Fallen 8
🕊🕊🕊🕊🕊🕊🕊🕊El suave arrullo era lo único que se escuchaba en la habitación del rubio. El bebé había despertado en medio de la noche y ahora el rubio le susurraba la única nana que se sabía mientras le alimentaba.
Ahora era de madrugada y él no había podido pegar un ojo en toda la noche, demasiado alerta por lo que sea que pudiese pasar y demasiado asustado de que alguien entrase en medio de la noche.
Eso y además que su cuerpo estaba ya demasiado acostumbrado a que debía estar despierto por las noches.
Trabajando.
Steve suspiro sintiendo la ansiedad recorrerle de pies a cabeza, sabía que estaba lejos del burdel pero era como si el lugar siguiera en su cabeza... todo ese silencio le estaba haciendo querer gritar de ansiedad.
La idea de que en cualquier momento se abriría la puerta y le llevarían de vuelta al trabajo le mantenía en alerta.
O peor aún, que le separaran de Peter.
Y ahí estaba de nuevo ese bucle sin fin de pensamientos.
Su mirada azul estaba fija en la nada y por algunos minutos se permitió divagar entre los recuerdos de la tarde.
En los brazos protectores de Tony y en cómo el calor de sus abrazo le había permitido por primera vez en mucho tiempo sentirse a salvo.
Y Steve sabía que su fuero interno que aquello era ridículo, que confiar en Tony era como caminar sobre los mismos cristales que le habían llevado a estar en aquella situación.
Confiar en Tony era peligroso... pero también era tan fácil, tan correcto...
Dejarse llevar por aquel sentimiento era fácil.
Sin darse cuenta ahí estaban de nuevo las lágrimas.
Peter entre sus brazos soltó su pezón dejando escapar un suspiro entrecortado y sus ojitos se abrieron para buscar a su mamá con la mirada cuajada en lágrimas.
-Lo siento cariño...-
Se disculpó el rubio acercándose el bebé al rostro para dejar algunos besos en su carita y embriagarse de ese dulce aroma que en tan poquito tiempo había aprendido a adorar.
Los cachorritos eran de sensibles a los cambios hormonales y la leche, las hormonas y los aromas solían mezclarse en sabores y sensaciones que normalmente eran placenteras para los bebés...
Pero Steve no había tenido oportunidad de darle esa clase de felicidad a su bebé recién nacido.
-Mañana cuando amanezca pediré una fórmula para ti.-
Le prometió con la voz rota y los ojos anegados en lágrimas.
No podía someter aquello a su pequeño y no sabía cómo remediarlo... no sabía cómo dejar de sentir lo que sentía.
El resto de la noche Peter permaneció en silencio. Durmiendo entre sus brazos.
Esa noche Steve no pegó ojo y a la mañana siguiente cuando el sol finalmente se alzó en lo alto el primero en llamar a su puerta fue Bruce.
-Hola... se que aún es temprano pero solo quería asegurarme de que estaban bien...-
Bruce al igual a Steve no había pegado ojo en toda la noche pensando en su amigo, pensando en mil maneras de ayudarlo.
Steve le sonrió apartándose de la puerta para dejarle pasar, sobre la cama Peter dormía acurrucado entre las mantas y las almohadas.
-Si, dormimos bien.-