III

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Caitlyn no me ha hablado en aproximadamente tres semanas. Sigue disgustada porque yo sigo comunicándome con Deus, su lío.
Dani y Alexa han estado fanfarroneando en sus asuntos y me han ido explicando un poco por encima. Caitlyn habla mal de mí a mis espaldas, cree que le he robado a Deus. Solo somos amigos, no comprendo por qué llega a dramatizar tanto. De hecho, ellos también lo son.
Hoy es mi día de descanso; mi horario semanal es de viernes a domingo, de diez a seis y media de la madrugada, como camarera de discoteca. Y de martes a jueves, de nueve a cinco de la tarde, como simple camarera de bar.
Sin duda no es uno de los mejores trabajos que puedan existir, pero, de algo se vive, ¿no?.
Me fui de casa de mis padres hace unos cuatro meses, y he vuelto a Bálveda ya que sé perfectamente que ellos no volverán de nuevo aquí.
Y esa no es la única razón.
Hace años dejé de sentirme presente, la mayoría del tiempo me siento como si hubiera vivido la actualidad antes. Es un secreto bastante profundo, ya que si llego a explicarle esto a alguna persona creerá que estoy loca, ya que se trata de algo instintivo y surrealista.  Desde que estoy en este pueblo, han pasado cosas inexplicables de las que todo el mundo habla. Vi cómo una série de animales domésticos, morían a la vez, en un mismo lugar. Los forenses, sin duda, analizaron cada y uno de ellos. Pero se dice que no encontraron absolutamente nada interesante. Solamente descubrieron la causa de su muerte, murieron todos de un paro cardíaco. Sin más.
También se dice que una chica de unos veinte años fue al hospital debido a dolores y malestares insoportables, por lo que le descubrieron todo el organismo destrozado, y sin dañar ni una parte de su piel.
Es una locura creer eso; pero yo, a estas alturas, puedo creerme cualquier cosa.

Despierto de un bote en mi sofá asqueroso. El salón se encuentra poco iluminado.
He vuelto a tener un sueño extraño, del cual, especialmente, trata sobre mi imbécil hermano.
¿Por qué narices sueño con él?
Fijo la mirada en el reloj de pared que se encuentra sobre la vieja televisión. Son las tres menos cuarto del medio día.
Decido incorporarme y me dirijo hacia el baño, para lavarme la cara y mirarme al espejo.
Mi pelo negro se encuentra más alborotado de lo normal y me lo comienzo a cepillar tras darme cuenta de que había quedado con Daniela a las tres y media, en el centro de Madrid.
Rápidamente me plancho el pelo, voy a mi habitación y me visto con un mono blanco bastante elegante, una chaqueta vaquera negra y unos zapatos negros con un tacón de aguja.
Después de vestirme en menos de cinco minutos salgo hacia el salón y subo la persiana. Ahora se ve todo mucho mejor, aunque hace un mal día.
Vuelvo a fijar la vista en el reloj.
Son las seis y media de la mañana.
Extrañada, comienzo a dar vueltas por la casa, esperando a reaccionar a lo que tengo que hacer.
Seguramente se me haya estropeado el reloj.
Comienzo a buscar mi iPhone por mi salón, hasta que lo encuentro tirado en el suelo, justo al lado del sofá.
Lo enciendo y vuelvo a mirar la hora.
Siguen siendo las seis y media.
¿Entonces estaba soñando todavía al mirarlo la primera vez?
Aprovechando el gracioso hecho de ya estar arreglada para salir, pido un taxi y salgo del apartamento, en rumbo al centro de Madrid.
Al llegar, el Taxi me posiciona frente a la universidad, creyendo que me dirigía allí.
Salgo del coche sin mostrarle importancia al lugar, me despido y el taxi se desvanece.
Me siento incómoda, observada. A su vez me entran escalofríos. Siento cómo el frío viento me susurra.
-Sabes qué es lo que tienes que hacer.
Tomo consciencia. Miro hacia todas partes, cada vez se me agita más la respiración, y mi pulso augmenta.
Ha vuelto a ocurrir.
Mi vista se encuentra con el reloj situado en la zona alta de la universidad de Madrid. Las siete y media.
De repente me doy cuenta de que me dirijo hacia allí, mis piernas caminan solas.
Intento detenerme, pero sé qué es lo que tengo que hacer.
Subo las escaleras, decidida. No le tengo miedo a nada.
Consigo alcanzar el último piso y abro la puerta hacia la azotea.
Desde aquí se alcanzan a ver ciertos puntos hermosos de Madrid, son unas vistas bastante agradables.
Seguidamente, me quito los púlidos zapatos y me subo al bordillo de la azotea.
-Sabes que aquí no termina todo.
Todo se vuelve negro.
Sí, lo sé.

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⏰ Última actualización: May 09, 2020 ⏰

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