver a los ángeles con los ojos dorados en la fiesta de la luna pero, si hablo de mi ojo izquierdo..es una monstruosidad eso creo, es rojo como la sangre, oscuro y brilla de una manera extraña y no logro entender.

Tengo 15 años y mamá me sigue protegiendo como si tuviera solo dos años, como si aun fuera un bebe pequeño, Jisung es menor que mi y nisiquiera lo cuida tanto, como lo hace conmigo. Es estricta, me aleja de los demás algunas veces y me acompaña a todos lados, como un chicle.

Y yo era como un explorador que nació en un cuerpo de un ángel que tiene el poder de sanar aunque mi edad es muy temprana como para poder experimentar esos poderes aun, mis ojos solo pueden cambiar de color y mi aura cambia cuando mi ser se aferra a mi pero, poderes, no, aun no. Me gustaban los días donde las tardes eran tranquilas y la paz del bosque se hacia presente a mis ojos y claro, siempre estaba en mi habitación dibujando todo lo que me llamaba la atención porque me relajaba y no me ponía triste porque mamá no me dejo ir a jugar con Hendery y mis demás amigos.

Estaba algo agotado esa misma tarde como si el sueño quisiera cerrar mis párpados y sumergirme en un sueño donde en la mañana siguiente mamá llegaría con un sartén para levantarme y mandarme al colegio sin antes decirme las palabras "sales de clases y te vienes", nunca me saco esa mueca que pone en su rostro pálido en las mañanas, es tan peculiar de una manera delicada.

Pero, de todas maneras yo era un tanto peculiar. Algunas veces cuando bajaba del autobús me perdía en el bosque para ver las lagunas que estaban cerca de casa, es como si me llamaran a verlas como si hubiera una mini voz llamandome pero, siempre que llegaba a verlas eran solitarias, el cantar de los pájaros sonaba por todos lados y con ello el aire fresco de los árboles grandes a mi alrededor. Era un secreto para mi mismo, ni Hendery que es mi amigo más cercano, sabía de ese lugar donde pasaba por lo menos dos horas después de bajar del autobús.

Amaba tantas cosas y tenia un alma un tanto extraña, todos veían las cosas de una manera y yo, de otra. Tal vez era un fastidio pero, es como soy y no podía evitarlo. Recuerdo recostarme en un tronco mientras me fundiá con la música en mis audífonos, como relajaba mis músculos y cerraba mis ojos para perderme en mi mundo imaginativo por así decir, me veía a mi mismo sanando a una planta marchita cuando obtuviera mis poderes de ángel blanco, viendo como me sonreían los lideres mientras me entregaban la marca, era como un dulce sueño al medio de mis deseos inmaduros.

Sentí como tocaron mi hombro y yo abrí mis ojos lentamente, dejando atrás mi imaginación que iba demasiado lejos como para un adolescente como yo. Lo vi ahí con una sonrisa en sus labios, con el pelo castaño desordenado, mientras los pantalones rojos brillantes lo hacían lucir limpio.

- ¿Qué haces aquí?. - moví mi espalda del tronco mientras mis huesos sonaban huecos como si no me hubiera parado hace una década.

- Valla, que directo. - lo vi sonreir, se sento a mi lado mientras escondía su mirada alegre entre sus manos.

Saque los audífonos de mis oídos y le mire con una ceja elevada, sus mejillas estaban rojas, sus manos tiritaban y su sangre olía demasiado dulce como para ser el.

- ¿Ocurre algo?. - intente sonar sereno ante lo quisiera contarme, aunque era notable.

La brisa corría lenta, el viento de la misma manera, el seguía en silencio mientras mordía su labio por encima y apretaba sus propios dedos que estaban en sus muslos. No es como si fuera un vampiro pero, su sangre venía directo a mis fosas nasales, era como un algodon de azúcar diferente a como es en otras ocasiones.