Su primer día como basureros fue de todo menos aburrido; Presenciaron explosiones, tiroteos, un par de accidentes de tráfico e incluso un intento de robo. Además, tuvieron la oportunidad de comprarse unos teléfonos móviles para seguir en contacto con sus nuevos compañeros.
Mientras Gustabo guardaba el teléfono de Segismundo y Manuel, o al menos lo intentaba ( nunca se le habían dado bien las nuevas tecnologías), el moreno no podía evitar pensar en su antiguo móvil y todo lo que tenía allí guardado.
Otra de las extrañas reglas que debías seguir si querías vivir en la ciudad, era el deshacerte con anterioridad de cualquier cosa que te uniera al exterior. Y, por supuesto, esta regla incluía los teléfonos móviles. Una vez entrabas en Los Santos no podías contactar con nadie de fuera de la ciudad, ni ellos contigo.
Nadie sabía con exactitud de dónde venían esas reglas, ni qué propósito servían. Si algo estaba claro, es que la gente que llegaba nueva a la ciudad, lo hacía dispuesta a abandonarlo todo con el objetivo de empezar una nueva vida.
Era un poco triste pensar en todo lo que habían perdido y en la gente con la que nunca podrían hablar de nuevo, pero Gustabo quería pensar que habían tomado la decisión correcta.
El pensar en sus motivos le hizo plantearse el por qué de los de Segismundo. Al hombre se le veía como alguien muy campechano y parecía echar mucho de menos su pueblo. Por tanto ¿Qué hacia en la ciudad?.
Se quedó con la duda hasta que, aprovechando el hecho de que el gallego se puso a hablar de su pueblo mientras daban un paseo por la playa en coche, decidió hacerle la pregunta que se había estado haciendo durante todo el día.
—Pero, ¿tú qué haces aquí, Segismundo? —El del jersey no tenía pinta de ser un criminal, así que no podía imaginarse que le había hecho abandonar su anterior vida.
—Eso, ¿cómo has acabado siendo un mierdas ? —exclamó Horacio desde el asiento trasero del vehículo, quitándole la seriedad al asunto como sólo él sabía hacer.
—Pues mire —empezó a explicar mientras giraba el coche— En el pueblo mi abuelo me tenía exclavizado con las ovejas y las vacas. Un día mi primo y yo nos dimos cuenta de que teníamos que escapar de allí si queríamos lograr algo en la vida.
Gustabo podía entender ese sentimiento; el estar atrapado en una vida que no sientes como tuya, la necesidad de huir y el deseo de ser alguien diferente, alguien mejor.
Igual por eso mismo, cuando se encontraron con un tractor y el gallego rompió a llorar, en vez de burlarse como habría hecho de normal, intentó consolarlo.
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Por encima de la ley (Intendenteplay)
RomanceConway no puede dejar marchar los recuerdos de la guerra, mientras que Gustabo sólo quiere empezar de nuevo