El tren

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Juno tiene frío, los copos de nieve caen en sus manos desvaneciéndose como el agua. El sentimiento de llorar abruma su pecho con la misma fuerza y falta de oxígeno con la que aniquilaron a su padre frente a ella.

Traidor... eres un traidor.

El ruido de los esbirros pisar su casa siempre lo llevaría como música en sus oídos, era el anuncio de que la desgracia llegaría a sus vidas, arrebatando todo consigo.

No lo sabía, no sabía que era una asquerosa y simple judía, que su padre, el gran comandante que pertenecía al partido SS era judío, que había llegado a Alemania y se había casado con una berlinesa. Dejó caer lágrimas gruesas en sus mejillas coloradas, esta vez no reprimió sus sentimientos.

Iban a ser llevados a Auschwitz, a ese lugar que su padre lo mencionaba como la oscuridad, y Juno le temía a la oscuridad.

Resopló.

Los sanguinarios se acercaron a su hermano que también estaba temblando, su ojo derecho dibujaba una sombra morada y sus labios una cortada.

—¡Los están esperando!—murmuró el esbirro ensanchando una sonrisa. Juno lo miró con horror —. El diablo los está esperando.

¿Diablo? ¿a qué se refería con que el diablo los está esperando?, sea lo que sea que significaba a Juno no le daba tranquilidad. Con el simple hecho de decir la palabra "diablo" eso era malo, muy malo.

La quijada le temblaba mientras se llevaba las uñas a sus dientes para calmar la ansiedad, los nervios, la preocupación.

—¡Suban!—ordenó el SS con sus ojos brillantes, primero ingresó al tren Kai, su hermano, luego, subió Juno con la ayuda de Kai, y al rato introdujeron a otro poco más de gente. Ancianos, mujeres, hombres, niños, bebés.

Juno tembló con la interrogante ¿qué es Auschwitz?

El tren partió a su destino, solo Dios podía hacer el milagro de liberarlo de la mano de los esbirros, de la oscuridad y del mismísimo diablo. Juno no era tan creyente, pero si creía en Jesucristo como salvador del mundo, aunque su hermano era más renuente con la religión, él prefería no creer en nada.

Kai la abrazó gimiendo con la boca cerrada de dolor. Podía sentir que estaba preocupado, su corazón latía muy rápido, con mucha fuerza. ¿Le preocupaba conseguir al diablo o lo que le haría el diablo?

Tomó el crucifijo de su cuello y se lo metió a la boca clamando en su mente:

Padre nuestro que estás en los cielos

Santificado, sea tu nombre.

Le lanzó una mirada a su hermano que éste ahora lloraba en silencio, lágrimas rodaban por sus mejillas que también se encontraban coloradas.

Kai, su hermano mayor lloraba: no puede ser. Él era fuerte, valiente, nunca lloraba, al menos Juno nunca lo había visto tan derrotado como ese día en el tren.

—Kai...—balbuceó. El chico se secó las lágrimas de sus ojos cafés.

—No pasa nada—murmuró, mirando a la nada.

—¿Estas llorando?

—Calla Juno, no estoy llorando—respondió con brusquedad. Juno sabía lo que había visto, su hermano estaba llorando.

—Kai...—volvió a decir.

—Umm.

—¿Que nos espera en Auschwitz?—Kai rodó sus ojos para encontrarse con los de su hermana. Juno percibió un destello de terror en ellos y eso provocó que su semblante decayera.

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