La gran sorpresa.

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        Sin duda alguna, ese castillo que el palacio albergaba era la arquitectura más hermosa que Mike jamás había visto en sus pieles a lo largo de su trágica y corta vida. En su interior, era todavía más lujoso que por fuera. Por dentro todo tenía un color muy pálido y luminoso. Al entrar al castillo, lo primero que se podía observar era el largo y amplio pasillo principal del mismo. Tenía una alfombra roja que cubría todo el pavimento, las paredes eran blancas con adornos góticos que le daban la sensación de estar en el mismísimo hogar de dios. En las paredes habían cuadros con un arte abstracto que ningún humano jamás podría llegar a entender. No había luz, pero de una alguna forma inexplicable todo se veía claro, como si unos focos enormes y potentes estuvieran sobre el a lo largo de todo el pasillo. A los lados, tenía puertas de lo que parecía ser metal, con más adornos de lo que también parecía ser oro, diamante y entre otros materiales que el ni siquiera conocía. El pasillo era tan largo, que la puerta final se veía como un simple punto a lo lejos. Después de un cuarto de hora silencioso e incómodo caminando, sintiendo tras suya la notable y espeluznante presencia del mayordomo, llegaron a la puerta y Mike se paró. El mayordomo pasó por al lado suya, con intenciones de abrirle la puerta:

    -Prepárate para confesar, trozo de escoria. No muchos tienen el privilegio de verlo en persona. Al menos no como tú. - dijo el mayordomo mientras ponía la mano en el picaporte de la puerta y la abría como si no tuviera otro remedio.

- ¿Donde me llevas y quién me espera?

-Deja de hacer preguntas o no seré yo quien tenga las intenciones de aniquilarte. Pasa, estúpido. Entra.

          Con mucha confusión, Mike pasó por la puerta y lo que vió lo dejó alucinado. La sala parecía una biblioteca, una biblioteca masiva. La sala era tan alta, que si alzaba la cabeza no llegaba a ver el techo. Solo veía la continuación de las estanterías llenas de libros que parecían ser mileniales, desvaneciéndose a las alturas . Justo a treinta o cuarenta metros, pudo ver un trono de un color negro muy oscuro, pero en la sala no había nadie, solo un silencio aterrador. Mike dio media vuelta y se percató de que el mayordomo esta vez no estaba con el, esto más que apaciguarlo, lo enervó todavía más. Pero el, muy curioso, decidió seguir caminando y se metió por uno de los muchos pasillos entre tantas estanterías, como si fuera en busca de alguna buena lectura, pero él seguía horrorizado. Cada vez notaba más cerca una presencia terrible, lo sentía hasta en los tuétanos. En un ataque de nervios, corrió hasta el pasillo principal de la sala el cual separaba las dos secciones de la biblioteca. 

         En el gran trono había sentado un cuerpo humanoide muy grande, vestido con una túnica oscura pero dejando ver sus brazos y manos. Llevaba una capucha y hacía imposible la visión de su rostro. Se veían unos cuernos, la capucha tenía dos agujeros arriba para que pudieran verse cómodamente. La piel de ese ser era totalmente gris clara, y desde los dedos hasta antes del codo, era totalmente negra. Se diferenciaba en un difuminado de negro a gris. Sus uñas eran perfectas, largas y negras como las manos, las cuales eran venosas. Las venas se veían porque tenían un color púrpura. Antes de el poder siquiera reaccionar, el ser se levantó y acercándose a el, habló:

- Hola Mike. Siento la dureza del mayordomo, así está entrenado. Te doy de nuevo la bienvenida a mi hogar. - dijo alzando la mano como gesto de amabilidad. - No quiero que te sientas asustado ni confuso. Tus dudas serán aclaradas en el transcurso de nuestra conversación. Estás aquí por varios motivos. Yo soy Vülverkrass, puedes verme en este cuerpo para familiarizarme mejor contigo. Te garantizo que si me vieras en mi estado y forma original, no podríamos mantener una conversación normal y civilizada.

        Se notaba de lejos que Vülverkrass era un demonio infinitamente inteligente, con una consciencia, moral y ética muchísimo más superior que la de cualquier ser humano. Mike le miró asustado, se arrodilló, y respondió:

- Lo siento muchísimo por hurgar en su biblioteca sin permiso, mi Lord. Perdóneme la vida, se lo suplico. - dijo con un tono desesperado.

- No seas iluso, Mike. Si me hubieras molestado ya estarías de vuelta en lo que llamas "tu hogar", pudriéndote entre tus actos pasados. Te he traído aquí para zanjar asuntos pendientes.

LA LLAMADA DEL INFINITODonde viven las historias. Descúbrelo ahora