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Capítulo 2

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Nuevos conocidos

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Nuevos conocidos

Lily

Mis nudillos tocaron la puerta del departamento de Step mientras maldecía en mi interior, el chico vivía en el mismo edificio que yo, justo debajo de mi piso. Seguramente se acababa de mudar, porque jamás lo había visto, ni siquiera esta mañana, en algún punto nos encontraríamos, así que no tenía caso seguir ocultándole mi domicilio, al final lo sabría.

La puerta se abrió pasados unos segundos, la sonrisa de Step me recibió, llevaba el cabello negro alborotado y una camiseta sin mangas ajustada, marcaba sus músculos, el chico poseía un cuerpo enjuto, pero definido; decidí no prestarle demasiada atención a eso. Siendo franca, Step estaba para comérselo, sin embargo, no era mi tipo, los prefería más adultos y menos caóticos.

—Hola —besó mi mejilla de improviso, efectué una mueca, no me gustaba saludar de beso—, venga, calladita, solo estoy siendo amable.

—No seas tan amable conmigo y deja de decirme calladita —exigí, se hizo a un lado y me permitió pasar.

—¿Te ofende? —Averiguó.

—Me molesta.

—Bien, calladita se queda —siguió. Solté una larga exhalación mientras daba un recorrido a su departamento ignorando su insistencia por llevarme la contraria.

Todo estaba en orden adentro, un mueble descansaba frente a la ventana que daba directamente a la calle, debajo una alfombra oscura, no había adornos en las paredes, ni en ningún otro lugar; aún había cajas situadas en el suelo, algunas abiertas y otras cerradas, sin lugar a dudas, acababa de mudarse.

—¿Quieres algo de beber? —Preguntó amable.

—Un café, si tienes —contesté, sentándome sobre una de las dos sillas que poseía el comedor cuadrado donde sus cuadernos descansaban.

—¿Azúcar? ¿Leche?

—No —frunció el ceño—, ¿qué?

—¿Te lo tomas así?

—Así me gusta: negro y amargo.

Asintió y supe que iba a decir algo en respuesta a mi gusto, pero lo calló y se dirigió a la angosta cocina, esta se situaba frente al comedor donde me hallaba sentada, solo dividía una barra donde había platos desechables de comida ya ingerida. Mientras él venía con mi café, puse los libros que usaríamos, mi tarea ya estaba terminada desde hacía unas horas, así podía ayudarle al chico de ojos verdes azulados sin presiones.

—¿Acabas de mudarte? —Indagué solo por hacer algo de plática.

—Sí —respondió desde la cocina—, apenas ayer. Mis padres me echaron de casa, así que...

—Y llegaste justo a mi edificio —interrumpí, me miró sorprendido—, vivo en el último piso.

—Espera, ¿vives en el ático?

Lily tiene un secreto ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora