VIII

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─¡Auron! ¿Estás bien?.─ los golpes en la puerta que estaba dando su amigo no hacían más que marearlo, necesitaba hacer algo ya, la presencia de Fargan no ayudaba.

─Perfecto, algo que me cayó mal, seguro.─ mencionó tratando de no volver a potar.

Lavo varias veces su boca, alejando el mal sabor de ella e intentando trazar un buen plan en menos de 5 minutos.
Salió con una idea en mente.

─¿Qué preparas?.─ cuestionó con amabilidad.

─Estofado, esperemos no te caiga mal.─ su amigo se veía preocupado, una puñalada de culpabilidad lo atacó, intento ignorar sus sentimientos contradictorios.

─Gracias y esperemos.─ tomo una sudadera de la mesa y rápidamente fue a la puerta.─ voy a comprar medicamento, ahora vuelvo.─ tenía que salir lo más rápido posible pero su compañero era veloz.

─Te acompaño.─ Fargan ya estaba en la puerta.

─No hace falta, estoy perfecto... aparte me gustaría llegar a comer directamente, me medico en el camino y como llegando ¿si?.─ hizo un puchero con los labios.

─Joder macho, como una madre gallina soy ahora, vete, estas grandecito, cuando llegues el estofado está listo.─ subió al coche y tiro la sudadera a su lado.─ ¡Y ponte eso! Esta frío.

Rodó los ojos con diversión e hizo caso a la orden, queriendo alejarse lo más rápido.

Estaba atardeciendo ya, gracias a los dioses había salido antes de que Alex llegara.
Manejo directamente a su destino, una vieja y pequeña casa en las afueras de la ciudad, un lugar casi tan frío como su ahora húmeda casa.

Cuando por fin llegó a su destino, con el coche lleno de lodo y el viento golpeando los árboles cercanos, bajo.
No podía ver señal de vida en el lugar que yacía sólo y ante el gran pantano, sentía el suelo inestable debajo de su calzado, camino más lento, subió las cortas escaleras de dos en dos y ante la tan mencionada roñosa puerta, tocó.

─Ya era hora...─ saltó hacía el inicio de las escaleras al darse cuenta de que la entrecortada voz se escuchó a su lado─ entra.

Con más dudas que al princpio, abrió la puerta.

Una señora a la cual no le podía apreciar el rostro se mantenía sentada ante una pequeña mesa con dos sillas, apenas iluminada, al fondo de la casa la cual parecía no tener más lugares con algo en la habitación, estaba vacía, ni un mueble o cuadro en las paredes.

─Raúl... llegas tarde.─ comentó tranquilamente la anciana de cabellos largos.

─Y-yo no... no sabía que tenía que venir.─ se acercó lentamente cuando la señora le hizo una señal con la mano, tomando asiento.

─Y yo lo entiendo pequeño niño pero no tienes todo el tiempo del mundo que digamos.─ no podía ver la sonrisa que seguramente tenía, le bastaba con la voz burlona.

─¿Por qué tengo que estar aquí?.─ no sabía exactamente a donde llevar la conversación, se veía que no le diría lo que quería saber exactamente de buenas a primeras.

─Eso ya lo sabes tú... Siempre lo supiste pero hasta ahora tuviste el valor de poner un pie aquí... aunque te recalco, tarde.─ la respuesta lo hizo sentir incómodo, ¿hasta dónde llega la habilidad de esta bruja?.─ te sorprendería... y por favor, dime Cirse.

─¿Qué pasó esa noche?.─ no le servía de nada esconderse o evitarla, estaba en sus terrenos y parecía tener el control total.

─Oh... tú lo sabes mejor que nadie, ¿no? ¡Con tus sucios actos! Lastimando el pobre corazón de un pequeño castaño.─ lo que creyó al parecer era cierto, las palabras calaron en él.─ con lágrimas en los ojos vino a pedir ayuda... yo y mi asistente estuvimos sumamente sorprendidas, ya nadie nos quería.

La señora se puso de pie con una rapidez impropia para su edad.

─¿Asistente?.─ preguntó en un susurro.

─Mi pequeña asistente, te sorprendería saber dónde está... en fin, le concedimos el deseo que su corazón albergaba... olvidar y comenzar de nuevo, antes de que toda la angustia invadiera su corazón, antes de que siquiera considerara estar al lado de... sus sentimientos fueron guardados, reprimidos... oh pero el inocente Luzu aún confiaba en que las cosas podrían cambiar, dispuesto a pasar por el dolor de nuevo... por ti, te castigo y cada día mojaras tus hombros con lágrimas propias y ajenas... hasta que tengas el valor de hacer lo que realmente quieres.─ la bruja se movía de lado a lado, inquietandolo.

Luzu estaba triste por su culpa y lo castigó, ahora es feliz y él tiene lo que merece, perfecto.

Perdido en sus pensamientos y bajo la capucha no pudo notar que Cirse rodó los ojos.

─Tienes poco tiempo, demasiado poco... la maldición no tiene mucho ¿cierto? Si no haces algo antes de que como agua las horas se escurran entre tus dedos... tu castigo será eterno y te seguirá a donde vayas.─ Cirse volvió a tomar su asiento, tranquila.─ contrario a lo que piensan todos, no somos tan malas muchacho... a menos de que nos lo pidan, el trabajo que nos pidió tu amado era algo puro y lleno de dolor, sí, pero sin malicia... no arruines las cosas, lo peor que puedes hacer es no hacer nada.

Una pequeña sonrisa resignada se colocó en su rostro.

─Ahora pagame y vete a salvar tu tonto trasero.─ le extendió una numerosa cuenta, se preguntó cuanto había pagado Luzu por esto.─ el castaño no pagó nada, el que lo tiene que hacer es el afectado, como su palabra lo dice.

Una carcajada salió de los arrugados labios de la mítica bruja, haciéndole expresar una mueca, sacó el dinero y salió de la casa lo más rápido que pudo.

El móvil que estaba silenciado tenía demasiadas llamadas perdidas, no contestó ninguna y fue directo al contacto de Luzu, dudando.

En el carro aparcado aún en las lodosas tierras tomó la decisión.

No quería que Luzu sufriera, nunca más.

El castaño había decidido que está sería su vida a partir de ahora y probablemente lo merecía, no sólo por enrollarse con la chica que nisiquiera recordaba de nombre o cara, si no por no afrontar las cosas cuando tenía la oportunidad, era un cobarde.

Luzu estaba casado y aún sin verlo, probablemente estaba feliz, no lo necesitaba.

Luzu fue su primavera, le dio demasiada felicidad el tiempo que duró, lo hizo sentir cálido... pero él era invierno para Luzu, frío e insípido.

Permitirá que Luzu viva en una eterna primavera, alejado de él, mientras sus sentimientos permanecen congelados por siempre, el frío de su casa y los amargos recuerdos serán lo único que le quedará con el tiempo, lo dejará ser feliz mientras todo lo que fue fenece bajo la eterna lluvia.

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Auron el sacrificado, F.

Tempesta D'amore                                               ๛Luzuplay•.°✦ •.°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora