Capítulo III

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Édgar se halló rodeado de personal de blanco, atravesando la piel de su mano derecha, un catéter bombeaba suero en su torrente sanguíneo. Vislumbró, a lo lejos, a su jefa, acompañada de un hombre de porte imponente. Rememoró lo que vio estando inconsciente, aquellos leones enfrascados en una batalla, sus compañeros de trabajo convertidos en demonios y el intenso hedor a azufre. ¿Qué fue todo eso? 

Un doctor se le acercó, y con un acento israelí le comentó que había sufrido una convulsión en medio del bus, y que justo antes se puso a decir una frase en hebreo en voz alta, casi gritando. Édgar jamás en su vida estudió hebreo, mucho menos hebreo bíblico, se sabía alguna que otra palabra en árabe y aún menos de siríaco, pero esa lengua muerta jamás. Habiéndose despertado del todo, parte por lo consternado que estaba, le preguntó al doctor qué fue lo que dijo, en eso, el hombre que acompañaba a Nadila dio un raudo par de pasos hacia donde estaban él y el doctor, y con una voz grave y potente dijo: "...y separó Dios la Luz de las Tinieblas", Génesis 1, versículo 4. 

- Disculpe ¿quién es usted? - preguntó Édgar -

- Mi nombre es Cadén Agassi, soy conodido de la sra. Nabila - respondió el hombre - De ahora en más seré tu asesor, mi especialidad es estrés post traumático y estrés laboral -

- No creo necesitar ese tipo de descuentos en mi salario, sin ofender... - respondió Édgar intentando no sonar rudo -

- Sus servicios correrán a mí cuenta - desde detrás de los portentosos hombros de Cadén se oyó la voz de Nadila, a quien había visto transformarse en una poderosa leona en sus alucinaciones -

- Pero ¿por qué concluyen que tengo estrés post-traumático? - preguntó Édgar aún sin entender la situación - no me siento mal en lo absoluto -

- Los médicos te examinaron y no tienes ningún indicio de epilepsia - replicó Agassi - 

- Presenciaste y casi fuiste víctima de un ataque terrorista - añadió Nadila - Has estado trabajando varios meses en un ambiente menos que sano en lo que respecta la parte psicológica, es normal que te sientas así. No en balde te dije que podías hablarme si te sentías mal o cansado -

Al decir esto, Édgar entró en consciencia de todo. Fue amenazado por un terrorista el día anterior, y esta mañana casi es asesinado por un par de sabuesos enormes y violentos. Tal vez su mente alcanzó su límite. Tal vez lo que vio mientras convulsionaba era resultado del estrés que llevaba tratando de esconder por mucho tiempo, y que explotó irremediablemente tras lo sucedido en la mañana.

Por recomendación del doctor, Édgar iba a quedar internado toda la noche. Nabila y el señor Agassi se quedaron con él en la habitación. Horas después, unos pasos acelerados resonando por los pasillos del hospital sacan de su sueño a Édgar. El sonido se intensificaba cada vez más, y parecía venir de más de un par de pies. De súbito, dos sombras fugaces pasaron frente a la puerta de la sala de internados. Tras menos de un segundo, apareció, para el renovado horror de Édgar, el mismísimo Perzlo, aquel demonio alado que se transformaba en un león. Su mano derecha blandía una brillante espada que finalizaba en una aguda punta. Perzlo clavó su penetrante mirada en Édgar. Ahora él estaba convencido de que nada esto era real, era otra alucinación más, probablemente volvió a convulsionar, o al vez era un sueño.

- Dime, Édgar ¿qué es lo que te ha dicho Nadila? ¿Te ha dicho que estás alucinando, que nada de esto es real? - preguntó Perzlo, el demonio de sus alucinaciones -  Bueno, pues lamento romperte la ilusión, hombre -

Seguido de esto, el demonio abrió sus alas, y planeó ferozmente hacia Édgar. Curiosamente, como pensaba él que estaba alucinando, en vez de aterrarse, se levantó casi de un salto de la cama, cogió el colgador de suero y lo blandió como si fuese una lanza. Sin pensarlo, cargó contra el demonio, el cual esquivó el fierrazo con facilidad. Estando flanqueado, instintivamente se preparó para dar un  bloqueo, y fue justo a tiempo, puesto que el león no tardó en encontrarse encima suyo. Como habiéndolo previsto, consiguió colocar el porta suero entre él y las fauces del animal demoníaco, pero sus garras le atravesaron la piel y le desgarraban dolorosamente. Justo antes de que sus brazos le fallen, una silueta ligera pasó por encima suyo y del león,  reconoció a la leona de su alucinación anterior, y sintiendo que el demonio lo desatendió un segundo, soltó el fierro con que se defendía y rodó para liberarse. Al levantarse, ya estaban las dos criaturas enfrentadas ahora tenían forma antropomórfica, Perzlo con sus gigantescas alas blancas y Nadila con una armadura medieval y una túnica tan blanca como las alas de su adversario, y una cruz grande color oscuro en el medio del plexo solar.

- Édgar, apártate - fue todo lo que la mujer en armadura dijo -

- Si somos dos, podríamos hacerle frente - dijo Édgar, pensando que todo se trataba de un emocionante sueño -

- Édgar, esto es real - le respondió sécamente Nadila - ¡No estás soñando!

Édgar se quedó tieso, con la mirada clavada en la espléndida mujer, recordó el encuentro con Perzlo el día anterior, recordó lo que ocurrió en el bus unas horas antes, y ahora estaba ante esto ¿y resulta que todo es real? No quería creerlo. Esta clase de cosas solo le ocurre a quienes padecen de enfermedades mentales, él sabía que debería estar soñando, era todo a causa de un inmenso estrés a causa del trabajo, la lejanía, los ataques, la guerra...

Una mano tibia se posó en su espalda. Édgar giró lentamente la cabeza, y allí a su lado yacía el portentoso Cadén, con la mirada apacible, como si nada malo estuviese pasando. Él miro a Édgar con la mirada de un amigo íntimo, y con estas palabras empezó a explicarle la situación:

"Amigo mío, las cosas no están fáciles para ti ni para ninguno de nosotros. Lastimosamente, te ha tocado en suerte estar en medio de un terrible, terrible conflicto. Este conflicto va más allá de los asuntos de los hombres y sus fronteras e ideologías, sus religiones y sus idiomas... Édgar, debes saber que lo que has visto en el bus, y lo que estás presenciando en este momento es real. Mi nombre real no es Cadén, yo soy...

Los ojos de Édgar se iluminaron con el destello de una luz potentísima que casi lo ciega.





..."Yo soy el Arcángel Gabriel"...

Las Divinas Alas del GuerreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora