¿Hombre?

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Érase una vez, un hombre.
Sí, un hombre ¿Qué esperabas? ¿Un príncipe, un caballero, un Casanova? Esos no pasan de moda, pero como no hay princesas, plebeyas ni damiselas que cortejar ¿Qué más da si existen o no?
Además, si todos los hombres son iguales ¡Qué más da si faltan! Todos hacen lo mismo y ninguno se queja ¡Las mujeres no mienten!
Tras un sueño placentero el hombre se levantó con la cuarta alarma de su teléfono. Se estiró y dejó escapar todo aquello que no le hacía falta dentro. Vaya nochecita. No recordaba el sueño, pero sabía que había sido muy placentero y el bulto que tenía entre las sábanas lo confirmaba. Ya tenía trabajo desde temprano.
Se miró en el espejo ¿Qué estaba mirando? ¡Si él era todo un galán!
Se levantó y abrió el refrigerador. No había nada que no pudiese comer. De todas formas, viese como se viese él iba perfecto, así hubiese cincuenta o dos kilos de más.
Se puso la ropa en un santiamén y salió al trabajo con la mente despejada de toda preocupación.
Pensaba en esa salida que tenía pendiente con sus amigos. Ni cerveza hacía falta –no se dejen engañar- para divertirse. El hombre siempre supo cómo disfrutar la vida al máximo: fiesta, amigos, sobarse en una esquina con una chica o quizás en público para que fuera más interesante.
En el camino recibió una llamada y los pelos se le pusieron de punta. No, no se había muerto nadie, pero las llamadas a medio camino nunca son buenas.
La mente del hombre dejó de estar en el placentero despertar para centrarse ahora en su trabajo, donde tenía un millón de cosas por hacer, donde había problemas por todos lados, donde tenía proyectos que financiar, además de que apenas llegaba a acostumbrado por completo al ritmo del lugar. Podía empezar la mañana tranquilo, pero una vez que se sentaba en su escritorio –o recibía una llamada sorpresa de su compañera diciéndole que lo necesitaban urgentemente en la oficina- la cabeza se le hacía un caos, al punto de que no había suficiente espacio y se podían ver los cálculos matemáticos en su cara.
Ese era su trabajo, no podía echarlo a perder por una pequeña estupidez.
Aunque, realmente no era su trabajo soñado, pero era el que más dinero proporcionaba. Ni su padre se había permitido semejante trabajo, pero él no se sentía particularmente orgulloso de eso.
Él no quería ser empresario, mucho menos contador o contratista. O cualquier otro trabajo que se les ocurra, donde se mueva el dinero. Él quería ser artista, pero su padre decía que del arte no vivía nadie y que era una pérdida de tiempo, pero pasaba horas frente al televisor viendo películas, como si no vinieran del mismo lugar. Él decía que el arte era de maricas, mientras que el arte casi siempre fue representado por hombres.
Su mayor preocupación no era el no poder lograrlo. No. ÉL tenía confianza en su propia capacidad para lograrlo.
El problema era que no fuera suficiente. Que obtuviera un puesto bueno, un salario estable, comida suficiente para vivir tranquilo, un lugar seguro donde dormir y aun así no fuera lo ideal. Que no fuera aceptado en un grupo específico de socios por algún prejuicio.
Toda si infancia había jugado con autos, pistolas y ladrillos. Había sido astronauta, científico, médico… en fin, muchas cosas ¿Y ahora qué era? ¿En qué parte de los juegos de niños decía que iba a estar delante de una computadora organizando cifras? ¿Dónde está la diversión de ser adulto?
No llegaba solo a ser eso. Los problemas nunca se detenían. Mire que este hombre tenía ganas de pasar un buen rato, pero no tenía tiempo de hacerlo. Cuando lo lograba y encontraba una compañera con quien pasarlo ella tenía la costumbre de hacer una tormenta en un vaso de agua con cualquier cosa o cualquier detalle.
Ella era hermosa ¡pero como daba guerra!
¿Quieren saber cuál es la única fuente de problemas de la que el hombre nunca se va a deshacer por puro masoquismo?
¡Pues las mujeres! Las aman, pero les dan un trabajo, mucho más cuando quieren complicar las cosas. No es nada agradable llegar a un grupo de amigos y que te digan que eres un dominado.
¡Pero cómo los hombres hacen sacrificios por las mujeres! ¡Y ellas ni por enteradas o aludidas se dan!
¡Y que hablar de aquel que regresa a casa y tiene alguien a su espera!
Ese que al llegar no es capaz de dejar las preocupaciones de la calle para estar con su familia, ya que es la cabeza y por tanto debe mostrar una postura erguida en sus decisiones. Y más valor aún tiene aquel que deja los problemas fuera para liberar a sus seres queridos de preocupaciones innecesarias.
El hombre esconde su esfuerzo para mostrar que puede hacerlo todo fácil. Sólo cuando su trabajo ha tenido un fruto, o cuando ya no encuentran la respuesta por sí mismo se entrega a compartir sus esfuerzos. Y sus razones, en ocasiones, tienen su lógica.
Si hay algo que les gusta a los hombres es sentirse productivos.
Los hombres también tienen problemas. Que no los anden gritando al mundo no significa que no existan.
Sus problemas son diversos, pero todos tienen solución.
Hay uno solo al que no le encuentran ni pies ni cabeza –cosa irónica porque los tiene- y casualmente crea más de los que suele tener con normalidad: Mujer.
No podían vivir con ellas ni sin ellas.
Érase una vez un hombre pensó que la mujer podía ponerse su corbata, pero nunca entendería lo que por su cabeza pasaba. Sin embargo, ella que tanto decía, no contaba nada.
Érase una vez un hombre deseó entender a una mujer.
Pero tal vez lo dejaría para después.


¿Y qué piensas de los susodichos? Es verdad que se tienen muchas quejas de ellos ¿eh? Aquí la autora todavía pregunta si los príncipes azules existen ¿Alguien reporta una existencia válida fuera de todo campo ancestral y ficticio? Quiero saber si los dinosaurios sobrevivieron el meteorito de la modernidad.
¿O solo existen Barbas Azules y lobos feroces? ¿Qué prefieres tú? ¿Qué eres tú?
Deja tu sexy estrella aquí y me reiré con tus ocurrencias.

Érase una vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora