Modern Au.
Jiang Cheng está cansado de su vida monótona. Fue traicionado y abandonado, por lo que decide huir a otro país a cursas sus estudios.
Aunque lamentablemente, no es lo que a él le hace feliz.
Sin embargo un día todo cambia, y entre lágr...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El joven Cheng estiró sus tensos músculos y se propinó un golpe en la frente tratando de darse ánimos a si mismo, para él no era sano seguir atormentandose por cosas del pasado. Su teléfono móvil le indicó que restaba una hora para el comienzo de la clase, por lo que debía apresurarse.
Se despojó de sus ropas y entró a la ducha. Aunque normalmente no lo hace, al lavarse el pelo utilizó un shampoo con esencia a flores de loto, pues en el fondo sintió que sería un día distinto a los demás y el olor a lotos le calmaba.
Frías gotas de agua paseaban por su delgado cuerpo y su larga cabellera azabache reposaba sobre sus hombros. Cerró sus ojos e inclinó la cabeza hacía arriba, cómo si disfrutara cada simple gota que caía en ese momento, definitivamente digno de retrato. Esta expresión la más serena que ha mostrado en los últimos días.
O tal vez en meses.
Al terminar se cepilló los dientes y se colocó sus túnicas peculiares de color violeta oscuro, pues aún después de muchos años se mantenía la tradición de usar vestimentas de ancestros. Cuando estaba a punto de tomar sus materiales e irse, unos fuertes chillidos femeninos retumbaron en su habitación, proveniente del campus universitario, extrañado, salió al balcón a ver porque tanto ruido.
Observó como una gran cantidad de chicas cotilleaban y miraban intensamente a un joven que caminaba a través del área con una flauta en mano y lo que parecía ser una cinta en la frente, mientras su largo y blanco ropaje le daba un toque de príncipe azul.
Jiang Cheng tragó en seco. No se esperó que aquél chico descubriera que él le miraba y elevara la vista hacía dónde él se encontraba, provocando que su corazón latiera más rápido de lo normal, aún sin haberle visto claramente.
— Que perdida de tiempo. — susurró desviando la mirada algo perplejo.
Una notificación enciende la pantalla del teléfono y su sangre se congela sus ojos se abren como platos.
" 10 minutos restantes para su primera clase"
O más bien, su primera tardanza.
Y es que sin darse cuenta se quedó observando a aquel pinturesco muchacho y los minutos le pasaron volando.
— ¡Mierda es que soy idiota! — Exclamó tomando todas sus pertenencias y corriendo a su destino.
Aunque estaba prohibido correr por los pasillos del edificio eso a él no le importó y corrió como si su vida dependiera de ello. No podría permitirse dar una mala impresión el primer día de clases. Muchos estudiantes le miraron extrañados y maestros que le vieron le gritaron que recibiría un castigo, más aún así no paró de correr.
Hasta que chocó con alguien que por el fuerte impacto causó que todos los materiales que llevaba en la mano se cayeran al suelo y se dispersaran fácilmente, puesto que ágilmente aquella persona rodeó su cintura y agarró su muñeca para que no se estampara contra el suelo. Todos los presentes miraron la escena boquiabiertos y algunos sintieron sus mejillas calentarse.
