CAPITULO 3

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Lágrimas rodaban por mis mejillas, pero no sentía nada, solo las gotas saladas que se escurrían de mis ojos.

Estaba echada en el suelo, la noche había terminado, y los rayos del sol iluminaban mi rostro; no sentía ganas de hacer nada, simplemente estaba con la mente en blanco intentando borrar lo que había ocurrido durante toda mi vida y comenzar de nuevo.

Pero entonces, sentí la presencia de un grupo de personas, aproximándose a un kilómetro de distancia; su velocidad era anormal, no eran humanos.

Me levanté, sabiendo que no tendría tiempo de escapar, me escondí en la casa más cercana y me puse alerta.

Cuando ya estaban allí supe que se trataba de demonios, la raza que dominaba en el mundo sobrenatural.

-Qué mierda ha pasado aquí- preguntó uno de los hombres.

-Vampiros- contesto otro acercándose a uno de los cuerpos que había devorado.
-Pero no solo eso, es extraño, algunos es como si le hubieran arrancado el alma- continuó el mismo hombre.

-No hay restos de magia, no pudieron ser brujos. Pero es extraño, es como si los atacaran por sorpresa, ni siquiera hay rastros de que intentaran defenderse- dijo el que parecía ser el líder.

-Hay alguien más aquí- dijo otro

Me habían notado; estaba a punto de salir corriendo cuando aparecieron los cinco hombres frente a mi.

-Una vampiresa- dijo el líder
-Y dime ¿tú sabes quiénes han hecho esto?- continuó

Yo no contesté, no iba a hacerlo, ¿Qué les diría? Que yo sola había hecho todo esto y terminar encerrada nuevamente, no gracias.

Estaba a punto de atacar, cuando siento que me faltan las fuerzas y caigo desplomada al piso.

Los días en aquella celda y la falta de sangre comenzaron a pasar factura.

-Hay Niclolet, eres tan débil- dijo la chica que había provocado todo esto.

-¿Quién eres?-

-Acaso ya no me recuerdas, soy Rebeca, el alma que introducir en ti-

-¿Por qué no me dejas en paz?-

-Por que estoy aburrida, y además no puedo, mi alma está ligada a la tuya-

-Por lo menos me vas a ayudar-

-Ya lo hice-

-Eso no es cierto, solo arruinaste todo, y aún me falta deshacerme de cinco demonios-

-Eso te toca a ti cariño- y sin más desapareció.

Cuando abrí los ojos estaba amarrada a una silla, la muñecas me ardían y me sentía bastante débil.  Intente soltarme, pero lo único que lograba era herirme las muñecas.

-No lo intentes, no servirá, las cuerdas con las que estas amarrada tienen verbena un fuerte veneno vampírico- dijo el demonio -Sabes, el alfa ya nos dijo que fuiste tú quien asesino a la manada entera y creo que no fue una buena decisión, ¿por qué lo hiciste?- continuó.

Yo no dije nada, me mantuve con la mirada en el piso en todo momento, pensando en alguna forma de escapar, estaba claro que los espectros no podrían ayudarme, estaba demasiado débil para invocarles, y Rebeca había dejado en claro que no me ayudaría.

-Te hice una pregunta ¡Respondela!- me gritó, mientras yo seguía en la misma posición de antes; y entonces llegó el primer golpe, y luego otro y otro no me inmuté, no me importó, que importaban algunos golpes, de todas formas sanarían.

-Bien si no quieres hablar por las buenas, será por las malas, Ian dame la jeringa- le dijo a uno de sus acompañantes, que de inmediato le entregó lo que pidió.

La jeringa tenía un líquido similar al que Esteban me inyectaba cada vez que traía un alma nueva. De inmediato levante mi rostro, no permitiría que me hicieran mas daño; sentí como las cuerdas tronaron y dejaron libres mis brazos, de un salto me levante de la silla y me puse en posición de ataque, sentía la sangre caer de mis muñecas, no sanarían pronto, ni siquiera los golpes. 

-Vaya, parece que tenemos una rebelde ¡Agárrenla!- les dijo el hombre con la jeringa a sus compañeros.

Pero cuando intentaron acercarse a mi estiré mis manos enviándolos al piso.

-Una pura sangre- dijo el demonio -La llevaremos con el rey- dijo apuntándome con un arma, no me di tiempo de reaccionar, así que recibí el tiro y caí desmayada al piso. 

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