Capítulo VII

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  Cuando Paul dió por finalizada su tarea correspondiente al área matemática, sus pensamientos todavía se encontraban dispersos. Su concentración —escasa para ese instante—, se había llevado toda muestra de flexibilidad e ilusión por continuar. Y es que el murmuró constante y prematuro, comenzó a insistir; vagando entre sus repentinos sentimientos, provocándole cierta culpabilidad; apatía, y quizá frustración.

  Paul sintió una opresión que le quitó el pesar de su cuerpo; manifestándose en indiferencia sugestiva que retaba su esencia y que, simultáneamente, evadía todo rastro de personalidad entusiasta que lo caracterizaba de forma particular.

  El colegio —hasta ése instante— representaba gran parte de su estado psicológico; Paul sentía una reconfortante seguridad al percibirse aceptado; los conocimientos y prácticas que él se permitía explicar a sí mismo, por medio de libros educativos y reportajes culturales, eran suficiente para conformarlo. Ciertamente, le agradaba el poder con que su intelecto le transmitía una extraña y cálida confianza; aquella que le hacía falta en aspectos restantes.

  Él era tímido; poco accesible, pero cordial; disfrutaba ser reservado, ya que, al tener una comunicación intrapersonal, nadie más podía juzgar su vulnerabilidad... Nadie podía causarle heridas profundas o trascendentales mientras retuviera sus debilidades para él mismo; no había presión de por medio, y rutinariamente, aquello lo mantenía optimista.

  ... Pero, en aquel momento, su atención se desviaba con suma facilidad; Paul no presentaba retención, no se mostraba reservado y se atrevía a ignorar sus propios límites de forma apática e indiferente.

  La cabellera castaña en movimiento, con mechones ondulados junto al par de lentes sofisticados de marco circular, ahora compaginaban con el olor a cigarrillo; y tenían relación porque sus recuerdos así lo evocaban. El sentimiento suave que se transmitía cálidamente, luciendo acogedor, parecía abrazar sus sentidos; disipando toda muestra de racionalidad, abriéndole paso a la fascinación y el encanto que John Lennon arremetió contra él de forma poco lógica.

  Por un momento, Paul deseó tener una amistad sólida; tal cual la de George. Tal vez, si mencionaba los constantes parloteos que su corazón se encargaba de divulgar entre sueños comúnmente húmedos, la tranquilidad consciente volvería a habitar su mentalidad.

  Sin embargo, su cuerpo sufría de escalofríos al recordar aquella humedad; aquella fantasía que le transmitió más que sólo excitación. Su experiencia nocturna, había tenido un efecto sugestivo; él realmente se había sentido conmovido, querido... deseado, y por aquella única razón, el pensamiento de John arremetiendo contra él, lo guiaba al camino incorrecto e improbable. Y Paul se permitió soñar.

  Poco después de quitar su pantalón de chandal opaco, Paul caminó con dirección al estudio de George. Sus cálculos —junto al reloj en su muñeca izquierda— le aconsejaban que era el momento preciso para desplegar lo que su inocente mentalidad, retenía con dificultad. Después de todo, George siempre se caracterizó por ser un hombre de carácter reservado, pero con un nivel de confianza audaz y amplio; y Paul, estaba seguro que el refugio entre sus brazos, sería la prueba más contundente a su amistad.

   Caminó con torpeza limitada hasta el primer piso; cuidando siempre sus pisadas. Su respiración era dramática; los compulsivos latidos en su corazón se mantenía erráticos contra su pecho; y sus mejillas evidencian la pesadez —erótica— de sus pensamientos libinidosos.

  La puerta de madera barnizada, se encontró a pocos metros del segundo cuarto de baño. La habitación se caracterizaba por ser increíblemente pulcra; con detalles de diferentes tonalidades vinotinto sutiles extendidos a lo largo de las paredes; el escritorio delante del ventanal corredizo, contenía un par de documentos, junto a carpetas extendidas de colores estratégicos; la iluminación era proporcionada por el candelabro que colgaba del centro de la alcoba en un llamativo dije real. La cama con sábanas de seda pulcramente ordenadas, eran evidencia del característico equilibrio de George.

Suck It And See |Mclennon|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora