Parte 1 La Primavera

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                    La primavera ya había pasado de largo en la vieja Europa. La tarde veraniega lo envolvía todo con un aire especial. En una explosión de actividad, niños, mascotas y padres paseaban por las calles, plazas y parques con la intención de dejar pasar el tiempo, ya que este comenzaba a sobrar. Especialmente para los padres. Sólo rompía esta armonía, una triste figura con corbata y traje negro que abandonaba con prisa su opulenta casa en una zona residencial de Madrid.

-¡Cómo les envidio!- Repetía una y otra vez entre dientes. -Si tan sólo tuviese un fin de semana.- Pero la preocupación por un último negocio, para su siempre enigmático jefe era demasiado poderosa.

Nunca se había caracterizado por anteponer su interés individual al de la empresa. Era algo que jamás se le habría pasado por la cabeza. Quizás porque siempre confundió su interés con el de la compañía. Alguno diría que esperaba heredar la empresa, pero por supuesto, esto era algo que jamás sucedería. Quizás con un poco de suerte conseguiría una palmadita en el hombro.

-Está bien. Si consigo este trato el jefe estará tan contento que me dará incluso un año entero.- Se decía mientras cerraba la puerta del coche al entrar.

En algo menos de quince minutos consiguió llegar a su destino atravesando prácticamente media ciudad, vacía en época estival. Ante él se erigía una imponente torre de oficinas, negra como el ónice, que devolvía múltiples reflejos a la atmósfera gracias a su superficie acristalada.

Tan imponente lugar, era propiedad del igualmente misterioso y desconocido fundador de ESPA, una multinacional con una impresionante trayectoria ascendente en los últimos cinco años. Un hecho que aportaba cierta lógica a la especulada forma de vida de su propietario. A pesar de que se desconocía su nombre, sí que circulaban rumores sobre una excéntrica vida llena de caprichos y colecciones inverosímiles. Siendo fieles a la verdad, la gran mayoría de los rumores eran falsos, pero eso a nadie parecía importarle.

Tras estacionar el coche en el desierto aparcamiento, lo atravesó con paso solemne. Ajeno al desolador eco que producían sus pisadas, mientras repasaba mentalmente el discurso que tenía en mente. Ese discurso, tan ensayado y trabajado, para los propietarios a los que debía convencer para que vendieran la pieza que tanto deseaba su jefe.

Entró en el ascensor de manera automática, de la misma forma en la que las puertas se cerraron y abrieron en apenas veinte segundos.

Tras la puerta apareció una mujer de mediana edad con el pelo recogido, vestida con una blusa de seda brillante blanca y una falda de tubo negra. Parecía casi imposible que se sostuviera sobre los afilados tacones que llevaba. Le miró fijamente con rostro impertérrito y habló.

-El vuelo desde Chile se ha retrasado. Por favor, acompáñeme hasta la sala de juntas. –

Suspiró con alivio por un momento y atravesó las oficinas tras la secretaria. 

Impregnación [Inicio de la novela]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora