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JiSung respiró unas seis veces más rápido de lo normal, a los ojos de la pequeña niña que era vecina de MinHo, parecía un pez fuera del agua. SuA estaba a punto de llamar a una ambulancia por si acaso ese hombre estuviese ahogándose con el aire. Raro. Las manos del rubio temblaron al sostener la llave de repuesto que MinHo le había dado para que entrara cuando quisiera; no estaba listo, probablemente jamás lo estaría. Esperó como idiota unos diez minutos fuera de la casa, rogando a los cielos que le brindaran el poder para ser capaz de afrontar a su mejor amigo sin la culpa carcomiéndolo.

—Aquí vamos—inhaló hondo, metiendo la llave y abriendo la puerta. Listo, no existía una vuelta atrás. Cerró con cuidado, dando unos pasos camino a la escalera, viendo claramente la nota que los padres de MinHo dejaron antes de irse. Uh, SoMi no mentía.

Paso a paso avanzó, despacito como Luis Fonsi le enseñó en aquella melodía pegajosa. Tenía miedo, sí, miedo a lo que su corazón pudiera demostrar. Estaba asustado, él no sólo quería a Lee MinHo como a un hermano. Había algo más, tardó semanas en comprenderlo. Joder, se enamoró de su mejor amigo, de ese niño que cuidó desde pequeño, del chico con quien compartió las experiencias más maravillosas. Le gustaba un hombre, amaba al que tenía de novia a SoMi.

Eso era malo en muchos sentidos.

No fue consciente de cuánto tiempo estuvo frente a la habitación de MinHo, negó varias veces con la cabeza antes de tocar suavemente. Escuchó un ruido fuerte, algo parecido a cuando una lámpara se cae y se quiebra. «¡Oh, no, ya se murió!» Sin medir las consecuencias, entró de golpe, parándose en seco al ver como MinHo estaba enrollado. Sí, enrollado. Colchas envolvían el cuerpo del mayor, una tira rosa tapándole la boca, los ojos abiertos de par en par añadiendo unos dibujos en forma de gotas hechos en sus mejillas.

—Hyung… —habló desconcertado—. Oye, tú- ¡Wah!

Cayendo de trompa al suelo, el rubio miró hacia la puerta; SoMi mostró una sonrisa perturbadora.

—Oh, Sung, ahí los dejo para que resuelvan sus problemas. Adiós.

—¡No, espera!—La puerta fue cerrada, claramente se distinguió el sonido del seguro puesto—. ¡Mierda!

JiSung se lanzó al suelo con frustración, rodó de un lado a otro mientras sollozaba sobrepasado por todo. Fue un completo idiota al caer en aquella trampa. Santa papaya,  incluso MinHo se había prestado para eso.

—Eres un imbécil—gruñó al borde de un colapso nervioso, gateando hasta su mejor amigo, tumbándolo al jalar de las sábanas que rodeaban su cuerpo—. Vas a pagar, Hyung… Con Han JiSung no se juega, tarado.

MinHo se alarmó, no podía moverse, no podía hablar. ¡No podía hacer nada! Gimió del dolor al sentir su trasero estrellarse contra el suelo, estaba totalmente extendido a lo largo del mismo. JiSung rió, ahí veía un sushi en vez de un humano.

«Cómetelo, anda»  Esa voz lo perturbó.

Lentamente fue subiéndose encima del sushi castaño, inclinó la cabeza con una expresión inocente reflejada en su rostro. Sus manos viajaron al rostro del rubio, delineando cada parte de la misma, sus dedos hormigueaban, o al menos así lo sintió MinHo, quien cerró los ojos para disfrutar de la suave caricia que ejercían los dedos de su amigo sobre él. Sintió una respiración lenta chocando contra su rostro, abrió un poco los ojos para ver de cerca a JiSung; las frentes de ambos chocaron, sus narices se rozaban. Aguantó la respiración cuando el toque fue hacia el lóbulo de su oreja, le gustaba, causaba un extraño cosquilleo en él.

De pronto recordó una situación que lo hizo pestañear, la vulnerabilidad presente durante unos segundos.

Para MinHo no existía cosa más hermosa que ver directamente a los ojos de JiSung, poder distinguir la forma en la que el iris café se dilataba hasta cambiar a un color más amarillento. El brillo que parecía reflejar todo lo que guardaba su corazón. Pureza. Honestidad. Sueños. Anhelos. Amor.

Simplemente perfecto.

La tela fue removida minutos después, MinHo tomó una bocanada de aire. JiSung se había alejado más, aunque no se levantaba de encima suyo.

—Sunggie… —susurró tan bajo que casi fue imposible de oír. No entendía nada, sólo quería volver a sentir esa extraña sensación que producía su hermano de otra sangre dentro suyo—. Ven, por favor.

Las mejillas del rubio se pigmentaron, su corazón latía descontrolado.

«Estás mal»

Lo sabía, era consciente de ello. Aún así no pudo evitar volver a pegar su frente contra la del castaño, MinHo dejó de respirar por un segundo, sonriendo al notar lo muy avergonzado que se encontraba el menor. Movió unos centímetros su rostro, logrando que los labios de ambos se rozaran, ninguno se alejó. No querían hacerlo.

MinHo se golpeó mentalmente por lo que haría, rompiendo cualquier distancia entre ellos. «A la mierda, podré arrepentirme luego» pensó al capturar entre sus belfos los del rubio, la textura suave le hizo delirar. Han sabía dulce, fresas y vainilla en una sola mezcla. Succionó sin rudeza, extasiado de los pequeños sonidos que brotaban de la boca del menor. Glorioso.

Pero quería tocarlo.

—JiSung, suéltame—pidió—. Sácame las sábanas—aclaró antes de que el contrario se hiciera una idea equivocada.

JiSung logró desatar el extraño nudo que—seguramente—SoMi había hecho, exaltándose por el agarre que ejerció el mayor sobre su cintura; deslizó sus manos por debajo de la camisa del rubio, alternando las caricias en el borde de sus caderas y la amplia espalda. JiSung mordió su labio inferior, quería besarlo nuevamente.

Mal.

Todo lo que hizo era erróneo. «Enfermo» No, no lo era… «Anda, ¿acaso piensas en alguien más aparte de ti? Tiene novia, es prácticamente tu hermano. Definitivamente tienes un problema» Mentira.

«Intentas mentirte en vano, JiSung. Admítelo, eres asqueroso»

—No… —Sus ojos se llenaron de lágrimas, el pecho le ardía. La voz en su cabeza no paraba de repetirle lo que se negaba a aceptar. MinHo miró preocupado a JiSung, sacando rápidamente sus manos de debajo de la camisa, acunando aquel rostro bañado en lágrimas.

—Sung, ¿qué sucede?

«Pobre SoMi»

—Lo siento… En serio, lo siento.

—Ya, ya, respira—intentó tranquilizarlo el mayor.

«Oh, mira, lo disfrutas»

—Déjame—MinHo frunció el ceño sin soltarlo—. ¡Déjame, maldita sea!— Empujando bruscamente al castaño, logró alejarse.

—¿Qué te pasa?

—¡Es tu culpa!

—JiSung…

«Vamos, díselo. Dile que te enamoraste de él»

JiSung tragó grueso.

—No digas mi nombre—Se balanceó aún con el líquido cristalino cayendo en gotas por sus ojos—. Tú… Tú estás engañando a SoMi… Mal, es tu culpa… ¿No tienes corazón?

Los labios del mayor temblaron. ¿Por qué JiSung le decía aquello?

«Hazle daño» No quiero, por favor, no dejes que siga hablando.

—Tranquilízate, JiSung.

—Hipócrita.

Cállate.

—Debes irte… Anda, te llevo a la salida.

«Sólo jugó contigo, te besó aún sabiendo que pronto le iba a proponer compromiso a SoMi. Idiota, JiSung, idiota»

—Vete a la mierda—rugió sin pensar, caminando hasta la puerta cerrada. Con una patada logró abrirla, el picaporte salió expulsado lejos, la verdad es que poco importaba. «Díselo, así lo sacaremos de nuestra mente para siempre. Haz que te odie» JiSung sonrió de lado, y sin girar a ver a MinHo, susurró—. No eres diferente a SeulGi… Ambos valen exactamente lo mismo, Lee.

Y se marchó, sabiendo que sus palabras no podrían ser borradas con nada. Había nombrado a esa mujer, aún consciente del daño que causó en la vida de su mejor amigo.

De aquí en adelante todo es re básico y malo, así que si continúan, están advertidos.

❝Los amigos no hacen eso❞ 『•MinSung•』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora