I. Papeles Incómodos

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"Amor se llama el juego en el que un par de ciegos juegan a hacerse daño"
Joaquín Sabina.

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La tetera silbó dos veces echando vapor, y Sakura se apresuró a quitarla del fuego, sujetando el asa metálica con toda la palma de su mano desnuda. Cuando el calor abrasivo le perforó la piel, la soltó: el recipiente dio una peligrosa voltereta en el aire, y cayó al piso salpicando con agua hirviendo a una ya percudida loza y, por consecuencia, a los desnudos pies de la dueña.

—¡Mierda!

Saltando en un pie llegó hasta el sofá y se tumbó, desplomada, observando las dos ronchas rojas sobre sus tobillos y a una horrible ampolla hinchándose en la palma de su mano. Un aullido de rabia comenzó a nacerle en la garganta, uno que, bien lo sabía, podría hacer temblar el edificio entero. Pero se contuvo a tiempo; llevaba apenas un par de meses viviendo allí y no quería arruinar la cordial relación con sus nuevos vecinos, sólo por un infantil arranque de furia. Inhaló y exhaló por la nariz con un ritmo pausado, como él le había aconsejado subrepticiamente hacía unos meses atrás. Eso la ayudaría a disipar la irritación de ciertas situaciones que, él sabía, conseguían desmadrarla.

¿Era este entonces el método que Sasuke Uchiha usaba para lograr ese porte tan templado?, se preguntó, mirándose con aprehensión las heridas que comenzaban a desvanecerse, gracias al poder de su sello Yin.

—Torpe Sakura, no eres más que una torpe.

Cuando la piel se regeneró perfectamente, se hundió en los almohadones de su sillón desvencijado, con la mirada fija hacia el techo. Otro suspiro profundo, el décimo de la tarde, retumbó en las paredes de su pequeño apartamento.

—Sakura —se habló a sí misma—, debes tomar una decisión, o terminarás matándote.

Las últimas dos semanas habían sido una seguidilla de sucesos similares, accidentes y lesiones menores ocasionados por su torpeza: el corte de un dedo cuando rebanaba los vegetales, un vergonzoso tropezón en la calle por una maldita baldosa saliente (hizo una nota mental para notificarlo cuando tuviera tiempo), unas zapatillas metidas en la heladera, e incluso, el confundir la botella del detergente con la de champú. Por su propia seguridad debía poner fin a esto, tomar una decisión definitiva, pero la sola idea le producía unos horribles calambres en el estómago. Sintiendo que algo incómodo le pinchaba la espalda, metió la mano por detrás y sacó dos sobres: su boca se torció en una mueca sombría.

¿Esos papeles la estaban acechando? Una vez, mientras lo preparaba para un examen, Naruto le confesó (con esa mueca tan infantil que ella adoraba) "¡Los malditos libros me persiguen Sakura chan!". En ese entonces ella se había reído por su ocurrencia, y con un coscorrón lo había puesto a estudiar nuevamente.

Pero ahora lo entendía.

Eran dos sobres de papel madera. Uno cerrado que desestimó ubicándolo a un costado; el destinatario era Sasuke, y el cartero se lo había dejado a ella por ser de su "círculo de confianza". El otro, ya abierto y bastante ajado, del cual extrajo un fajo de hojas. ¿Era necesario leerlo otra vez? Ya se había aprendido de memoria el contenido de sus quince páginas, veinticinco incisos y cinco mil palabras.

Sakura llevaba puesto un pijama frisado, abrigado, pero aun así sentía un escalofrío recorriéndole el cuerpo. Miró el reloj: eran las siete de la tarde.

—Se acabó, hoy debemos decidirnos.

...

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El atado de quince páginas, veinticinco incisos y cinco mil palabras tenía un gemelo a unas cincuenta cuadras de allí. La copia original aguardaba impaciente en el cajón, incomodando con su sola presencia material al Hokage.

La Fragilidad de las AparienciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora