Los dioses pusieron en esta tierra pedregosa a los hombres por una razón. Los herejes pagarán sus pecados
Era una mañana como cualquier otra para Édgar Fitz, el nuevo ingeniero comisionado para una refinadora de la multinacional "Berber Oils" ubicada en algún punto de los Altos del Golán. Hacía un frío insoportable, la gasolina del generador de electricidad estaba viscosa, y era imposible hacer arrancar el motor sin antes calentar el combustible. Por fuera, la fina capa de escarcha que cubría las estructuras de aluminio de la planta refinadora le hacían recordar su hogar en el estado de Nueva York. A sus treinta años, Fitz se embarcó en la supuesta "gran aventura" que suponía que este nuevo empleo le aportaría. Tarde se dio cuenta que la "aventura" era más bien riesgosa; había sido mandado como ingeniero en jefe a un país hostil, en guerra, y con enemigos en casi todas las fronteras, estando él en una de las peores. Cada mañana de ese frío mes de Enero meditaba sobre su situación, en como voluntariamente se puso a disposición de yihadistas y multinacionales esclavizadoras y contaminantes.
Pero esa mañana no sería como las demás.
Volvió Édgar a la oficina tras meditar sobre su situación, dejó caer el trasero sobre la única comodidad del lugar, su asiento reclinable, cuando notó que alguien estaba de pie frente a la puerta, con la mirada clavada en la suya. Súbitamente, una sensación de aprehensión invadió y perturbó su paz matinal. Teniendo más de una duda en la mente, se levantó y fue a recibir a aquél hombre de mirada inquietante.
Vestía un camisa negra ajustada con pequeños patrones blancos, y abajo llevaba un par de denim azules y unas botas tipo chucas, su vestimenta era muy occidental pero sus rasgos eran marcadamente semitas. Ni bien abrió la puerta, este hombre entra a la oficina casi llevándose a Édgar por delante, y señalándolo con el dedo, le dijo lo siguiente:
- Tú estás bajo un gran peligro, humanito - Por supuesto, no le era de sorprender que los extremistas quieran matarlo, después de todo, él era un gringo que venía a explotar los recursos de Siria para alimentar al capitalismo. Pero no pensó tanto en eso como en el hecho de que este fulano lo había llamado "humanito" ¿Qué es lo que significaba eso?
- Bueno ¿Pero y usted quién es? – le preguntó Édgar -
- ¿A ti qué te importa, hombre? – respondió el de camisa negra -
- ¡Estás en mi oficina! – exclamó Fitz - ¡Exijo que te identifiques! –
- Deja de exigirme cosas, humano. Estoy aquí para advertirte... -
- Llamaré a seguridad –
- Lo haces, y tus escuálidos guardias estarán tiesos en el suelo en unos segundos. –
En el momento, algo cambió en la atmósfera, había una pesadez incómoda en el aire, el corazón le empezó a latir con agitación a Édgar, y mirar a aquél tipo se volvió insoportable.
- Ahora, escúchame, Édgar – dijo el de la camisa negra – Tú vas a seguirme –
- Pe... pe... pero ¿Adónde? –
- Cállate, y escucha – dio un paso hacia adelante y Fitz casi cae de espaldas – Tu estadía aquí es riesgosa, estoy aquí para protegerte y evitar que ciertas fuerzas se apoderen de ti –
- ¿Cómo está eso? -
- El reinado de los hombres se está acabando – el cielo afuera parecía oscurecer al momento de haber dicho esas palabras – Es en estos momentos delicados en la que dioses y demonios se pujarán por la dominación de tu especie, si no me sigues, terminarás en las manos equivocadas–Tras estas palabras, los ojos de Édgar se nublaron, y fue como si se hubiese desmayado. Sus ojos se abrieron, y lo primero en ver fue a una mujer de increíble belleza, sus ojos claros estaban clavados en él, casi examinándolo.
- Disculpe ¿Usted quién es? – preguntó Édgar desconcertado y pensando aún en lo que él quiso creer que fue un sueño -
- Soy la licenciada Nabila – respondió la mujer de ojos enigmática mirada – Nabila Abd Al-Uzza –
- Interesante apellido – le respondió Édgar - ¿Necesitas algo aquí? –
- Sí, necesito que no te duermas en horario laboral –
- ¿Qué? ¿Cómo? – Fitz no pudo evitar ruborizarse –
- Y otra cosa. Soy tu supervisora nueva –
Fitz había tenido un supervisor con anterioridad, pero había incurrido en pleitos con la policía local tras chocar su vehículo en un accidente en Damasco. Tras eso, debió abandonar el país, eso había ocurrido solo un par de semanas luego de que Édgar haya llegado. De modo que él prácticamente no había tenido jefe en todo este tiempo, y de pronto esta despampanante mujer aparece diciéndole ser su supervisora.
Édgar y Nabila tuvieron una breve conversación en la que la mujer se dio a conocer un poco más. Resulta que Nabila venía de Túnez, uno de los pocos países árabes donde la ley de la sharia no se aplica, de modo que ella a los dieciocho años se cambió el apellido a uno que, según ella, usaban sus ancestros antes de la llegada del Islam.
- Por cierto, si necesitas un respiro, o si sientes que necesitas tomar un descanso, solo háblame ¿Ok? – dijo al final Nabila - Estás muy lejos de tu hogar y es fácil notar que estás estresado –
- Muchas gracias, jefa –
- Llámame licenciada, por favor –Una sensación de calor y alivio invadió el corazón de Édgar; por primera vez en meses se sintió cuidado. Esa mujer causaba en él paz y calma, exactamente lo que necesitaba tras el extraño sueño que tuvo hacía unos momentos.
Esa noche, los doce empleados internacionales pasaron la noche en el mismo hotel Kinar Galilee, donde la gerente se hospedaba. La habitación de Édgar tenía una preciosa vista al mar de Galilea, hacia donde se quedó mirando hasta caer dormido.Un fuerte peso presionaba su cuerpo y lo obligó a despertarse, encima suyo ya hacía el rostro sensual de Nadila con unos ojos pardos con sus pupilas expandidas como las de un gato en la noche. Trató Édgar de levantarse, pero notó que no podía mover un solo dedo. De pronto, la figura de aquella exótica mujer se desvaneció, como si de un espejismo se tratase.
Amanecía el hotel con un alboroto, turistas y empleados se agolpaban en la entrada al restaurante. Édgar, con la mente revuelta por la visión de aquella noche, se unió a la chusma para ver qué ocurría, y al entrar se llevó una sorpresa al ver lo que causaba la curiosidad de todos: dos perros de importante porte estaban acosando a ladridos a la mismísima Nabila, quien se escudaba con una silla para defenderse de las dentelladas que los furiosos caninos intentaban propinarle. De pronto, uno de los animales notó la presencia de Édgar, y sin aviso dio media vuelta y cargó célere hacia él. La gente huyó despavorida, pero Fitz estaba helado, incapaz de moverse, y justo antes de que las fauces del terrible animal se cerrasen en su cuello, una silla certeramente arrojada impacta contra el perro, que cae con fuerza al piso, quedando allí tendido.
- ¡Ufa! Eso estuvo cerca ¿Verdad, muchacho? – declaró Nabila –
- ... - Édgar estaba en estado de conmoción –
- Bueno, ya es hora de trabajar -dijo como si no hubiera pasado nada – y sería bueno que veamos de alojarnos en un hotel donde no dejen entrar a los animales salvajes –
- Sí, ok – Édgar en esos momentos pensaba en su hogar
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Las Divinas Alas del Guerrero
FantasyUna guerra se avecina; en esta tierra yerma, los herejes pagarán por sus pecados. Edgar Fitz tiene la compleja labor de intermediar entre dioses, hombres, y demonios. Descubre cual es el destino que depara a la humanidad y al universo, y qué fuerzas...