Prefacio

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Estoy parada frente a él. Está molesto. No para de gritar.

—¡Todo esto es tu culpa! ¡Querías quedarte conmigo a cualquier precio! ¡¿Cierto?! —me grita con los dientes apretados.

—Nat, entiendo que estés molesto pero... —trato de decir, pero él me grita aún más fuerte cortándome de golpe.

—¿Molesto? ¡Estoy más que molesto! —sus manos están presionando en mis hombros. Sus ojos que siempre fueron azules, son rojos y están llenos de odio.

El me empuja y de nuevo, siento esa sensación de caer, estoy cayendo hacia la nada...


—Querida... ¡CASSANDRA DESPIERTA! —Abro los ojos con el corazón en la garganta—. Cariño estabas soñando, de nuevo —dice mi madre volviéndose a acomodar en el asiento del conductor.

—Yo... Perdón, creo que me quede dormida en el camino —digo una vez que mi respiración se normaliza—. ¿Llegamos?

—Sí, cariño. – Pasea su angustiada mirada sobre mí—. ¿Segura que estas bien? ¿Quieres que llamemos a Taylor?

—No, mamá. Descuida, solo fue una pesadilla, estoy bien ¿de acuerdo?

—Bien, cariño. Pero si sientes que lo necesitas, solo dilo– Ella toma mi mano y aprieta una vez.

Asiento.

—Correcto, es hora de poner todo en orden— digo de la manera más amable que tengo para indicarle que realmente no quiero hablar de eso.

Camino sobre un césped algo descuidado hasta el lugar donde viviré al menos el resto del tiempo que me viva con mi madre. No es que no agradezca el cambio, pero nunca me ha gustado la idea de cambiar del todo, una parte de ti se queda siempre en los lugares en los que pasas o con la gente con la que estás. Mi mayor miedo es haber cargado las partes incorrectas en mi maleta y haber dejado lo bueno en su lugar.

La nueva casa es linda. Al menos por la parte de atrás. Es una casa pequeña, pero yo creo que sigue siendo demasiado espacio; sobre todo si mi madre siempre está trabajando o en cualquier otro lado.

Al entrar a una casa vacía y blanca pienso en todo lo que poder hacer aquí, el futuro nuevo que podré crear. Esta vez no pienso arruinarlo. Esta vez no quiero arruinarlo. No importa que digan que no fue mi culpa, aunque no lo fuera, yo no provoqué aquel accidente, pero tampoco hice nada para evitarlo.

Cuando se te brinda una oportunidad de empezar de cero la tomas. No lo piensas. Y menos si en lo único en lo que piensas es en huir. Te aferras a la oportunidad de correr de todo sin pensarlo, no importa lo que dejes atrás, sólo por seguir adelante. O al menos eso es lo que yo hice. No es como que tuviera elección, pero si la hubiera tenido, de igual manera me habría mudado.

Mamá dice que era la opción perfecta, mejores oportunidades en su trabajo, una zona más segura en la que vivir y estar más cerca de papá aunque sé que tanto ella como yo queríamos alejarnos de todo lo demás. De todos los demás.

—¿Qué te parece, cariño? —dice mi madre jadeando mientras se acerca con una gran caja en las manos.

—Aún creo que es muy grande. Sólo somos tú y yo, mamá. —La miro tambalearse—. ¿Necesitas ayuda con eso?

—Que bien que lo mencionas. —Lanza la caja violentamente a mis manos—. Cassie, sabes que fue un precio increíble; además, este lugar es muy lindo. De hecho... —Chasquea la lengua—. Creo que algo debe de tener esta casa para haber tenido tan buen precio —Da una palmada y se reconecta con la realidad—. Pero no importa, mientras no haya un cadáver en el armario todo está bien. Y no te preocupes por el espacio, tu hermano vive cerca igualmente y estoy segura de que él o su familia nos visitaran mucho.

—¿Qué haces ahí parada? —Otra palmada, esta vez en mi trasero—. Lleva eso arriba y después de desempacar lo que falta iremos a buscar una tienda para comprar comida, una perfecta excusa para conocer más el vecindario y si tenemos suerte a un lindo cajero.

No puedo evitar sonreír ante eso, nunca acabaré de sorprenderme del humor de mi madre, siempre despreocupada, casi aturdida; pero más astuta de lo que me gustaría.

—Diablos, mamá, al menos déjame llegar a mi habitación —digo mientras me dirijo arriba a mi nueva habitación, en mi nueva casa, parte de esta nueva vida.

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Mejores... ¿Enemigos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora