Le he enviado una carta de invitación a Atelmoff para una reunión entre ambos. A pesar de que a él no le gusta ser relacionado con mi monárquica debido a que realmente es leal a Mishnock, en especial al intento de príncipe que es Denavritz, sé que no podrá rechazar mi invitación.
No sé bien cuando empecé a odiar a Stefan Denavritz, pero se puede deducir que fue cuando lo vi feliz junto a sus padres mientras yo no tenía nada y aunque sé que mi ira no la volcare contra él, si esta claro que saldrá afectado por la muerte de su familia y ningún remordimiento me acosara al verlo desecho.
Mientras camino hasta la sala del trono a impartir los castigos debidos a aquellos que han quebrantado mis leyes, observo a una jovencita delgada con cabello rojizo caminar por el pasillo.
Al parecer la vida entendió que adoro ese color y me manda solo personas con ese tono de pelo.- Disculpa, ¿tú quien eres? - Pregunto al tener la certeza que no la había visto antes en el palacio.
Viste el típico traje de las doncellas del castillo, pero estoy seguro que ese cabello no hubiese pasado desapercibido ante mis ojos.
- Luena, señor. - Responde, negándose a verme a los ojos.
- Nunca te había visto antes ¿trabajabas en otra ala del palacio?
- No, señor. - Odio que respondan con monosílabos. - Mi madre es doncella en el palacio pero no se encuentra bien de salud y he venido a reemplazarla.
- ¿Quién es tu madre?
- Eivany, majestad.
Recuerdo bien a esa mujer. En los últimos años no ha estado bajo mis servicios pero siempre le he puesto un trabajo que no suponga mucha carga.
- ¿Qué le sucede a tu madre? - Pregunto preocupado por el estima que mi madre le guardaba.
- La vejez, señor. Los años tienen su efecto.
Sopeso mis opciones en cuanto a la falta de personal. Estoy convencido que una doncella menos no hará la diferencia, pero no puedo quitar el hecho de que me importa al menos un poco la vieja Eivany.
- Dile a tu madre que no vuelva más. - Espeto sin mucho tacto. - Pero a cambio tú tendrás que reemplazarla.
- Señor, yo nunca he trabajo en labores palaciegas.
- Aprenderás. Te pondré una institutriz o algo por estilo, no quiero que Eivany se muera en uno de estos pasillos, pero tampoco puedo quedarme sin doncellas. - Miento y me sale de maravilla.
Sé que el único sustento de esa mujer es este trabajo, así que si mando a casa a ambas perderán los ingresos y no quiero que Eivany venga a trabajar si ya está entrada en vejez.
No soy muy bueno para hacer obras caritativas pero lo intento en base a mis exigencias.
La veo alejarse con una charola en la mano rumbo a la cocina, ella no se vuelve a mirarme y camina a paso seguro lejos de mi.Llego hasta la sala del trono donde 3 hombres encadenados se encuentran de pie, custodiados por un grupo reducido de guardias. Lidiar con los criminales es algo que me complace hacer.
- ¿Cuál es el delito? - Pregunto tomando asiento frente a ellos.
- Señor nosotros somos inocentes, no hemos cometido ningún delito grave. - Responde uno de los enjuiciados.
- ¿Le pregunte a usted? - Replico molesto por su falta de respeto. - ¿cuál es el delito? - Vuelvo a preguntar, esta vez mirando a un guardia.
- Viven a las afueras de la ciudad donde laboran como floristas.
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El corazón del Rey. [Rey 3]
General FictionLas huellas de un pasado doloroso persiguen al rey Magnus Lacrontte, quien ha levantado murallas para no volver a ser lastimado o traicionado, pero aún así el destino siempre encuentra una manera de burlarse de él, dejándolo en la posición menos ven...