Mis ojos se encuentran abiertos, pero mi cerebro no procesa nada de lo que percibe a su alrededor. Los alaridos de la gente, las luces neón de los edificios, el sonido lejano y distante que produce la ajetreada Tehlan, la lluvia que trae consigo un frío que engulle cada poro de mi cuerpo y, finalmente, el monstruo que está a punto de despedazarme. Los elimino a todos de mi consciencia y el mundo se detiene en derredor.
Borro cada sentido, cada pensamiento, y me permito hallar el camino más fácil hacia la Sinergia de las cosas. La esencia fundamental que posibilita la existencia de los seres vivos, los elementos y hasta de la materia en sí misma, me encuentra cuando alcanzo la mayor serenidad que puedo desarrollar en esta situación.
Lo sé, porque percibo un ligero rumor que recorre mis nervios, la señal de que la conexión con mi Diosa matriarca está completa y que ahora el abanico de su Sinergia se ha abierto a mi total disposición.
Es entonces cuando pestañeo y las veo. Cadenas. Decenas de cadenas espectrales que nacen de lo profundo de mi ser y se extienden por todo el lugar buscando fuentes de poder con las que Sincronizarme. Observo como se dirigen bruscamente hacia los motores de algunos coches aparcados, así como a las cocinas que se hallan detrás de las paredes de los apartamentos. Sus figuras fantasmagóricas traspasan cualquier objeto físico al igual que simples ilusiones. Pero es lo que son, visiones, meros espejismos que solo yo soy capaz de ver.
El tenue brillo azul que emiten me indican lo hambrientas que están por conseguir calor, cenizas, chispas y fuego. Los elementos primordiales de mi Diosa, aquellos que puedo controlar y moldear a mi gusto. Se retuercen y tiran de sí mismas deseosas porque haga uso de ellas.
La más grande, brota desde el interior de mi pecho hacia un compartimiento que se encuentra en el abultado cinturón de mi pantalón. El lugar donde guardo mi arma preferida, por encima incluso de las cuchillas u otro tipo de artefactos, mi encendedor. Un perfecto manantial de Sinergia compacto y pequeño que siempre llevo conmigo, pues me permite crear la pequeña llama que necesito para incendiar hasta las cenizas al maldito frente a mí.
Con un único pensamiento, halo mentalmente esa voluminosa cadena para que mis sentidos se vinculen con ella y pueda ver, de primera mano, cómo esta transforma su tono azulado en un resplandeciente color naranja similar al de la superficie del sol. Al hacerlo, noto como una exhalación abandona mi cuerpo, llevándose con ella una parte de la fuerza y la resistencia que poseo. Cuando los huesos y músculos se me entumecen como consecuencia de la Sincronización realizada, sé que tardaran horas en recomponerse, pero es el precio que todos los Sincronizadores deben pagar si desean llevar a cabo una conexión con su Dios. Un intercambio razonable.
Bendecido por los Dioses, vuelvo a percatarme de la terrible circunstancia en la que estoy. Ese repentino golpe de realidad, me hace perder toda la concentración acumulada justo a tiempo para advertir unas colosales garras acercándose a toda velocidad. De inmediato, giro sobre mí mismo y me impulso con las piernas para volver a ponerme de pie, lo hago de manera rápida pese al golpe en la cabeza que aun nubla mis sentidos. La garra del extranjero cae sobre el lugar en el que me encontraba hace unos instantes y destruye gran parte del pavimento, el cual se reduce a escombros.
–¿Adónde crees que vas? –a cada palabra que dice, una especie de saliva oscura escapa de su "boca"-. ¡Vuelve aquí!
Entierra sus extremidades entre los escombros de la calle y da un enorme salto, listo para despellejarme. Antes de que se acerque un centímetro más, retiro el encendedor del compartimiento y genero una férvida chispa sintiendo gran excitación por lo que vendrá ahora.
–Que los Dioses juzguen tus pecados –digo sin tapujos.
Con soltura, doy la orden de que la Sinergia dentro de la llama se Incremente. Esta sigue mis designios a cambio de que otra exhalación escape por mi boca y, como resultado, la reducida flama se convierte en una exorbitante llamarada que se esparce en todas las direcciones como si de una gran explosión se tratase. El extranjero se paraliza de golpe frente al repentino calor, a la vez que levanta sus desmesurados brazos en un vano intento por protegerse de posibles quemaduras. Aprovechando la distracción, corro evitando los trozos de cemento hacia el lugar donde cayó mi cuchilla faltante, perderla sería el último de los errores que quisiera cometer con los Capitanes.
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Los Dioses No Caerán
FantasyEn un mundo asolado por criaturas abominables conocidas como "Extranjeros", nueve naciones han mantenido su prosperidad gracias a la organización de los Sincronizadores, hombres y mujeres con el poder de los Dioses a su favor. Pero cuando León, un j...