Capítulo 7

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El corazón de Elisa dio un vuelco, apretó la charola con todas sus fuerzas, tomó aire y con la mano temblorosa giró la manija de la puerta. Para su sorpresa no miró a nadie. Caminó adentrándose a lo que parecía ser... ¿un recibidor? sí, aquella habitación era tan grande que contaba con uno.

Al fondo a la derecha se encontraba una bonita chimenea moderna; en el centro dos lujosos sillones en forma de ángulo; a la izquierda un suntuoso librero incrustado a lo largo de la pared que dividía hasta cierto punto la sala de la otra pieza de la habitación.

Embobada por lo refinado de aquel lugar volvió en sí y recordó a lo que iba, caminó hacia el final de la división y dio un pequeño vistazo. De inmediato se topó con una elegante cama perfectamente tendida, luego miró más allá y ahí estaba él, inmóvil, sentado en una silla de ruedas frente a un inmenso ventanal que daba hacia el balcón.

Estuvo parada por unos segundos hasta que por fin decidió aproximarse, pero gracias a los nervios sus pasos se hicieron torpes provocando que se tropezara con ella misma. Soltó un leve gemido que captó la atención del joven.

—¿Quién está ahí? —preguntó todavía dándole la espalda.

Tragó en seco, estaba realmente asustada.

—Di-Disculpe...

—¿Qué? ¿Quién eres? —su tono era tosco y frío.

—Soy...

—¡Maldición! Te estoy haciendo una pregunta. ¿Quién-eres?

El ritmo cardiaco de Elisa aumentó de manera considerable, estaba estupefacta; la persona de Aarón expedía una esencia tensa, fría, amarga.

—Soy... Soy Elisa, su... nueva enfermera...

—¿Enfermera? ¡BIANCA! —gritó llamando a la anciana.

La joven volvió a sobresaltarse.

—¿Dónde está Bianca? ¡Bianca! —giró la silla de ruedas y movió desesperadamente los ojos y la cabeza en todas direcciones.

Entonces se percató de algo... él, era ciego.

—¡Bianca! —volvió a gritar. Su respiración sonaba entre cortada. estaba demasiado alterado.

—Joven... —se acercó dudosa e intentó calmarlo, pero cuando colocó la mano sobre su hombro este de inmediato alzó su brazo con brusquedad haciendo que la charola callera al piso, la taza se hizo añicos.

—¡LARGATE! —gritó con exasperación.

Elisa se llevó ambas manos a la boca entrando en una especie de shock y sus ojos comenzaron a llenarse de agua.

—A demás de tonta, sorda. ¿No me oyes? ¡LARGATE!

Se escucharon unos pasos apresurados entrando en la habitación.

—¿Qué está pasando? —la cara de Bianca se desfiguró al ver aquella escena.

—¡Saca a esta inepta de aquí! —gritó Aarón.

Tomo del brazo a Elisa y la sacó de la habitación. Sin poder más la chica reventó en llanto.

—¿¡En qué estabas pensando!? —le dijo enojada, mientras Elisa lloraba a cantaros—. Espérame aquí... —volvió a entrar a la habitación.

Consternada, la pelirroja se recargó en la pared. No podía creer lo que acaba de vivir. De verdad Aarón era tan terrible como lo había imaginado. Ahora entendía porque ninguna enfermera había durado más de un día trabajando ahí. Jamás había conocido a alguien como él, jamás se había sentido tan asustada con nadie en la primera impresión.

OTOÑO EN TU MIRADA © (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora