Elisa lo contempló y se llenó de misericordia. Podía ver a través de sus ojos la angustia y la desesperación, la impotencia, el miedo...
—Fue un placer... —se volvió a sentar y continuó comiendo sus churros, mientras miraba a la pareja de antes alejarse tomados de la mano—. Supe que en unos días es el cumpleaños de tu abuela... —esperó a que él dijera algo, pero no lo hizo—. ¿Piensas ir?
Aarón masticó el último pedazo de churro y cerró los ojos, pero no respondió.
—Deberías ir. No todos los días se cumplen 90 años...
—Fingiré que no escuché eso.
Sabía que él se negaría.
—Si yo fuera tu abuela, me sentiría muy feliz de que mi único nieto varón...
—Está bien. Pero vendrás conmigo.
—¿Qué? —no esperaba eso—. ¿Qué voy a hacer yo en medio de esa fiesta?
—Bueno —relamió sus labios—, entonces no iré...
—¿Me estás chantajeando?
—Tómalo como quieras.
—Aarón, ¿qué sentido tiene que yo esté ahí? Seguramente los demás se sentirían incómodos por mi presencia...
—¡Bingo! Ahora sabes cómo me siento...
Jamás se había perdido una fiesta de su abuela, era una tradición familiar. Pero ahora las cosas eran distintas. Conocía la lengua viperina de sus tías y estaba seguro de que tendrían muchas cosas que decir; más ahora que la asociación lo estaba presionando para que asumiera el cargo. Y la sorpresa sería todavía más grande, pues todos sabían que no podía caminar, pero nadie, que había perdido la vista.
—Voy a llamar a Nelson.
—¿Cómo la pasaron?
—Muy bien. Fue un buen paseo.
—Estoy impactada de cómo ha cambiado... —suspiró—. Debes recordar la primera vez que nos vimos, me sentía al borde... ya no sabía que más hacer. Pero llegaste —sonrió— y todo cambió.
—Bianca, va a hacer que me sonroje. En realidad, no hice tanto...
—Eres una gran chica, Elisa.
La joven sonrío y apoyó su mano en el hombro de la anciana.
—Y usted una gran mujer. No tiene idea de todo lo que he aprendido tan solo de mirarla.
Los ojos de Bianca comenzaron a cristalizarse.
—Dios le recompensará tanto amor y cuidados.
El día estaba por terminar y Elisa subió las escaleras por última vez para recoger los platos de la cena y ayudar a Aarón a ir a la cama. Entró a la habitación y se topó con una escena conocida: Aarón sentado frente al enorme ventanal. Solo que esta vez el ventanal estaba abierto y el viento movía sus cabellos.
Aunque ya estaba acostumbrada a verlo así, un sentimiento de compasión la embargó. Sintió unas ganas desesperadas de ayudarlo, de compartirle lo que ella tenía para salir adelante aún en medio de las situaciones más difíciles, su fe.
Recordó que cuando Jesús estuvo en la tierra, su mensaje más que palabras fueron acciones. Así que se propuso que, de ahí en adelante, se esforzaría más por regalarle a Aarón las mejores acciones que le hablaran del gran amor de Dios hacia él.
—Disculpa que interrumpa tu momento de meditación —dijo acercándose para cerrar el ventanal—. Pero ya debes ir a la cama.
Aarón no dijo nada, ni una palabra. Pero aquel no era un silencio cualquiera, se podía percibir la tristeza en el aire. Quiso preguntarle qué le pasaba, pero decidió ser prudente. Todos a veces necesitamos esa privacidad en la que nadie diga nada y se respete el silencio.
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OTOÑO EN TU MIRADA © (Libro #1)
RomanceSiempre te esfuerzas por hacer las cosas bien: mantienes tus valores en alto, eres una persona responsable, dedicada, alguien que sobresale por su excelente actitud ante la vida. Pero de pronto, te topas con circunstancias que comienzan a poner apru...