El Diablo

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Sus manos tiemblan por el miedo de levantar la vista y ver el agujero en la cabeza de su hermano, sin embargo, se sorprende aún más cuando el sujeto detrás de ellos es quien cae inerte al suelo, dejando un charco de sangre.

Juno se levanta de inmediato atónita, mirando a su hermano con terror, este mismo está paralizado, inmóvil, lloroso. La muchacha lo abraza rompiendo en llanto mientras que el soldado se ríe con más fuerzas.

—Esto si es hermoso—se burló con una risita tan hilerante que todos los presente podían escucharlo.

—Llevenselo al diablo—ordenó, en ese instante una docena de uniformados armados, y a empujones se los llevaron ante la presencia del maligno.

Aún Juno sollozaba, sabía que ese tal diablo había descubierto los orígenes de su padre. Que por su culpa sus progenitores habían muerto de la peor manera. Se metió las uñas a la boca para calmarse, sin embargo, los nervios los tenía a flor de piel. Ambos hermanos caminaron por un largo pasillo, oscuro, aterrador.

El olor a cuerpo quemado, a carne cruda, a sangre, a azufre, a muerte. La crueldad era inminente. El escalofrío que le produjo ese pasillo era tan aterrador como cuando tenía una pesadilla cuando era niña y su padre corría para cargarla en brazos. Era la misma sensación, solo que su padre ya no estaba para tranquilizarla.

Los esbirros se detuvieron frente a una puerta de madera, el frío que hacía en ese lugar era para morir de hipotermia. Uno de ellos entró, los otros seguían vigilandolos como si fueran los peores criminales del mundo, como si hubiesen cometido el asesinato de la historia, pero no, su único pecado era nacer judíos, era un crimen, su peor delito.

El soldado sonrió.

—El diablo dice que entren.

Los obligan a caminar, Juno y Kai siente la muerte respirarle en la nuca, es tan palpable el miedo que presiente que sus piernas van a desfallecer.

Una oficina acogedora era el infierno, con chimenea y unos diplomas pegados a la pared. La silla se encontraba de espalda no podía ver el rostro del autor intelectual de la muerte de su padre.

La silla se gira.

La cara de los muchachos es de sorpresa.

El diablo no es más que un joven capitán que una vez ayudó a Juno de dos soldados que intentaron abusar de ella.

Éste curvea una sonrisa satisfactoria. Su uniforme verde está impecable, sus ojos azules tan fríos y profundos tal como Juno los recuerda. Su sonrisa sarcástica, los hoyuelos en sus mejillas, sus pecas en los pómulos, su cabello negro peinado hacia atrás.

—¡Bienvenidos!—sonrió, alzándose de su asiento.

La joven arruga las cejas.

—¿Tú?

—Me halaga que aún me recuerdes muñeca, es un gusto tenerte en mi hogar.

—¿Hogar? ¿esto es un hogar?—habló Kai con amargura.

Con la culeta de la escopeta golpearon su cabeza, Kai cayó de rodillas con un chorro de sangre.

—Respete al capitán Schulz.

—¡Por favor!—Juno suplicó con angustia.

El diablo los miró detenidamente, como si estudiara cada uno de sus gestos. Aquella mirada arrolladora era inquietante, perturbadora, y sobre todo el no saber lo que le esperaba allí.

—El bibliotecario Kai Hoffman, y la pianista Juno Hoffman. Quien pensaría que estarían en Auschwitz como las ratas asquerosas que son.

Silencio.

Juno apretó los puños.

El la rodeó como leon acechando a su presa, su mirada cargada de desdén iban acompañada de algo más, un destello extraño que la chica no pudo discernir por el miedo.

El diablo dejó de rondear puntualizandose frente a ellos.

—¿Por qué dejarlos vivir? Díganme, denme motivos para no enviarlos a la cámara de gas en este mismo instante, o no dispararle en la cabeza, o mejor aún, entregárselo a no sé—hizo un gesto pensativo—. A personita que le gusta experimentar.

La chica bajó la mirada apretando la mano a su hermano.

El maligno le levantó la cabeza a Kai.

—Dime bibliotecario, ¿qué estaría dispuesto a dar por tu vida?

La respiración del muchacho estaba fuera de sí.

—Tenemos tu casa, tu biblioteca, tus absurdos libros y tú mujer, tu deliciosa y candente mujer.

Kai por un momento perdió la compostura y quiso golpear al diablo. Este se rió con descaro.

—Tú mujer dijo que no la complacías lo suficiente como para dejarla satisfecha, y yo tengo una gran curiosidad: ¿Alguna difunción eréctil? o ¿eres un maricon?

Juno vió claramente como su hermano apretaba los puños, como quería arrebatarle esa sonrisa de la cara a ese mugroso esbirro.

—Dime... soy todo oídos en este momento. Oh tengo una idea mejor —las facciones del diablo cambiaron a sorprendido, como si tuviera la mejor idea del mundo—. Te casaste para ocultar que eres un maricon de mierda, que pena, con una esposa ferviente y caliente todo el tiempo. Dispuesta a abrir sus piernas para dejar entrar a un hombre como yo.

Kai no se aguantó para darle un puñetazo en el rostro al sujeto. Juno tapó su boca ahogando un grito. De inmediato, los soldados lo golpearon con el arma, dándole patadas hasta que este ya no se movía.

—Noo, no, no—estalló en llanto, arrodillandose para tomar el rostro de su hermano—. No Kai, no me dejes, quédate conmigo por favor. Kaiii, Kaiii.

Un jalón en su cabello la sacó de su ensimismamiento, irguiendola, colocandola derecha. El diablo tenía un moretón en su pecosa mejilla.

Juno bajó la mirada dejando salir las lágrimas. Éste le levantó el rostro colocando su mano en el mentón.

—Tú Juno, ¿qué estarías dispuesta a hacer para no matar a tú hermano por golpearme el rostro?

La chica siguió llorando.

—Habla...—gritó.

Juno sollozó temblando.

—Inclinate...

—¡¿Que?!—su rostro se tornó total confusión.

—Inclinate ante mí como si fuera tu Dios.

La joven se le quedó mirando envuelta en lágrimas.

—Maldita sea ¿eres sorda o que? que te inclines—de la funda de su cintura sacó su arma apuntándole a Kai.

Ella se desesperó. No tuvo más remedio que inclinarse ante el diablo.

—No me digas que voy a tener que domarte, pensé que eras una linda palomita.

Siguió llorando mientras todos se reían.

—Besame los pies. Así como besaban los pies de Cristo.

Juno obedeció conteniendo el asco. Las ganas de vomitar. Besó las botas lentamente, en lágrimas.

—Eso es, creo que tú estás más dispuesta en dar que tu hermano—el hombre la miró complacido, con desdén, con una sonrisa cargada de sarcasmo en sus labio—.Espera...

La chica se detuvo. Sintió los dedos
asquerosos del diablo levantarle el mentón para atraparla antes ese frío mar azulejo de sus ojos.

—Bésame, justo en la boca.

Los dedos del capitán guiaron el rostro de la
muchacha, que lentamente se erguió quedando frente a frente a él.

—Bésame asquerosa judía.

Juno acumuló toda la saliva que pudo para
escupir el rostro del soldado.

Ahora sí estaba en problemas.

Ahora sí iba a morir.

☆☆☆

Los Leo... leo sus comentarios. Ahí vamos poco a poco.


















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