VI. 「Pink in the Night」

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"Podría quedarme viendo tu espalda todo el día.
Y sé que te he besado antes, pero no lo hice bien...
¿Puedo intentar de nuevo,
intentar otra vez,
intentar otra vez,
intentar otra vez,
y otra vez,
y otra vez...
y otra vez?"

《Pink in the Night, Mitski》







Jotaro podía decir en ese punto de su vida que era, contra todo pronóstico inicial, un hombre feliz. Su familia estaba bien, su carrera había sido fructífera, varios sueños de los que no siempre estuvo consciente se materializaron. Tal vez no se casó como su madre esperaba que lo hiciera, pero sabía que otra vida no le habría ofrecido ni una parte de lo que tenía hoy.

El clima de la tarde estaba tan fresco, tan luminoso y ligero, como si la lluvia y la oscuridad fuesen conceptos completamente inaceptables. El resplandor dorado con matices rosas atravesaba los cristales de las ventanas llenando la casa de una manera casi mágica.

Y podía hacer en ese punto de su día, con todo a favor, que Noriaki sintiera un poco de esa felicidad.

Esperó un rato apoyado en el marco de la puerta, sin dar a conocer su presencia en la sala, observando al pelirrojo doblar ropa limpia en lo que tarareaba la canción de la radio. Le había robado una de sus camisas, la cual debía ajustar cada cierto tiempo porque se deslizaba por su hombro. Su cabello, atado en una coleta baja, parecía estar en llamas por la luz, su piel aperlada y el sutil movimiento de sus caderas le llamaban con cada murmurar melódico.

Eres tan hermoso...

Se acercó de a poco al sofá donde el objeto de su adoración se hallaba. Noriaki se sobresaltó al sentir sus dedos colarse bajo la tela hasta deslizarse por su abdomen, causándole cosquillas de inmediato. Sus estremecimientos y sus risas eran tan magníficos que, incluso cuando le golpeó con el codo para apartarlo, resistió un rato en su posición solo para seguir oyéndole.

—¡Jojo! ¡Basta!

Cuando era más serio o estaba realmente molesto le llamaba por su nombre, pero si le llamaba Jojo es que estaba todavía con algo de buen ánimo y, por lo tanto, tenía luz verde de seguir un poco más. El pelirrojo se negaba a mirarle, sus mejillas rosadas en lo que recuperaba el aliento por resistir reírse mientras trató de alejar a su alto y empalagoso novio.

—Te veías demasiado tranquilo — murmuró Kujo antes de besar un costado de su cuello, sin alejar sus manos del abdomen suave de su pareja.

—¿Por eso tienes que quitarme la paz?

—Pensaba que era parte del trabajo, ¿ahora resulta que no?

Le observó negar con la cabeza, terminando su labor a pesar de que la presencia de Jotaro seguía en su espalda como una mochila. La tensión en sus hombros duró solo hasta entonces y, con un suspiro resignado, se recostó en su pecho finalmente.

Contempló sonriente sus ojos violetas al inclinarse un poco y llevó su mano izquierda a la mejilla del pelirrojo para acariciarle con los nudillos, mientras dejaba la otra en su vientre. Su piel era tan suave que podría estar todo el día acariciándole sin cansarse ni aburrirse. Noriaki le devolvió la sonrisa antes de cerrar sus párpados.

—¿Qué piensas, Nori?

—En que deberías ir a guardar la ropa por mí.

—... O podrías solo, ya sabes, usar a Hierophant.

—Jotaro — el tono de queja en su voz fue claro como el cristal.

—Te he visto hacer una cena para seis, dudo mucho que realmente te hayas vuelto así de flojo.

Alquitrán y Carmín「JotaKak」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora