Capítulo 11: Regla número 47

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Bien, la había cagado. Es que en esos casos nunca hacía las cosas bien, nunca terminaba de decir con las palabras exactas lo que pasaba por sus pensamientos y la distancia que se había generado de un segundo a otro, ahora, se lo estaba comprobando.

Y es que en realidad nunca había sido así. Nunca había sido arrebatada y no necesitaba de defensas para mantenerse en equilibrio sentimental, físico y mental. Cada vez que sentía ese pequeño cosquilleo bajo su estómago, sabía lo que vendría luego. Enamoramiento, una ligera obsesión por alejarlo y, como no podía con ello, terminaba aceptándolo.

Le había pasado con Jimin, cuando él salía con una muchacha en el Instituto y nunca volteaba a verla. Lo buscó en cientos de oportunidades, le dedicó canciones en el club de música que compartían los viernes e inclusive presenciaba sus prácticas de futbol, sobre las gradas y alejadas de las porristas que solían molestarla.

Pero todo se tornó aburrido cuando él volvió a la soltería y fue directo por ella. Le molestaba, casi rozando el estorbo, que la siguiera a todos lados o la acompañara a sus clases. Sin contar que a Yoongi nunca le agradó que la rondara e incluso lo golpeó una vez para que terminara con ello. Pero Jimin tenía algo de chico dulce que no podía ignorar y entonces aquel golpe de su mejor amigo, no terminó siendo tan fuerte como él quería.

Todo lo contrario le pasó con Kai. Su aspecto de chico malo, su voz prepotente y sus brazos cuando la sostenían, le gustaban más que cualquier cosa. Perdió toda comunicación con Jimin cuando conoció y comenzó sus aventuras con Kai. Pero así como disfrutaba los momentos con él, había algo que no terminaba de gustarle.

Tal vez ese arrebato de llegar a su departamento una mañana, cuando llevaban meses sin hablarse, a pedirle que todo volviera a la normalidad y que incluso se mudaría allí, con ella, a su piso. A su lugar. Y eso era suficiente y no iba a soportarlo.

Entonces, básicamente, nunca se había sentido en un juego como de los que Yoongi solía hablarle. Frecuentar solo a una persona, sentir emociones y excitaciones por ella sin llegar a una relación estable.

Y ahora Lisa le parecía hermosa, era inteligente y audaz y, aunque nunca se sintió así con alguna otra mujer, le parecía más cariñosa que Kai. Porque no importaba que le diera órdenes entre gritos, cuando la sujetaba por la cintura era dulce y delicada. Su sonrisa era más brillante, su pelo era aún más suave y el cuerpo de Lisa era digno de admirar más que el escultural del chico.

Pero así como con Jimin, con Kai las cosas se volvieron aburridas y solía olvidarse de todo en poco tiempo. Y Lisa estaba siguiendo el camino de ellos con esos signos que ella conocía antes del enamoramiento, porque ya le gustaba.

Y ya no tenía 16 o 24 años. Consideraba que el tema de la soledad a veces se volvía preocupante pero a la rubia apenas comenzaba a conocerla. No consideraba justo que en tan poco tiempo se colara en ella y tan rápido.

Le dedicó una mirada y la vió aferrarse al volante, doblándolo con esfuerzo tras una esquina. Aceleró, escuchó el chillido de los neumáticos y su cuerpo se balanceó por la violencia al andar.

Se volvía aburrido para ella intercambiar los roles. De pasar de ser quien disfrutaba a quien terminaba todo. Y con Lisa quería empezar al revés. Podían, quizás, realmente las cosas terminar de otra manera.

- ¿Puedes bajar la velocidad? Pretendo dormir en mi cama esta noche- le dijo aún con su mirada en ella pero la rubia pisó más el acelerador y su mandíbula tensa demostraba cuánto le había afectado sus palabras.

Es que había leído el historial de Lalisa Manobab días atrás. Yang le había entregado dos carpetas y en una decía seductora, que bajo ese método Lisa lograba sus objetivos. Y ya había fingido otra pareja años atrás, tal vez había hecho con aquella muchacha lo mismo que acababa de pasar con ella. Y no quería ser ese segundo plato que la rubia aprovechaba bajo el titulo de trabajo.

Reglas De Oro → JENLISA [G!P] |ADAPTACIÓN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora