Siento las primeras gotas de lluvia en mi cabeza cuando avisto a mis enemigos. Caminan por la calle de al frente, sumidos en una plática tranquila y mundana mientras admiran los gigantescos rascacielos de la ciudad. Llevan puesto unas sencillas camisas sin mangas y unos pantalones cortos pese al frío nocturno tan común en esta época del año. Mas señales que confirman la creciente angustia dentro de mi pecho, un temor que llevo cargando desde que me indicaron mi misión. No son de por aquí.
Eso debería ser imposible, la ciudad está rodeada de enormes muros que la aíslan del resto del continente al igual que las otras grandes urbes. Nadie debería ser capaz de entrar ni de salir sin el permiso del Gran Gobernador. Violar esa sagrada Ley sería considerado una falta grave hacia los Dioses y, por lo tanto, debe ser penada con la muerte.
Aun así, estoy viendo de primera mano cómo estos dos "chicos" se divierten entre las tiendas, se alimentan de dulces y conviven jovialmente con la gente de la ciudad.
Me levanto de golpe del asiento en el que decidí detenerme a vigilar. Estoy harto de toda esa actuación, de toda la farsa que representan.
Sin detenerme a pensar, cruzo la calle con unos pasos rápidos cuando el semáforo adquiere un color verde. Los coches comienzan a moverse de forma veloz en mi dirección, así que prácticamente me pongo a correr hasta sortear los pocos metros que me separan de los chicos. En el momento en el que toco la vereda, me veo abrumado por la multitud de gente que abarrota las calles de Tehlan a estas horas de la noche. Decenas de cabezas me impiden seguir a los chicos con la mirada y, para cuando pestañeo, desaparecen entre el gentío y el bullicio de las conversaciones a mi alrededor.
Por primera vez en años, maldigo la grandeza de la ciudad.
–Dime que los tienes Milay, no pude seguirlos –muevo mi mano hacia el auricular de mi oreja izquierda e intento contactar con mi compañera.
–Dos cuadras hacia delante desde tu posición, se dirigen al barrio norte –casi al instante, escucho la aguda voz de una chica por el pequeño aparato. Debería estar posicionada en uno de los tantos edificios circundantes, pero desconozco en cual–. ¿Estás seguro de que son los correctos? ¿Y si tan solo son humanos normales? A mí no me parecen extraños...
–Es algo complicado, no fui capaz de traspasar Sinergia a ninguno de los dos –respondo agitado mientras doy empujones a los transeúntes a mi alrededor, algunos me lanzan miradas de indignación, pero las ignoro deliberadamente.
–¿Y cómo es que supiste que la rechazarían? –Milay pregunta con un tono de asombro–. ¿¡Acaso probaste con todas las personas antes de dar con ellos!?
Por un momento, la idea de engañarla cruza mi cabeza.
–Fue solo un golpe de suerte –decido responder con la verdad.
–Ya veo... –lo dice con una voz algo decepcionada, quizás empeoré todavía más la imagen que tenia de mí en su cabeza. Definitivamente, debo seguir trabajando en nuestra relación.
Corto la conexión y me concentro en buscar a los chicos entre la multitud. Para mi suerte, logro atisbar a dos personas con la piel y la cabellera de un blanco puro a unos veinte metros de mí, parecen estar absortos con los animales en exposición de una tienda de mascotas. Por un momento, veo que sus ojos expresan una excesiva admiración por un simple cachorro.
Mi estómago se revuelve, en verdad son ellos.
Son los extranjeros que hemos estado buscando desde hace semanas. Sus apariencias albinas y sus comportamientos desubicados realmente los hicieron resaltar, y el hecho de que rechazaran la Sinergia que trate de transferirles solo comprobó mi hipótesis. Si ese es el caso, debo darles caza antes de que sea demasiado tarde.
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Los Dioses No Caerán
FantasyEn un mundo asolado por criaturas abominables conocidas como "Extranjeros", nueve naciones han mantenido su prosperidad gracias a la organización de los Sincronizadores, hombres y mujeres con el poder de los Dioses a su favor. Pero cuando León, un j...