Observo el mar de cuerpos azules que se extiende frente a mí sin ver nada en realidad. Los pasillos de la secundaria están repletos ya que es la hora del recreo. Todos los alumnos enfundados en sus uniformes azules y blancos forman grupos junto a los casilleros hablando animadamente entre ellos.
Una voz constante se escucha a mi lado pero no puedo prestarle atención.
-¡Liv! ¿Me estás escuchando?- Natalia, mi mejor amiga, pregunta enojada.
-Lo siento Nat, no he podido dormir bien- la miro avergonzada- tuve que terminar el trabajo de Literatura anoche porque estuve trabajando en el café por la tarde- hago una mueca y me recuesto sobre mi casillero volviendo a posar la mirada distraídamente en el largo corredor de paredes amarillentas.
-Liv no debes trabajar tanto- la suave voz de Nat suena preocupada y cuando miro sus ojos cafés noto que lo está genuinamente. Esbozo una sonrisa para tranquilizarla.
-Tranquila, estoy bien solo necesito dormir- poso una mano en su hombro y ella me mira aún algo desconfiada, pero luego sonríe y vuelve a contarme sobre la fiesta que hubo el sábado. Esta vez intento ponerle mas atención y finjo caras de sorpresa o murmuro algunos 'mhm'.
-¿Todo bien chicas?- alguien aparece a mi lado y me pasa un brazo por el hombro, alzo la vista y me encuentro con los ojos miel de Mateo. Él me da una de esas sonrisas de costado suyas y me da un pequeño beso en los labios, yo le devuelvo la sonrisa, aunque no es ni la mitad de linda que la suya, solo con ese gesto todas las chicas quedan rendidas a sus pies, yo incluida. Mateo es mi novio desde hace cuatro meses, nos conocimos cuando él se cambió de división a nuestro curso, en una fiesta me sacó a bailar y la química fue instantánea. Es dulce y atento, cuando cumplimos tres meses me hizo una de esas cajas llenas de fotos y chocolates y me escribió una carta muy tierna.
-Hola Mateo- Nat finge una sonrisa, pero se nota a kilómetros que el chico no le cae bien. Nat ha sido mi mejor amiga desde que empezamos la secundaria, y ya han pasado cinco años, tuve suerte de haberla encontrado, no tenía muchos amigos antes de ella. Siempre hemos cuidado la una de la otra y a Nat no le cae muy bien Mateo, ni que estemos saliendo, pero como no tiene ninguna razón viable para su desagrado hacia él no puede quejarse.
-Entonces, ¿de que hablaban? ¿Vendrán esta noche a lo de Daniel? Nos invitó a su casa por su cumpleaños- pregunta mirándonos a ambas con su típica sonrisa de "estoy re bueno y lo se" de todos los días. Frunzo el ceño en confusión.
-¿Hace algo? Pero si hoy es jueves- lo miro extrañada. Estoy segura de que habrá bastante gente y habrá alcohol, si o si se quedan hasta altas horas de la madrugada. Él se encoge de hombros. Estudio su expresión, Mateo tiene el rostro de un modelo, de rasgos definidos y una nariz algo respingada, con labios rosados y en forma de corazón, sus pómulos son altos y sus ojos de color ambarino están enmarcados por largas pestañas y cejas pobladas que en estos momentos están elevadas en un gesto de indiferencia. Su piel es de un color bronceado, como si hubiese estado tomando sol en la playa.
-¿Y?- dice encogiéndose de hombros mientras me mira y se pasa una mano por su cabello castaño para peinarse las hebras lacias hacia atrás.
-Y que mañana hay escuela- contradigo.
-Vamos ven un rato, es su cumpleaños- me acerca un poco mas a él.
-No lo se... esta tarde trabajo- aparto mis ojos de su rostro y miro al piso. La verdad no tengo ganas de ir esta noche pero no quiero decírselo así de directo.
-Por favor... hazlo por mí- levanta mi barbilla con su mano para que lo mire. Está haciendo un pequeño puchero divertido que me da ganas de besarlo, pero estamos en la escuela, sonrío y ruedo los ojos.
-Esta bien
-¡Si!- festeja con los brazos en el aire y luego de darme un beso en la mejilla se aleja diciendo que me verá esta noche. Miro a Nat nuevamente, ella está con los brazos cruzados y las cejas alzadas en reprobación.
-¿Qué?- digo encogiéndome de hombros inocentemente. Ella rueda los ojos.
-Olivia no dormiste anoche, esta tarde trabajas ¿y luego saldrás?- enumera, parece mi madre. Que haya pronunciado mi nombre completo refleja que me está reprimiendo.
-Voy a estar bien, solo sera un momento- digo y un bostezo se me escapa sin poder evitarlo- ¿puedes venir conmigo?- le suplico y hago mi mejor cara de perrito.
-Bien- ella voltea los ojos- pero solo para asegurarme de que no caigas rendida en el medio de la fiesta- dice y yo río.
No es que no me guste ir a fiestas, o juntadas en este caso, siempre suelo ir con Nat y algunas amigas más pero generalmente vamos los viernes o sábados, ya que los días de semana trabajo en un café cerca de casa por la tarde y termino muerta. Bueno quizás para esta noche me den ganas de salir, aunque lo dudo mucho.
Lo único en lo que pienso durante las siguientes clases es en mi cama, en estar tapada bajo las sabanas y sumirme en un sueño profundo y reparador, olvidándome de todo lo que tengo que hacer.
Cuando por fin el autobús me deja frente al complejo de departamentos en el que vivo el sueño que tengo ha alcanzado niveles increíbles, es como si me conectara y desconectara de a ratos de la realidad. Apoyo el llavero sobre la cerradura eléctrica de la puerta y esta se abre con un sonido vibrante, subo al ascensor y aprieto el botón del piso 6 de forma mecánica. Mientras el ascensor sube a una lentitud tediosa intento mantener mis ojos abiertos y la mente en la tierra. Al fin las puertas se abren y voy hasta el apartamento 'b', abro la puerta y entro.
-¡Mamá! ¡Papá! Ya estoy aquí- grito y luego de dejar las llaves en la mesita del recibidor voy directamente a mi habitación, no es un camino muy largo para recorrer, el departamento consta de un pequeño living unido al comedor que se conecta con la pequeña cocina, y un pasillo donde están las tres habitaciones: la de mis padres, la de mis dos hermanas y la mía.
Estoy a mitad de camino por el pasillo cuando soy interceptada. Suelto un suspiro de cansancio y miro a mi madre con los párpados caídos. Ella lleva su cabello castaño recogido en una coleta y sus ojos cafés me miran con preocupación.
-Liv ¿que tienes? Luces fatal- me toma de los hombros y me evalúa de arriba a abajo con detenimiento.
-Nada mamá solo estoy muy cansada, necesito dormir- digo y me aparto para luego pasar junto a ella.
-Espera ¿no vas a almorzar con nosotros? Ya esta la comida lista- dice aún mirándome con atención. Tengo un poco de hambre pero eso queda en segundo plano, ahora lo principal es dormir.
-Umm... no, ¿podrías guardarme algo para luego por favor?- pido tropezando un poco con las palabras. Ella asiente algo confundida pero no tiene oportunidad de decir nada porque yo entro en mi cuarto y cierro la puerta. Tiro la mochila al piso y me tiro sobre la cama.
No espera, tengo que quitarme el uniforme.
Quejándome me levanto a regañadientes y me quito la pollera tableada a cuadros azul y blanca, el blazer azul con el escudo del colegio, la camisa blanca con la corbata azul, las medias y los zapatos. Me pongo el pijama y me acuesto.
Nunca me había sentido tan feliz de estar en mi cama. Toda la mañana he sentido que tenía una nube alrededor de mi mente que me dificultaba pensar con claridad, pero esa nube se va desvaneciendo a medida que comienzo a caer en la inconsciencia y lo único que veo es oscuridad.
———
Hola! Vengo con nueva historia. Estoy muy emocionada por escribirla y espero que les guste. Esta va a estar situada en la ciudad de Buenos Aires, soy de Argentina así que quise reflejar algunas de nuestras costumbres. Sin embargo yo soy del interior por lo que puede que no esté muy familiarizada con algunas cosas de la capital, si eres porteña/o por favor corrígeme cuando esté mal jajaja.Bien espero que les guste.
Con amor,
-V
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Café agridulce
Teen FictionUn pequeño accidente que involucra café y una "leve" quemadura comienza todo. Liv ya tiene un novio que a sus ojos es dulce, divertido y leal. Pero cuando conoce a Leo descubre el verdadero significado de esas palabras, y la diferencia entre gustar...