Capitulo II: un cielo para todos.

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Los días en casa suelen ser muy ruidosos, siempre es así cada que llegó de la secundaria pues mi padre y mi hermano se la viven peleados, mamá trata de apaciguar el pleito día tras día que aunque lo consigue al día siguiente es igual; la relación que llevo con ella no dista mucho de eso, por naturaleza peleamos por qué si no lave los trastes o limpie mi cuarto, es así a diario.

Ella suele ser amable y gentil cuando no la hago enojar y eso a todos agrada, pues me mima demasiado quizá hasta el punto de que mi hermano cree que soy intocable cuando ella está cerca, no lo culpo por verme así, es cierto, él no puede verme de mala manera porque mamá lo regaña, lo mismo me pasa a mi cuando yo lo miro a él de ese modo.

—Eren... Te ves feliz, paso algo hoy? —ella me miró desde el otro lado de la mesa.

Esa mesa rectangular de madera que solía limpiar día tras día, porque había regado grafito y carbón en ella. Realmente amo está mesa, tiene muchas historias que contar.

—Mamá... Alguien puede sentirse mal o bien con un dibujo? —los tres me miraron seguramente pensando: Qué hiciste ahora?!

—Qué hiciste ahora?! —el simio barbon rubio al lado mío me dió un golpe en la cabeza con la palma de la mano.

—Zeke, en la mesa están prohibidas las peleas. —la calma inagotable de papá siempre le hacía enojar, y a mamá sentirse más tranquila.— Por qué lo preguntas?

—Hijo... Todo depende de uno mismo, lo único que debes preguntarte es... Quiero que alguien sienta lo que yo? —mamá era una persona bastante sabia sin lugar a dudas.

—Eren, aunque no desees transmitirle a alguien lo que sientes dibujando, el sentimiento de el momento en el que haces las cosas quedará ahí grabado, ya sea amor, tristeza, enojo o alegría. —me deslumbraron las palabras de ambos que parecían entender bien el punto de la pregunta.

—Y ahora puedes explicar por qué, enano suicida? —me miro posando su antebrazo sobre la mesa esperando que explicará el motivo dé.

Tenía la costumbre de ponerme apodos diferentes, no solo ese. Es molesto si soy verdaderamente sincero, suele ser muy pegajoso, o sea, quiere abrazarme a veces, expresar su cariño, pero no me gusta que lo haga, siento que no es real.

—Hay una chica

—Estas enamorado?! —interrumpió cuando apenas empezaba, con una mirada y mueca bastante falsa de sorpresa.

—Zeke. —papá lo volvió a reprimir y él solo alzó los hombros.

Papá siempre es amable y tranquilo con todos, comprende bien a las personas e incluso es capaz de razonar con un niño sin gritarle, contrario a mamá.

—Ella sintió viendo mis trabajos, e incluso lloró al verlos... Lo que ella hace es impresionante, escribe tan bien que cuesta creer que lo ha escrito una chica de 15 años. —no trate de mirar a nadie en ningún momento.

Mi memoria fallaba siempre al recordar muecas de personas a las que apenas conocía, pero con ella fue distinto, no llegue a olvidar su mirada iluminada llena de lágrimas que escurrían por sus sonrojadas mejillas, sus labios enmarcaron una bella sonrisa que me es imposible olvidar.

—No todos aprecian el arte escrito o plasmado de la manera en que tú lo haces, ella habrá entendido que te ha costado hacer aquello, además no lo haces mal. —ella solía alabar siempre lo que hacía, por mucho que tardará mamá siempre decía lo mismo.

Sus palabras en un momento dejaron de tener sentido o sentimiento alguno, las sentía vacías cada que las pronunciaba, deje de ver en mamá la ilusión de las primeras veces en que le mostraba lo que hacía, empecé a preguntarme en qué momento cambio todo eso?

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