Una llamada desde otra realidad.

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            El pobre Mike pensó durante un instante en todas las horribles cosas que hizo en su vida, más especificamente en el brutal y sádico sacrificio de su madre y su hermanito en el ritual que hizo para encontrar a su padre y así poder asesinarlo para acabar con esa intranquilidad de su conciencia. Hizo un pacto con un demonio llamado Vülverkrass, un demonio anónimo de altisimo rango en la dimensión abismal, el cual tenía en su poder la capacidad de cambiar el espacio y el tiempo, viajar entre dimensiones, crear realidades y universos alternativos a sus anchas y hasta incluso cambiar la realidad actual sin romper ninguna regla de las ya predeterminadas en la existencia del todo. El mismo podría hacer que se te salieran las tripas por el ombligo junto a un maravilloso espectáculo de danzas con tus sesos y sangre, solo con la mente. Una mente y una consciencia muchísimo más allá del insignificante entendimiento humano. Después de tener la mente en blanco delante de lo que iba a ser una entrada a un lugar que le iba a revelar todas las dudas existenciales que ha tenido en su pobre y mísera vida, reaccionó. Lentamente acercó el cuerpo y metió media cabeza en el portal y lo que vió no fué nada más y nada menos que el mismísimo infierno. 

          Se dió cuenta de que la sala anterior no era más que una sala de espera. La sala de espera a la experiencia más aterradora, espectacular e inverosímil. Parecía una cueva colosal y masiva, con kilómetros de altura y anchura, con cascadas de lava salientes de las lejanas paredes que parecían rocas que sobresalen de las colinas en el planeta tierra. Había estructuras que parecían ser palacios a lo lejos. Se podían visualizar a lo lejos rocas flotantes enormes de las que caian cascadas de magma, con castillos formados por huesos en su parte solida. Entre las estructuras en las lejanías había una gran niebla espesa color granate que no dejaba ver la real imagen del mismísimo infierno, debía seguir adentrándose. El pavimento estaba recubierto por pequeñas piedrecitas negras preciosas que parecían gemas de elixir. Decidió dar el primer paso y se percató de que esas piedras eran realmente escarabajos por el típico ruido que suena al pisar un insecto con caparazón duro. Afortunadamente, parecían disecados o muertos. Mike odiaba los escarabajos por experiencias traumáticas. Siguió caminando entre esas terribles y horroríficas plataformas de tierra color rojo granate, hasta llegar a una gran puerta que, como el pensó, debía medir unos 30 metros de alto y 20 de ancho. Una puerta llena de adornos diabólicos y repugnantes. Cuando se fijó en ese arte infernal, no pudo sentir nada más que un temblor visceral; las puertas eran rejas cúbicas rectangulares, que en sí llevaban una cantidad innumerable de cuerpos vacíos, sus almas eran víctimas de la penitencia, tortura y sufrimiento en otra remota parte de ese paraíso. Cuerpos de infantes y madres embarazadas, descuartizados. Muchos de esos cuerpos empalados en los barrotes de las puertas por sus partes íntimas. Las vísceras de dichos cuerpos se resbalaban entre ellos, sus tripas se asomaban por los cortes profundos que tenían entre la parte del abdomen y el pecho, algunas hasta salían de las mismas partes inferiores, por la boca u ojos. 

               Sorprendentemente las puertas se abrieron por arte de magia, o almenos es lo que pensó Mike. Echó a correr bastantes metros hacia atrás, lo suficiente para no ver de cerca los cuerpos en plena tortura. El sonido de las puertas junto con los llantos y gemidos de dichos cuerpos formaban una sinfonía trágica y tétrica, capaz de hacer llorar al más fuerte. Las puertas estuvieron unos tres minutos a abrirse de par en par. Mike tardó diez en procesar aquella escena. Después de esos eternos diez minutos (aproximadamente) boquiabierto, pasmado, con el rostro de haber visto a toda su familia morir aplastada por prensas hidráulicas lentamente, decidió caminar. Tras esas puertas se encontraba el gran Palacio de Vülverkrass. Empezaba a pensar que algo o alguien lo había mandado ahí apropósito. Se podía ver un camino largo de una arena negra con un toque rojo oscuro, a los lados unas baldosas hechas de un cuarzo más blanco que el papel, y más lejos, se veía un castillo indescriptiblemente hermoso. No parecía infernal, parecía el mismísimo castillo de Dios. A los lados, en los jardines, habían hermosos árboles con ojas rojas, un rojo muy vivo, tan vivo que le causaban dolor en las retinas a Mike. Decidió entrar en el castillo, un mayordomo le estaba esperando en la entrada. Parecía una persona normal, estaba vestido con un traje igual de blanco que las baldosas, una corbata negra y una camisa interior roja.

- Bienvenido, Mike. - le dijo mientras le habría las puertas, que como las anteriores, eran enormes, pero esta vez estas puertas eran preciosas.

- Donde estoy y quién eres tú?

- Estás en el infierno, puto imbécil. ¿Enserio no te habías dado cuenta? - le dijo el mayordomo con tono sarcástico y con una expresión de asco y superioridad.

- Entra, antes de que te arranque las dos cabezas y se las dé a los dragones para comer.

Mike se quedó en un silencio que daba a entender que estaba aterrado. Entró en el maravilloso castillo poco a poco. El mayordomo le dió una palmada en el culo para que caminase más rápido. Mike camina y el misterioso mayordomo va con el.

LA LLAMADA DEL INFINITODonde viven las historias. Descúbrelo ahora