Capítulo 12.

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Muy temprano en la mañana la oficina de correos me informó de la llegada de un sobre procedente de Cristeners. La tarjeta de invitación a la cena de ensayo de la boda de Lorian.

Ni siquiera Gretta fue capaz de hacérmela llegar. No sé hasta cuando demorará su berrinche, pero supongo que debo empezar a acostumbrarme a su distanciamiento.

Estoy en medio de la reunión del consejo de guerra con Ansel Cornualles hablando de las penurias que vive Aldous Sigourney, pero en realidad no he podido concentrarme debido a los gestos alerta que lanza Dominic Russo hacia mi.

Parece que quiere decirme algo con urgencia pero no se atreve a hablar en frente del resto del consejo.

- Creemos que Aldous o su esposa son infértiles. - Comenta el conde Cornualles.

- Recuérdeme, señor Cornualles, porque me interesa a mi la fertilidad de Sigourney. - Espeto desinteresado.

- Lo consideré importante debido a la preocupación del rey de Grencock por dejar herederos. - Explica. - Puede que descuide sus oficios de monarca. Además no se sabe si el problema es de él o de su esposa.

- No creo que el consejo se reúna para esto. Si no tiene nada importante que decir, entonces no opine.

- Bien, lo lamento. - Dice, levantando las manos en señal de derrota. - Pensé que el amor había mejorado su humor.

- ¿De qué hablas? - Cuestiono confundido.

- La señorita Vanir Etheldret. - Espeta. - La semana pasada la conocí después de salir de una reunión del consejo.

- Y... ¿debo felicitarlo por ello?

- Tiene usted una pareja maravillosa.

- Sé bien lo que escojo. - Repongo con aburrimiento.

- Se mostró realmente amable.

- No me interesa hablar de ella en estos momentos. - Reitero sin interés. - Y si no hay nada más que hablar doy por terminada la reunión.

- No pretendía ofenderlo, majestad.

- No lo haces. - Arguyo rápidamente. - Pero es mejor que dejes de hablar ahora mismo.

Le indico la salida a todos los asistentes, dejando solo al barón Russo en el recinto. Él se mantiene inquieto en su lugar mientras los demás caminan lejos de nosotros.

- Majestad. - Inicia, caminando hacía mi. - Hay algo que considere urgente informar.

- Pues habla de una vez o ¿debo preguntar?

- Mishnock esta a punto de caer en quiebra.

Reprimo la alegría que me causa aquella noticia. Hace tanto tiempo que esperaba que algo así ocurriera. Es decir, Mishnock sobrevive con lo justo y tarde o temprano la guerra los sumiria en la miseria.

Sus aliados son mercaderes y grandes hombres de negocios dentro de la nación y aunque en un principio pudieron costear la guerra, yo sabía que no gastarían todo su patrimonio en el arte de la batalla.

- Eso no es todo. - Agrega con un atisbo de preocupación. - Están buscando aliados fuera de Mishnock y creo que ya lo encontraron.

- ¿De quién se trata? - Pregunto, dispuesto a acabar con quien sea que se trate.

- Cristeners, señor. Los reyes Wifantere.

Esto tiene que ser una maldita broma.
Sabía que esa familia no era de fiar, pues mientras meten a Lerentia por mis ojos, van y ayudan a mi enemigo. Me siento grandemente decepcionado.

El corazón del Rey. [Rey 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora