4: Día 3

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EASTON

Miro ceñudo a Gretel, quien ahora se quitaba las zapatillas para meter los pies en el apacible río cristalino que teníamos a algunos metros. Según ella la temperatura está buenísima, pero se que solo es una argucia para que vaya yo también, porque tengo que reprimir una risa cuando veo su mueca al meterse.

Seguro que por lo fría que está. 

Me sonríe, y yo aparto la mirada. Aun no entiendo como Gretel está tan predispuesta a ser mi amiga, quiero decir; soy un tipo raro. De esos que evitan en el instituto, un marginado con quien la gente no quiere acercarse para ser popular, o al menos intentar tener oportunidad de que te inviten a alguna fiesta. Y Gretel, bueno, a Gretel la quiere todo el mundo, la conoce todo el mundo y la peña babea por ella. 

Es la jodida reina del baile. Y yo un don nadie. 

¿Por qué insiste en tener el más mínimo contacto conmigo? Si de algo estoy seguro, es que no teníamos nada en común. Eramos tan diferentes como el día y la noche, literalmente

Levanto un poco la vista de mi lectura actual, "El nombre de el viento", cuando unos pies de uñas pintadas y mojados se ponen en mi campo de visión. 

—¿Seguro que no quieres meter un rato los pies? —inquiere casi con miedo. 

Al mirarla, veo un atisbo de suplica. Pongo mis ojos en blanco. Esta chica no sabe pasar tiempo sola, en cambio yo me paso la mayor parte del tiempo solo y me agobia estar con gente. 

Que pesadilla de chica. 

—Estoy más que seguro, pero gracias por tu interés —respondo lo más seco que puedo antes de volver la vista a mi libro. 

Oigo como suelta un pequeño suspiro, y puede que me sienta un poco mal, pero obviamente eso no es algo que le voy a demostrar a ella. 

—El agua está limpia. 

—Eso no es lo que me preocupa —acoto, mirándola de reojo. 

¿Es tan difícil pensar que no hay ninguna razón en especifico? Simplemente quiero estar tranquilo bajo la sombra leyendo las aventuras de un tío pelirrojo.

Su cara es de máxima frustración. Arruga su pequeña nariz y se sienta a mi lado, más cerca de lo que me gustaría. Pero al sentir su aroma a coco tan cerca y su respiración en mi oreja, sé que se está inclinando para cotillear. 

—¿Al menos puedes mantener una conversación conmigo? —pregunta con un tono que jugaba entre la desesperación y la irritación. 

Seguro que jamás le han dicho que se haga un test de hiperactividad. Desde que la conozco siempre la he visto revoloteando por aquí y por allá, nunca paraba quieta en un sitio y puede que muy en el fondo, pero muy en el fondo, me llegase a resultar adorable. También pienso que esa dulzura y esa abnegación que siempre lleva con ella le deben de pasar malas jugadas, le veo ingenua. 

Ahora la encaro, y se tira un poco hacia atrás, sorprendida por mi arrebato y el hecho de que hubiésemos quedado a tan poca distancia. 

—Es tu problema —digo encogiéndome de hombros. Hace morritos—, querías que fuésemos amigos —añado. 

Cierro el libro, porque se que con esta pesadilla no voy a poder concentrarme en lo que me queda de rato con ella. 

—Y todavía sigo queriendo que seamos amigos, solo te pido que pongas de tu parte.

Bufo y pongo mis ojos en blanco, pero aun así me acomodo sobre las mantas que se había encargado ella misma de traer. Gretel me causa curiosidad, tanto en el buen como en el mal sentido. Que estuviese buscando la aceptación hacia su persona de la gente me irrita, sin embargo, quiero saber porqué lo hace. 

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⏰ Última actualización: May 11, 2020 ⏰

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