No puede ser...

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Cuando cai en cuenta de que era un señor del fuego, no dude en golpearlo, atacarlo, desquitarme con el, sentirme superior a el.

La furia recorrio todo mi cuerpo, con tanta fuerza que no hubo oportunidad para ese hombre.

Cuando estuvo en el suelo, le quite su espada y lo atravese, mirando como cada gota de sangre salia de su cuerpo por la herida que yo habia causado.

Eso se sentia bien, muy bien.

Tener el control, el poder en mis manos, la oportunidad, las ganas de venganza. Todo eso mezclado corría por mi sangre y dejaba rastros en mi mente también, rastros que incentibavan mi ira. Mi instinto asesino.

Luego vino otro hombre. A este lo empujé haciendo que chocara con un arbol.

Aturdido por el choque, perdio la oportunidad de defenderse. Perdio la cabeza de un solo tajo.

No habia sentido tan bien desde que salí del campamento, era una sensación tan extraña, sentir tanto a la vez, era genial e inigualable.

El tercero quizo ser mas inteligente que yo y como pudo, subio a un arbol y salto de él cuando yo estaba desprevenida, cayendo junto a mi, en el duro suelo. Había tomado una gruesa rama del árbol y con ella me cortaba la respiración.

O el muy cobarde no se atreve a quitar una vida con sus propias manos, o es tan tonto que no sabe ocuparlas.

Ya comenzaba a desesperarme por la falta de aire, cuando me di cuenta de que en su cinturon habia una daga.

Con el poco aire que me quedaba en los pulmones, tome fuerzas, se lo quite y le hize una herida en el estomago, una que le dejaría una gran marca... Si es que sobrevive.

Con eso pude quitarmelo de encima y recuperar mi respiracion, aunque esta seguia siendo irregular, me puse de pie, tomando la espada que antes habia ocupado y que ahora ya tenia rastros de sangre en ella.

-Piedad...-suplico y con una malisiosa sonrisa, mi espada quedo incrustada justo en medio de sus ojos-.

-¡Amy!-el grito de los chicos me hizo voltear, sus caras de asombro y temor sacaron la sonrisa que tenia en mi cara-.

-¿Que?

La pregunta al parecer tenia una respuesta muy obvia pues nadie hablo.

Baje mi mirada y vi mi ropa. Estaba de pies a cabeza, manchada de sangre. Mire a los chicos y cai en cuenta de lo que acababa de hacer.

La daga que aun estaba en mis manos cayo al suelo, y perdi todo rastro de razon.

Sali corriendo de ahi, sin saber a donde me dirigia. Las ramas rozaban mi cara, y algunas hasta me hirieron.

Pero eso que importaba. Las imágenes de los sucedido se repetían una y otra vez en nno cabeza, atormentandola... asustandome, controlandome.

Cai al suelo, con el pensamiento aquel que ya, podia jurar que se estaba volviendo realidad.

Jamás creí que existía esa maldad en mi interior. Tres hombres, de los cuales, uno pidió piedad y aún así lo asesine con las misma crueldad que a los otros dos.

Comencé a llorar desesperadamente...no habia consuelo a mi tristeza. Y aunque la hubiera, no la merecía... Lo que merecía era la vergüenza que sentía, el miedo, la angustia, el arrepentimiento... No merecía actos de buen corazón... Pues ni yo, tengo ahora, un buen corazón.

¡¿Qué he hecho?! ¡¿Quien soy, para haberlo hecho?!

Intente secarme las lagrimas pero la sangre en mis manos mancharon toda mi cara, y eso empeoraba las cosas.

Percy Jackson y la fuente de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora