Los ojos de la Ciudad empezaban a abrirse.
Era una luz que manaba de lo más profundo del horizonte.A esa hora,la ciudad olía a sombra y a silencio.Era un lento crepúsulo al revés : las nubes lejanísimas,se transparentaban con un sol que insinuaba uno de sus brazos, asomando por un horizonte oscuro, como una oculta molicie de luz pastel, entre amarillos y rosados y azules.
Supuse que cuando todo hubiera acabado, habría de lograr un estado de serenidad.Supuse que cuando me hubiera liberado de esta terrible fantasmagoría, de libros y de documentos secretos, el sentido de la historia habría de modificarse.Pero mis suposiciones terminaron en una negación de ideas expresadas en los momentos en los que permanecí encerrado en un lugar que desconozco y que desconoceré,porque después de la última noche, la noche de la mañana en la que fueron a buscarme a mi departamento, fui llevado con los ojos cubiertos hasta un lugar silencioso,con pisos de madera, con aroma a papel viejo, y con ambientes cerrados.
Me llevaron entre dos hombres, los mismos que me buscaron en mi departamento, hasta un lugar que percibía como un espacio amplio,más fresco que los otros por los que habíamos transitado antes.Se detuvieron-me detuvieron-,me dijeron unas palabras en latín, que mi memoria, por algún mecanismo de autodefensa, no quiere conservar, y recibieron la respuesta, también en latín, de una voz que desconocí.
Todo el trato era marcial.Más que saludos, parecían órdenes.
Entonces, la otra voz, dijo mi nombre.Lo dijo en castellano. En ese momento, los hombres que me sostenían por los brazos, me soltarón.Alguien trajo un sillón e hizo que me sentara.
La voz me intorrogó durante mucho tiempo.Me preguntó acerca de mis investigaciones, de mis amistades y relaciones personales, de mi trabajo en la Biblioteca, de mis encuentros con Nadia.De lo que sabía de la Corporación.
Yo no negué ningún dato.
El interrogatorio fue larguísimo.Al final, la voz me preguntó si quería agregar algo.Le pregunté dónde estaba Nadia.No estás habilitado para formular preguntas.
Entonces, nada más tengo para decir.
Nuevamente, el silencio, un silencio que se extendió a lo largo de varios minutos.Y después, la voz que decía está bien.Llévenlo a la celda.
Sin sacarme la venda de los ojos, fui conducido a un lugar, al que para llegar debimos bajar al menos dos escaleras.Supuse que se trataba de dos niveles bajo la superficie, porque antes, no subí ni por escaleras, ni por rampas ni por ascensor.
Tenía la percepción de ir caminando por un largo, húmedo y poco iluminado pasillo.Esa percepción puramente epidérmica, se corroboró cuando me descubrieron los ojos.La escasa luz que había me encegueció.Me hicieron entrar en la celda.Cerraron la puerta con una gran llave, que ya había visto antes, y se fueron.
En el centro de la celda intenté descubrir lo que tenía a mi alrededor.Un pequeño catre, una mesita, una silla.Eso era todo.Pero después, empecé a reconocer algunos aspectos de la construcción :arquitectura del siglo XVIII,hierros de las rejas forjados en ese entonces, cerradura de principios del XIX.
Me asomé al pasillo, y vi que el único sistema de iluminación eran algunas antorchas diseminadas a lo largo de todo el recorrido.
Sobre la mesita, me esperaba un plato de cerámica, tan viejho como la celda, cubiertos de madera, un vaso de porcelana con agua, una rodaja de pan y, en el plato, una porción de legumbres cocidas.
No consumí nada de lo que había.
Busqué recostarme en el catre, tratando de descansar.
Alcancé a dormitar algo, cuando me despertóel ruido de la cerradura que abría la puerta de la celda.Eran los mismos hombres que me habían buscado en mi departamento y que me habían llevado hasta ese otro lugar.
Uno de ellos cubrió mis ojos con un pañuelo doblado, y ambos me llevaron por el pasillo.Entré en un automóvil, arrancó y fue por lugares ignotos.Hasta que se detuvo.Hicieron que descendiera del auto.Me tomaron de los brazos y me condujeron hasta un lugar.En ese momento, reconocí el sonido inconfundible de un curso de agua.
Uno de los hombres me dijo que no me sacara el pañuelo de los ojos hasta que no hubiera escuchado que el auto arrancaba y se alejaba.Alguien lo va a controlar durate tiempo.Después, regresé a su departamento.
De inmediato, el auto arrancó y se fue.Cumplí con lo que me pidieron.Cuando ya nada escuché, me saqué el pañuelo.Y pude ver que estaba junto a un monumento breve, que recordaba el lugar donde se realizó la fundación de la Ciudad, ahí, junto al río.
En medio de la noche.
Me apoyé contra el monumento, y dejé que mis oídos se dejaran llevarpor el ruido apacible del agua.
Entonces, todos los recuerdos empezaron a llegar ordenados, hasta donde yo estaba.
Ahí, junto al río.
En medio de la noche.