Prólogo

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La historia se contará en dos tiempos diferentes, narrando el proceso del embarazo y cuando el hijo ya está más grande. Si algo les resulta confuso, no duden en preguntarme UwU.

— Mamá... — Llegó a su lado el pequeño pelinegro de 6 años. — ¿Es cierto que yo estuve 9 años en tu estómago?

— ¿9 años? — Rió la rubia. — los bebés están normalmente 9 meses en el estómago de sus mamás — Sonrió con ternura a su pequeño.

— Ah... — Se quedó pensativo un momento. Tenía tantas preguntas, tanta curiosidad por el pasado. — ¿Pero cuál es la diferencia entre años y meses? — Preguntó con una tierna indignación, que hizo a Naruko estallar en risas. Hizo un puchero ante la burla de su madre, no le gustaba quedarse con curiosidad sobre todas las preguntas que se hacía sobre el mundo.

— ¿Sabes lo que es un día, Menma? — El pequeño de ojos celestes asintió, acomodándose mejor en el sofá para escuchar la explicación de su madre. — Los meses están hechos de días... La mayoría de 31 días, aunque puede variar. — Indicaba mientras Menma intentaba contar cuánto eran 31 días.

— ¡Mamá, un mes es muy largo! — Exclamó con sorpresa al terminar de contar, haciendo a Naruko sonreír con ternura.

— Imagina que tienen que ser 12 meses para formar un solo año. — Menma contó con sus deditos hasta 12 — Cuando los 12 meses se forman, se forma un año. En total son 365 días.

— Oh... Eso es mucho ¿Yo viviré 375 días? — Confundió el número, haciendo reír a Naruko.

— 365. — Corrigió entre risas. — Y si, vivirás mucho más que eso... ¡Pero basta de preguntas! Ve a limpiar tus manos, yo te prepararé una leche tibia ¿Quieres? — Le sonrió, como solo una madre sabe hacerlo.

— ¡Si! — Saltó a sus brazos, le dió un beso en la mejilla  y corrió hasta el baño.

Allí colocó el banquito que utilizaba para llegar al lavamanos y se subió a este. Colocó jabón líquido y luego de fregar sus manos entre sí un rato, consiguió hacer mucha espuma, con la que comenzó a jugar.

— Menma, mamá dice que vayas a tomar... — Entró en el cuarto de baño, para darse cuenta que su querido hijito tenía mucha espuma en sus manos. — Ah, Menma... ¿Cuántas veces hay que decírtelo? No debes jugar con el jabón... — Lo ayudó a lavarse las manos y lo levantó entre sus brazos para llevarlo hasta la cocina. En el camino recogieron un juguete del menor. — Aquí viene... ¡Thor! — Lo traía en sus hombros como si estuviera volando. Menma traía con él su martillo de juguete que siempre usaba.

— Si, pequeño Thor. Pero si rompes otra vez una taza te haré pegarla trocito por trocito — Se acercó a ellos, dejando el vaso de Menma en la mesada y Sasuke sentandolo en la silla. — ¿Cómo estaban tus padres? — Preguntó mientras ambos se alejaban un poco de su hijo, casi en un susurró.

— Bien, aunque mi madre seguía un poco asustada... — También se acercó a ella — ¿Y tú cómo estás con todo esto...?

— Bueno, no puedo evitar recordar lo que a mí me pasó... Pero está bien, creo que podría olvidarlo. — Le sonrió con picardía, acortando un poco más la distancia entre ellos, sintiendo la respiración de él chocar con la suya.

— ¿Ah sí? Por casualidad... ¿Yo puedo ayudarte con eso? — Susurró con una media sonrisa coqueta. Se dieron un beso lento; a pesar del tiempo, el efecto seguía siendo el mismo que en el pasado... Lograba hacerlos olvidar todo lo malo.

— ¡Puag, que asco...! — Gritó el pequeño Menma desde su silla. — ¡Deja a mi mamá! — Le gustaba competir con su padre por el cariño de su mamá, para él era divertido separarlos o interrumpir sus momentos.

Mi extraña familia | Naruko y SasukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora