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No había llorado tanto desde la muerte de Jiraiya e Itachi de Naruto Shippuden.

Literalmente era un río de lágrimas en ese momento, los ojos hinchados, la cara roja, ardor por todas partes, ah, y un corazón roto. Luego de haber escuchado aquella última frase que terminó por destrozar su interior, fue como sonámbulo a la enfermería y se tiró a llorar en la camilla más cercana, alarmando a la señora Song, quien de inmediato le dio la orden de que se retirara a casa.

Excelente lugar para llorar por horas, a decir verdad.

Ahora, fundido en la soledad de su cuarto, escuchando a su papá gritar a todo pulmón lo que deberían de hacer aquellos jugadores de su equipo favorito, JiSung se preguntó qué fue lo que estuvo mal con él en primer lugar. ¿Cuándo comenzó a ver a MinHo con otros ojos? ¿Siempre fue así? Maldición. Lanzando un gemido de frustración, se removió hasta ocupar todo el ancho de su cama, la mirada perdida en las estrellas de goma que se pegaban en la parte de arriba. Uh. Fue un regalo del menor.

—Hijo—La voz de su madre se filtró por sus oídos, mirándola de reojo, el rubio se dio cuenta de que en verdad tenía mala suerte. Rara vez tenía a sus progenitores en casa, por ello solía pasar casi todo el día donde MinHo… Y justo esa tarde, cuando llegaba con ganas de volverse un muerto viviente, añadiendo el hecho de haber ordenado por línea seis litros de helado, encontró a su madre tratando de cocinar y a su padre viendo un capítulo nuevo de la Rosa de Guadalupe—. Ejem… ¿Sung?

Parpadeó, observando como pudo a la mujer mayor. —Mamá.

—¿Hay algo de lo que quieras hablar? —preguntó con cautela, entrando por completo a la habitación y cerrando la puerta casi al mismo tiempo.

—No entiendo…

—Estuviste llorando, Hannie.

—No.

—¿Ah?—Ella entrecerró sus ojos, avanzando hasta topar el filo de la cama, inclinándose un poco para posar su mano sobre la mejilla del menor—. Yo sé reconocer cuando mi hijo está sufriendo, ¿sabes? Puedo no ser una madre tan espectacular, pero no dudes que me importas, bebé… ¿Puedes confiarme tus malestares?

Sin poder evitarlo, lágrimas nublaron su vista.

—Y-Yo hice algo malo—confesó con los labios temblando, sentándose para permitirle a su madre que se ubicara a su lado. Una vez estuvo donde exactamente quería, continuó hablando—. Vas a odiarme, mamá...

—No, bebé, jamás lo haría—trató de tranquilizarlo, limpiando las esquinas de los ojos del menor, su corazón doliendo al ver la forma en que su hijo sufría por algo de lo cual aún era ignorante—. Ya, ya, Hannie.

—Duele…

—Lo sé, Sung. Vamos, confía en mamá, ¿sí?

Su voz era suave y aterciopelada hizo que JiSung parara de gimotear. Mas existía un miedo reflejado en sus orbes, ella lo notó.

—Por favor, no me odies, yo no quise que esto sucediera—Dijo de pronto, sosteniendo con desesperación las manos ajenas—. Mamá, no me odi-

—JiSung, silencio. —Como buen niño que era, calló. SunMi sonrió complacida, depositando un pequeño beso en la frente del menor, quitando de paso los cabellos rubios que se pegaban a ésta—. Debes ser honesto conmigo, ¿bien? Y por más mala que sea tu confesión, nunca podría odiarte. Ten eso en mente.

—¿Lo dices en serio?

—No dudes nunca de la palabra de Han SunMi, Han JiSung—bromeó con seriedad, sacándole una carcajada al contrario. Bien, ya lucía menos alterado—. Ahora dilo, Sung.

❝Los amigos no hacen eso❞ 『•MinSung•』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora