Capítulo 4: Encuentro

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Al principio creyeron que se trataba de un simple animal atropellado; aquello tenía más sentido que haber dado con alguien en un lugar tan inhóspito como el desierto en el que se encontraban de paso

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Al principio creyeron que se trataba de un simple animal atropellado; aquello tenía más sentido que haber dado con alguien en un lugar tan inhóspito como el desierto en el que se encontraban de paso. Sin embargo, al aproximarse más a la zona donde se hallaba el cuerpo, se percataron de que en realidad era algo diferente y mucho más escalofriante de lo que habían estimado en un primer momento...

— ¡Dios mío!... ¡Pero si es un niño!

El alarido angustiado de una mujer resonó tras los cristales del imponente todoterreno que se había detenido ante el cuerpo inerte del muchacho. Una voz masculina le contestó contagiada por la misma preocupación, también desde el interior del coche.

— ¿Ves?, ¡te lo dije, Ann!

No lo dudaron un solo instante. Al ver la desgarradora escena que tenían ante los ojos, los dos bajaron a toda prisa del vehículo para atender a la víctima.

Vincent se encontraba totalmente inmóvil; había perdido el control de su cuerpo por completo. En cualquier otra circunstancia se hubiese mostrado cauteloso ante la presencia de un par de extraños, pero en aquella ocasión, la fiebre y el hambre habían hecho que su cuerpo cruzase el umbral de la extenuación. A su vista todo era un delirio repleto de sombras danzantes; ni siquiera era capaz de discernir las palabras que intercambiaban los desconocidos, sólo escuchaba un par de voces distorsionadas y engullidas por el agobiante zumbido que le saturaba la cabeza. El aturdimiento por la paliza y el largo periodo de inanición le habían sumido en un profundo estado de sopor del que creía que jamás conseguiría escapar.

Pudo averiguar el sonido de unos pasos acelerados y pesados a su alrededor. No tardó en notar cómo uno de los individuos acortaba distancia y se situaba a escasos centímetros de su cara. De forma repentina, y sin previo aviso, sintió el tacto de una mano cálida al posarse sobre su cuello dolorido; aquel contacto le aterrorizaba, pero no podía mover un solo músculo en respuesta...

— ¡Tiene pulso! —anunció la voz masculina sin abandonar el desasosiego—. ¡Todavía respira!

— Ha debido atropellarle un coche... ¡Qué horror! —sollozó la mujer sin poder contener su desconsuelo—. ¡Voy a llamar a emergencias!

— ¡No hay tiempo que perder, cariño!, ¡trae mi botiquín! —ordenó el hombre en tono autoritario, como si quisiera hacerla reaccionar—. Aquí no hay cobertura.

La chica asintió decidida y se dirigió sin vacilar al maletero del vehículo para cumplir con sus exigencias. Por la soltura con la que se desenvolvían, denotaba que no era la primera vez que se enfrentaban a una situación tan extrema; daba la sensación de que ambos tenían una formación médica más que suficiente a la hora de intervenir en ese tipo de incidentes.

— Tranquilo, pequeño. Todo va a ir bien... —dijo en tono calmado

Para el niño únicamente había siluetas confusas y voces casi tan lejanas como entrecortadas. Ni siquiera era consciente de las "aparentes" buenas intenciones de aquella pareja de desconocidos que se había detenido a asistirle. Solamente rezaba por lograr recuperar el control cuanto antes; necesitaba ser capaz de reaccionar para no quedar indefenso ante extraños.

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