Mientras se dirigían a la ciudad en autobús, Gustabo se dedicaba a pensar en lo que les esperaba cuando llegasen allí. Sabía que la gente en Los Santos era peligrosa y se había esforzado en vestirse lo más sencillo posible para no llamar la atención.
Con unos vaqueros, una chaqueta gris y una camisa azul, lo único más llamativo que llevaba el moreno eran sus guantes. Sin embargo, no podía prescindir de estos ultimos, hacía años que no salía de casa sin ellos. Odiaba que la gente viera sus manos y empezara a hacer preguntas que no sabía cómo contestar; odiaba las caras de lástima y las miradas de preocupación que le dirijian. Gustabo había aprendido desde joven a mentir sobre el origen de sus heridas, pero eso no hacía que esos momentos fueran menos incómodos. Él no necesitaba la compasión de desconocidos, y menos cuando no hacían nada por ayudarle. Las palabras no sirven de mucho si no van acompañadas de acciones.
Negó con la cabeza e hizo una mueca; no iba a pensar en eso, se negaba a sumirse en sus recuerdos. Él ya no era ese adolescente asustado y perdido; con el tiempo había madurado y estaba dispuesto a demostrar que era alguien fuerte y que nadie podría hacerle daño de nuevo.
Para distraerse de todos esos pensamientos se dedicó a mirar a Horacio, el cual dormía apoyado en su hombro. No puedo evitar sonreir al ver la cara pacífica de su compañero y oír su suave respiración.
A pesar de ser un año menor que él, con su 1,80 de altura, su cresta y su tendencia a la violencia, Horacio parecía ser alguien terriblemente amenazante cuando estaba despierto. Cuando dormía, sin embargo, volvía a parecerse a ese niño que lloraba desconsoladamente y se agarraba a su camiseta cuando sus compañeros se burlaban de él.
Bajando la mirada se encontró con la llamativa ropa que prefería llevar el pelirrojo. Rodó los ojos ante la americana blanca que parecía sacada del armario de un mafioso; le había dicho mil veces a su amigo que debía ponerse algo más discreto, pero al pelirrojo le encantaba llevar la contraria.
Dirigiendo su miradada a la ventana del autobús apretó la mandíbula al ver que por fin habían llegado a la ciudad. Al fin y al cabo no importaba como fuese vestido Horacio; si alguien intentaba hacerle daño se las vería con él. Iba a protegerlo a toda costa.
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Por encima de la ley (Intendenteplay)
RomanceConway no puede dejar marchar los recuerdos de la guerra, mientras que Gustabo sólo quiere empezar de nuevo