Capítulo 3

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Pasaron unos meses y William aún no regresaba a la mansión, y por más que trataba de convencerlo que era suficiente, que era tiempo de regresar y que podía agradecerle a la persona que lo cuidó durante su amnesia de otra forma que no fuera quedándose más tiempo a su lado, él no contestaba nada.

Lo notaba más serio conmigo pero al mismo tiempo de vez en cuando, mientras estaba sumido en sus pensamientos, podía observar como sus ojos comenzaban a brillar con un brillo que jamás había visto en él. Yo conocía ese brillo, en algún lugar lo había visto antes, y un buen día recordé de repente en dónde: era el mismo brillo que tenían los ojos de Anthony después de conocer a Candice... ¡No podía ser!, ¿acaso William se había enamorado de alguien?, y si era así, ¿de quién?

La suerte de la familia dio otro vuelco cuando recibimos ese horrendo telegrama desde Francia, Stear, ¡mi querido Stear había muerto!. William estaba en la mansión cuando nos dieron la noticia y fue él quien me sostuvo mientras sentía como el piso se abría debajo de mis pies.

Solo la familia y los amigos más cercanos asistieron al funeral de Alistair, que se llevó a cabo aún sin haber recibido sus restos desde Francia. William también estuvo ahí, a lo lejos y disfrazado porque aún no lo habíamos presentado oficialmente como el patriarca de la familia. Candice asistió a la misa, porque la entrada a la iglesia no se le niega a nadie, pero yo no iba a permitir que alguien como ella, de reputación manchada, estuviera al lado de nuestra ilustre familia en el funeral como si fuera una más de nosotros. William puso el grito en el cielo cuando se enteró, pero ya estaba hecho. Yo esperaba que al menos esta vez recapacitara y le quitara de una vez por todas el apellido que años atrás le había otorgado, y que a mi parecer, le quedaba muy grande a esa mujerzuela...  ¡Qué se quedara con el hombre con el que vivía!, quien de seguro era de su misma clase.

Por fin, un día frío de invierno William regresó a la mansión, muchos meses después de lo que nos había prometido. Llegó cabizbajo y pensativo, y cuando me saludó cortésmente regalándome una de sus hermosas sonrisas, me di cuenta de inmediato que la luz que había visto brillar en sus ojos durante meses, estaba ahora cubierta por un dejo de tristeza. En ese momento me pregunté si la persona que había cuidado de él todo ese tiempo era en realidad un amigo hombre, o una mujer mayor como yo lo había dado por sentado, y comencé a pensar que tal vez podría ser una mujer joven, y que tal vez él en medio de su amnesia se había enamorado perdidamente de ella.

Cuando quise preguntarle al respecto, él solo sonrió forzadamente y me contestó:

- Tía, por favor, no quiero hablar de ello, si me disculpa me retiro a descansar a mi habitación.

Era obvio que el tema estaba cerrado para mí, y cuando quise indagar con George si él sabía algo al respecto fue tan críptico como mi sobrino, o más. Era por demás obvio que George sabía algo, ya sea porque William se lo dijo o porque él llegó a la conclusión por su cuenta; lo único que acertó a decirme fue que no, William no se había comprometido con nadie durante su amnesia y que seguía siendo libre, al menos en el sentido más estricto de la palabra. Yo respiré de alivio y recé para que si era como temía, y William estaba enamorado de esa persona, hubiera tenido la frialdad suficiente para cortar todo de tajo; a fin de cuentas él se debía a su familia y si esa mujer no era de nuestra clase, como imaginaba era el caso, sería mejor que la olvidara.

Me dolería ver a mi sobrino sufrir, pero lo último que quería era una repetición de la historia de Rosemary y Vincent Brown... y conociendo a William y su carácter inamovible, si ese era el caso y realmente estaba enamorado y decidido, no habría poder humano que lo convenciera de desistir. Yo por mi cuenta, por más agradecida que le estuviera a quien quiera que hubiera cuidado de él, aún albergaba la esperanza de que fuera una mujer mayor o un joven amigo.

El príncipe y la niña huérfanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora