ANNIE
"¿Qué es esto?" Me sujetó firmemente de la muñeca y me señaló con los ojos las marcas que decoraban mi piel.
"Nada que te importe." Sus ojos se llenaron de furia ante mi respuesta y me sujetó con más fuerza. "Me estás lastimado." Gemí pero a él no pareció importarle.
"Dime." Me exigió.
"Me hice daño a mí misma." Confesé en un susurro porque ninguna excusa era válida para lo que había hecho.
"¿Por qué?" Me siguió exigiendo.
"Porque pensé que iba a aliviar el dolor que llevo dentro." Nunca le había contando esto a nadie y no sabía por qué me sentía tan cómoda hablándolo con él.
"¿Qué dolor tienes que aliviar?" Preguntó incrédulo. "Lo tienes todo."
"No me conoces, Franco, así que no puedes juzgarme." Al parecer pareció entender mi respuesta porque una exorbitante calma reinó su semblante.
"Tienes razón." Su respuesta me sorprendió pero no tanto como sus acciones porque después de responderme empezó a acariciar mis cicatrices suavemente con sus dedos. Luego conectó firmemente sus ojos con los míos y fue en ese instante que aprecié un brillo en ellos que no había notado. Sentí que nos quedamos viendo por horas, horas en las que mi corazón empezó a acelerarse. Pero cortamos miradas cuando se escuchó un llanto viniendo de arriba.
Franco se alejó rápidamente de mí y sentí que un calor dentro mío se desvanecía y me quedaba nuevamente en el frío sótano. Subió rápidamente las escaleras y antes de abrir la puerta volteó a verme.
"No se te ocurra hacer nada estúpido."
No sabía si se refería a lo que acababa de saber de mí o si era porque estaba libre de ataduras y con la oportunidad de intentar escapar.
El problema: no quería escapar.
Era increíble lo miserable que veía mi vida como para sentirme mejor en este sótano pero así era. Acá tenía la soledad que buscaba. Acá nadie era amigable conmigo por razones hipócritas, por razones codiciosas. Y luego estaba Franco. No entendía por qué sentía ese incendio dentro mío cuando estaba cerca y no sabía por qué sentí un escalofrío cuando me tocó, un escalofrío amigable. No lo conocía, no sabía sus problemas, pero quería saberlos. Al menos me trataba como una chica más, no me daba falsas sonrisas. Claro que también buscaba mi dinero pero al menos él no fingía hacerlo.
Sí quería estar sola pero por otra parte quería unos oídos que me escucharan. Era confuso, lo sabía, pero era verdad. De repente no quería estar sola si no que ya me había acostumbrado a ello y no sabía otra forma de vivir. De repente lo que en verdad quería era una voz que me acompañara.
"Ese vestido es de mi mamá." Esa voz me habló. La voz de Franco. "Falleció hace poco de cáncer." Su rostro se apenó mientras que se dirigía hacia mí. "Muñeca, no quiero tu dinero para ser rico o para comprarme un carro fino. Quiero tu dinero para salir de este infierno."
"¿Qué pasa en este infierno, Franco?" Me atreví a preguntar.
"Digamos que tengo tus mismas marcas pero yo no me las hice. Mi padre tiene la custodia mía y de mi hermanito. Es un monstruo, Annie. Tengo que sacar a mi hermanito de acá. Mi plan siempre fue solo robar en pequeñas tiendas pero como te dije me caíste del cielo." Luego se acercó más a mí hasta que nuestras respiraciones se mezclaron. "No puedo dejar que le siga haciendo daño."
"¿Por qué me cuentas todo esto?" Pregunté entristecida por lo que decía.
"En primer lugar tú me contaste algo que sé que muy pocos saben." Nadie, pensé. "Pero también porque no quiero que pienses que soy un monstruo. No quiero ser como mi papá."
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A Los Lugares Más Oscuros
Teen FictionAnnie vive entre riquezas mientras que Franco hace lo posible para sobrevivir cada día. Annie, es invisible aunque el dinero le sobre. Franco, se está haciendo notar con cada robo. Annie, tiene una lucha por dentro. Franco, es un luchador nato. Dos...