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Diciembre, 2008

-No puedo creer que me hayas metido en esto –se quejó Jace, pero Clary le vio sonreír mientras sacudía la cabeza y alineaba en una mesita los adornos que habían comprado esa misma tarde.

-No puedo creer que nunca hayan tenido un árbol de Navidad –replicó Clary sonriéndole a su vez.

-No solemos celebrar Navidad, Isabelle te lo explicó una vez, ¿recuerdas?

Lo recordaba. Parecía que había sido hacía tanto tiempo… Luego había ocurrido todo lo de la Guerra Oscura y ese año nadie había tenido tiempo para celebrar Navidad, ocupados como estaban en reabrir la Academia, buscar nuevos reclutas y reconstruirse luego de las pérdidas; y no es como si los Lightwood hubiesen estado de ánimo para ello de todos modos. Cerró los ojos y sacudió la cabeza, intentando deshacerse de todos los recuerdos tristes que acudían a su mente. Hacía ya algún tiempo de eso, y celebrarían Navidad este año, a pesar de que Alec había parecido poco menos que horrorizado cuando Clary sugirió la idea. Jace la estaba ayudando a decorar el árbol, Maryse se había ofrecido a ayudar en la preparación de la cena, y Magnus decoraría para la fiesta.

Clary esperaba que el resto de las cosas salieran mejor que esto, porque Jace estaba siendo un desastre para decorar el pino. Parecía tener tanta habilidad para todo, que Clary no había podido evitar estallar en carcajadas cuando lo vio enredarse con las luces y casi caer de la pequeña escalera.

-Ven a ayudarme –pidió Jace y ella se acercó hacia la mesa. Se detuvo a su lado y observó los adornos que Jace había dispuesto sobre ésta, cuidadosamente ordenados por color. Las bolas doradas en una esquina, las rojas junto a estas, más allá algunas campanitas y un poco separados del resto unos angelitos blancos y dorados que a Clary le habían encantado desde el momento en que los vio en el escaparate de la tienda.

-¿Sabes que hay que mezclarlos cuando los colguemos del árbol, cierto? No hay realmente un método para hacerlo, sólo los tomamos y los desparramamos por ahí. Has perdido tu tiempo. –dijo haciendo un ademán hacia la mesa. Jace la miró con lo que ella sólo supo interpretar con una mirada de exasperación. Clary rió y le dio un beso en la mejilla antes de tomar algunos y comenzar a colgarlos en las ramas más bajas. El pino medía más de dos metros y ella sólo llegaba a aquellas ramas que estaban a un poco más de la mitad. Del resto se encargaba Jace, con ayuda de una pequeña escalera para llegar a las ramas más altas.

-Deberías haber dejado que Magnus lo hiciera, ya sabes, sólo chasquea los dedos y tendríamos el árbol más maravilloso de todo Nueva York.

-Es una tradición, Jace. Decorar el árbol en familia –indicó ella mientras se alejaba unos pasos para observar cómo iba quedando, y volvía a acercarse para cambiar algunos adornos de lugar. –He decorado un árbol de Navidad todos los años desde que tengo memoria. Es lindo hacerlo. Y deja de quejarte, tienes que ayudarme a colgar las guirnaldas luego.

Jace hizo una teatral mueca de disgusto y luego sonrió, con esa sonrisa llena de amor que hacía que el corazón de Clary diera un salto. Apartó la mirada para que él no pudiera ver sus mejillas sonrojadas y siguió colgando adornos.

-¿Te imaginas cuando tengamos hijos? –dijo luego de un instante, pensativa, y oyó a Jace casi atragantarse. Rió cuando él se aclaró la garganta y balbuceó sin saber bien qué responder. –No me refiero a ahora, o en algún tiempo cercano. Sólo pensaba en cómo sería, tú colocando la estrella en la punta, mientras los niños corren alrededor y yo sostengo la escalera para que no vayan a tirarte.

Las comisuras de la boca de Jace se curvaron en una dulce sonrisa y bajó de un salto de la escalerita para unirse a ella. La abrazó por la cintura y la atrajo hacia sí, para besar ligeramente la comisura de sus labios. Clary se sintió estremecer, igual que cada vez que se encontraba en sus brazos. Le miró a los ojos, y él la estaba mirando como lo hacía siempre, como si ella fuera un pequeño milagro, de esos que se guardan cerca del corazón.

Hubo un tiempo en que ella había creído imposible que Jace fuera suyo, pero cuando él la miraba ahora no sentía ninguna duda. Jace la amaba tanto como ella a él, y no podía imaginar una vida en la que estuvieran separados. Se pertenecían el uno al otro, se necesitaban. Veía todo eso en los ojos de Jace, y estaba segura de que él podía ver lo mismo en los de ella.

-¿Has comprado ya los regalos? –preguntó ella mientras recorría los brazos de Jace con las manos y sentía sus músculos tensarse y relajarse bajo su tacto.

-¿Qué, no los trae Santa? –bromeó él, acomodándole un mechón de rojo cabello detrás de la oreja. –He enviado a hacer el tuyo –anunció luego con tono más serio aunque sin dejar de sonreír.

-¿Lo has mandado a hacer? –preguntó Clary con curiosidad.

-Sip –respondió Jace, asintiendo al mismo tiempo con la cabeza. –Y no te diré nada más que eso. –le besó la frente, haciendo caso omiso de sus quejas, y luego le tomó de la mano. -¿Colocamos la punta?

Clary asintió y la sacó de la caja donde estaba guardada. Era una estrella dorada con brillos y ella se había encargado de tallar una pequeña runa angelical en su centro, para que el árbol tuviera su toque nefilim. Se la pasó a Jace, y éste negó con la cabeza.

-Tú harás los honores. Es por ti que celebraremos Navidad, después de todo.

-Jace, sabes que no llego. Incluso con la escalera –exclamó, mirándole con los ojos entrecerrados. –Si sólo estás usando esto para burlarte de mí…

Él rió, esa risa musical que impedía a Clary estar enojada con él por mucho tiempo.

-Podemos solucionar eso –declaró con voz cantarina. Y antes de que Clary tuviera tiempo de preguntar a qué se refería, la sujetó por la cintura y la alzó en el aire. Ella ahogó un gritito de sorpresa y luego soltó una carcajada. Jace la acercó al árbol y ella estiró la mano para colocar la estrella. Una vez que estuvo en su sitio, Jace volvió a dejarla en el suelo y rodeó el árbol para tomar el cable de las luces y enchufarlas.

Las luces se encendieron y se reflejaron en la brillante mirada de alegría de Clary. Jace se colocó detrás de ella, abrazándola desde atrás por la cintura, y le dejó un besito en el hombro. –Es hermoso –susurró, y Clary estuvo de acuerdo. Era bellísimo.

Se quedaron juntos contemplándolo mientras fuera del Instituto comenzaba a nevar.

Decorando el arbolito - Fic ClaceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora