𝐃𝐎𝐒 - PANTANO

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"Hace frío fuera para estar solo, hace
calor aquí, tal vez porque estás tú".

Estaba aburrido, a aquella hora de la tarde -casi noche-, la tienda solía estar desierta, por lo que descargó alguna aplicación de juego simple para pasar el rato, que desató algo de mal humor por estancarse en uno de los niveles. Se sintió patético.

A veces era difícil, todavía tenía la aspiración de una carrera universitaria... pero no tenía lo suficiente, tanto de intelecto como de dinero para hacerlo. El independizarse de sus padres fue peor de lo que creyó con respecto al último punto, los primeros meses fuera de casa habían sido horribles, pero no era como si lo lamentara demasiado al final del día; en esa pequeña tienda de conveniencia fue donde conoció a Christopher.

Jamás podría arrepentirse de sus decisiones, pero si las cuestionaba.

Su vida lejos de sus padres fue un infierno al principio, como caer en un pozo sin fondo, hasta que se topó con ese carismático castaño -rubio en ese momento-, ahora solía girar alrededor de él todo el tiempo. Lo consideraba como su salvavidas.

De hecho, conocerlo fue lo que marco en su vida monótona el antes y después, porque todo cobro un sentido. Conceptos que no entendía y en los que poco creía fueron comprendidos por experiencia, el mayor fue su primera vez en muchos ámbitos.

A veces se sentía mal por ello, se sentía una carga, totalmente defectuoso. Chan sabía empujar lejos el sabor amargo de su boca con la dulzura de sus labios suaves tal cual un algodón de azúcar.

Tomó una cajetilla de cigarrillos de la vitrina tras suyo, pagando el monto, para salir hasta la mesa de fuera y allí pasar el rato, despejar un poco su mente de ese mar de inseguridades que lo golpeó de repente, la soledad no le sentaba bien. En el esporádico tránsito de clientes terminó cuatro de diez cigarrillo, ansioso mientras el ruido de las heladeras era irritante y le daba jaqueca. En ese instante todo era demasiado.

Su vida en ese momento le pareció un realmente asco.

Él era un asco más específicamente, que casi estaba dándole la razón a su padre cuando lo llamo fracasado; ya había pasado aproximadamente un año desde que se fue de esa horrible casa y aún seguía a la deriva, así lo sentía.

Entonces, un silbido lo sacó de sus pensamientos turbulentos como un pantano, por escucharlo tan cerca. Para cuando enfocó la mirada, tenía a un hermoso castaño de ceja cortada en cuclillas frente a él, con una bella sonrisa que se traspasó a sus propios labios sin querer. Algo que notó y cambió la expresión, más seria, que poco era creíble por sus pupilas dilatas.

Y nuevamente, por arte de magia, los brillantes ojos que lo miraban hacían que todo cobre sentido, así de facil. No estaba seguro de lo que significaba sentir tales emociones, en esa intensidad de un momento a otro, pero ese calor instalado en su pecho le daba una buena señal.

La calidez única que Chan proporcionaba era increíble, pensaba mientras sus mirada estaba conectadas, desbordando amor genuino.

“¿Qué haces aquí? Deberías estar cursando.”

Volvió a la realidad y regañó, evitando los ojos fijos ahora, acomodando los castaños mechones ondulados algo despeinados por la brisa que corría. Bajo su tacto sentía la suavidad de las hebras que desprendían un dulce aroma a contraste de la colonia tan masculina que usaba.

“El profesor avisó que faltaría y te extrañaba, así que aquí estoy”, con entusiasmo explicó, sus ojos ahora cerrados ante el disfrute de las caricias.

Oh, Dios.

“Estoy trabajando, Christopher, es inapropiado”, se limitó a decir, tirando levemente de algún mechón del cabello. Alejando sus manos del mayor luego, con las mejillas levemente sonrojadas, ya que de hecho le pareció un detalle en demasía tierno.

Escuchó un quejido infantil que lo hizo mirar atentamente a Bang, en busca de heridas, o algo por el estilo, pensando que jaló muy fuerte de su cabello. Pero consiguió un beso, fue efímero, que dejó sediento de más al rubio de mejillas abultadas, pero no pidió otro. Sabía bien lo poco que le agradaba a su mayor el gusto que dejaba el cigarrillo en su boca.

Se sintió algo mal, lo ultimo que quería era decepcionar a Chris por sus estúpidas debilidades que se prometió dejar.

“Eres tan cruel. De todas maneras, en realidad, vine por las llaves de tu piso”, bromeó, para ganar un mohín tierno que claro consiguió, seguido de un ruedo de ojos.

“Estoy pensando seriamente, Bang, en exigir la mitad del pago para la renta por todo el tiempo que pasas ahí”, contraatacó, aún así dando en mano el llavero.

“¿Acaso... acabo de escuchar la propuesta a vivir juntos?” Sin dejarlo responder, capturó sus labios de nueva cuenta, sólo que en ésta ocasión aplicando el dulce movimiento para profundizar. Sabía cómo embriagar a Seo, que por un momento se derritió entre sus brazos, dejándose llevar.

Hasta que cayó en cuenta y se separó brusco, tapando su boca algo avergonzado, sus labios se torcieron: “No lo hagas, fumé, no quiero incomodarte.”

Una sonrisa y una caricia a su mejilla se le otorgó, tan sólo eso para cortar su respiración un momento.

“Me tienes tan mal que a pesar de eso, no puedo resistir besarte, niño bonito.”

Dejó sin palabras a Seo por unos segundos ¿Qué hacía ese hombre tan perfecto con él? Esa fue la principal cuestión, tomando un momento en apreciar sus facciones con adoración.

Parpadeó cuando escuchó su risa, reaccionó.

“Sólo vete, ¡y pide la cena!” Lo último en grito al ver cómo se alejaba su bonito novio. Definitivamente lo amaba, y era tan difícil que aquella palabras no se resbalara por su lengua en ocasiones.

Entonces pensar en terminar su turno y encontrarse con una cena de comida rápida a compañía de su novio... notó que su vida no era un total asco realmente.

Que tan a la deriva no estaba.

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