Primero existio la muerte.

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El lugar apesta a humedad, ha estado lloviendo por tres días y tres noches, el agua se filtra por las ranuras de la madera podrida. Llevo en este sitio casi dos meses, escondido y evitando todo contacto humano, esos días se terminan hoy. Los sensores de movimiento indican que una gran fuerza está entrando al perímetro, son al menos doscientos hombres, todos armados.

Podría escapar si quisiera, claro que sí. Tengo muchas rutas para elegir y munición de sobra para abrirme camino a la fuerza. Ya lo he hecho antes, durante estos tres años me les he escapado al menos unas diez veces, pero no ésta vez, estoy cansado y en cierta forma es un alivio.

Además tengo una idea de quién es el que está al mando de esta operación para asesinarme.

Lucas De La Roa, comandante en jefe del brazo armado para el grupo Continental, una mafia que gobierna todo el bajo mundo, Lucas es el único que podría haber encontrado este lugar, lo entrené yo después de todo, piensa, se mueve y actúa como una copia de mí. Antaño además de su mentor fui su jefe y me gusta pensar que también algo parecido a un amigo. Si las cabezas grandes de Continental lo han enviado es porque están muy asustados.

El grupo Continental empezó como una pandilla de matones con sede en el Bronx en la ciudad de Nueva York. A menudo sus integrantes eran ocupados por otras mafias más grandes para cometer asesinatos en su nombre y los chicos de Continental aceptaban con gusto estos trabajos. Eran jóvenes y tenían la sangre caliente, cuando trabajaban lo hacían a lo grande y con desfachatez, en una ocasión volaron el tercer piso de una comisaría tan sólo para matar a un testigo de un asesinato. Ruidosos y violentos, pistoleros, matones, carne de cañón, eso eran para los Dones que gobernaban Nueva York y el jefe de Continental lo aceptaba con gusto, había sido pobre toda su vida y ahora que la suerte le sonreía no se iba a poner quisquilloso, mientras tuviera dinero para emborracharse y una mujer distinta cada noche haría lo que fuera.

Contrario a él, su hijo era más.... ambicioso, había decidido que quería dinero y que si para ello tenía que matar lo haría, pero no quería ser carne de cañón, quería ser un jefe, uno grande además. Empezó una búsqueda de "talentos" para rodearse de su propia élite en quien pudiera confiar, en una de esas búsquedas nos conocimos, desde el principio fui su mejor hombre, es sólo un decir, sólo tendría 13 o 14 años por esos días.

Hace mucho que había perdido mi humanidad o lo que sea que evita matar a otros, la calle me había enseñado muchas lecciones dolorosas, me habían hecho huérfano a punta de pistola y arrojado a la cruel realidad del mundo, los abusos, las injusticias, y el desinterés me endurecieron, a los diez años había visto mucha basura y deje de sentir.

- ¿Qué es lo que quieres en la vida chico?

Recuerdo esa noche, llovía. Yo estaba intentando cubrirme con un pedazo de lona de una construcción, me habían apaleado esa tarde cuando robaba algo que comer, los tipos se habían divertido de lo lindo conmigo, tenía moretones por todos lados y la boca me sabía a sangre por culpa de los cortes internos, hambriento y dolorido debajo de una lona azul que cubría unas vigas para construcción, así me encontró Sarib.

-¿Qué es lo que quieres en la vida?

Volvió a preguntarme, seguramente pensó que no lo había escuchado.

- No quiero nada.

- Eso es mentira, todo el mundo quiere algo, si realmente fuera como dices entonces no estarías vivo.

Pensé un poco en lo que dijo y dude de mí propia determinación, al fin respondí.

- Sólo quiero vivir en paz.

La leyenda del asesino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora