love love love ,,⛧ inotan week 2020 !!

🍧ᴅᴀʏ 2

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ᴛᴇᴍᴀ: Dolor.

ɴᴏᴛᴀꜱ: Angst, Hurt/Confort y Fluff. Todo a la vez porque me gustan los remolinos de emociones. Spoilers del final del manga, estáis advertidos<3

ᴘᴀʟᴀʙʀᴀꜱ: 1929.

🍧ʀᴇꜱᴜᴍᴇɴ: Inosuke tiene una pesadilla, Tanjirō está ahí para ayudarlo.

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Inosuke nunca había conocido u entendido otro dolor que no fuese el físico.

Y entonces supo lo de su madre.

Y entonces experimentó aquella rabia desolada alimentada por el dolor, que lo ayudó a acabar con aquel demonio y sentir que vengó a la mujer que le dio la vida y tan dolorosamente la perdió por él.

Y entonces la batalla continuó. Y solo pudo pensar en ella hasta que el dolor volvió.

Porque para cuando se fijó, Tanjirō yacía en el suelo. De rodillas, cabizbajo.

Muerto.

¿Estaba bien...?

Está muerto.

No puede ser cierto. Tanjirō es fuerte.

Puede que no lo fuese suficiente.

Tanjirō no se movió. Él tampoco pudo moverse, desde donde se encontraba tumbado en el suelo, agarrado por tres personas que trataban de curarle las heridas.

Arrodillado delante de Tanjirō, Giyuu lloraba. Y puede que Inosuke hubiese empezado a llorar también, debajo de la máscara de jabalí. Puede que hubiese empapado su interior de lágrimas saladas.

Y todo se sentía como un doloroso déjà bú. Porque le pareció que ya había sentido ese dolor antes. El de la pérdida.

Las heridas, repartidas por su desangrante cuerpo, no se comparaban en nada con aquel dolor.

Así que gritó.

Gritó y se movió y chilló. Rabioso, furioso. Triste, desolado. Retorciéndose con el objetivo de librarse de aquellos que lo sujetaban, la fuerza de sus agarres cada vez más asfixiante. Casi demoníaca.

¿Tanjirō estaba muerto, después de todo?

Era cruel. El mundo era cruel.

El mundo les había quitado a Tanjirō de manera cruel.

A Tanjirō, que era el astro más brillante del cielo, el sol en persona, un rayo de luz y esperanza y ánimos y sonrisas y charlas eternas delante de la hoguera y antes de ir a dormir, cada uno en su futón. Con las manos entrelazadas y una sonrisa tranquila adornando su rostro.

Y siguió gritando su nombre, las emociones acumulándose cruelmente en su interior, de nuevo.

Y así abrió los ojos. Los ojos que le picaban por las lágrimas que ya comenzaban a deslizarse por sus suaves mejillas.

Dejó de gritar cuando se dio cuenta de donde estaba. Y eso que le costó un poco centrarse y darse cuenta. Salir del fantasma de la pesadilla, que lo poseía aún despierto.

Se sentó, con la respiración agitada, doliéndole el pecho y la garganta. Porque por más acostumbrado que esté a gritar a todas horas, en todo momento y en cualquier situación, hacerlo tenía sus consecuencias.