3 Secretos

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Madam Romina le contó a Jadiel que aquel caballero era el rey, la máxima autoridad en el estado y el que le había ordenado que cantara para su persona

— ¿Te sientes nervioso? — le preguntó David, a lo que Jadiel negó con la cabeza y le sonrió.

— Algo majestad, me complace saber que mi música lo cautivó — le dijo Jadiel al rey.

David volteó hacía Madam Romina mostrando una leve sonrisa, necesitaba estar a solas con aquel joven nuevo en el palacio que realmente lo había cautivado.

— ¿Puedes hacerme un favor Romina? — inquirió David — Ve a ver como sigue el embarazo de mi consorte.

Madam Romina se encaminó a lo que David le había ordenado.

Jadiel se quedó a solas con aquel hombre, su mirada penetrante lo había puesto nervioso por lo que el rey se acercó a él.

— ¿Estás al servicios de la Reina Madre? — le preguntó David.

Jadiel asintió.

— Así es mi señor — dijo Jadiel — Nuestra señora me ha acogido en su ala y dado todo lo que tengo hasta hora en estos días, educación, trabajo y un techo.

— Me imagino que extrañas a tu familia — le dijo el rey.

Esta vez Jadiel negó.

— No, la verdad estoy bien aquí — dijo el muchacho — aunque al principio si batallé.

— Ya lo veo — dijo el rey mirando las flores de jazmín que la difunta Reina Madre había plantado.

— Son hermosas — murmuró el muchacho.

David sonrió fascinado por la mirada de Jadiel.

— No tanto como tú — dijo David — no tanto como tu música.

Jadiel sonrió.

— La música alimenta el alma de algunos majestad — dijo Jadiel — ¿A usted que lo alimenta, que lo hace feliz?

David pensó algunos segundos.

¿La política o la poesía?

— La poesía nutre mi ser — le dijo al muchacho — me imagino que estudias, tal vez este es tu último año por tu edad.

— Así es mi señor, no es por pecar de soberbio pero soy uno de los mejores de la clase — dijo Jadiel — también estudio política y lenguas extranjeras, el turco y el ruso se me da muy bien.

Aquellos ojos lo habían cautivado como ningunos otros, ni siquiera los muchachos que su hermana la Reina Elizabeth le había mandado se le comparaban a él.

Es único

¿Le pasa algo majestad? — inquirió Jadiel al ver que no decía nada.

El rey volvió del trance mirando al chico con una suave sonrisa.

— Deberás ir hoy en la noche a mis aposentos — ordenó, técnicamente le había dicho que lo necesitaba ahí — quiero pasar la noche contigo... digo quiero platicar y conocernos un poco se ve que eres talentoso es por eso que deseo tenerte en mi presencia.

Las órdenes de nuestro señor, son órdenes

— Como deseé majestad — dijo el muchacho quien continuó deleitando a David con su música.

El olor de aquel muchacho era peculiar, su aroma desprendía un suave alivio en su alma que lo hacía relajarse en estos días de difícil situacion.

Se despidió de Jadiel quien se quedó en aquel lugar recordando el jardín de su abuela, las flores y lo bello que era estar entre ellas.

El Amante Del Rey Donde viven las historias. Descúbrelo ahora