III. 「Adrenalize」

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"Elévate un poco más,
así podemos caer hasta que sangremos.
Empuja un poco más fuerte.
Jálame dentro de la velocidad.
Y dime, ¿puedes sentir esto
entrar en mi sueño?"

《Adrenalize, In This Moment》







Con el pasar de los años, varios elementos habían cambiado en Noriaki. 

Entre ellos ponía señalarse una suerte de despertar emocional; luego de tanto tiempo encerrado en sí mismo el pelirrojo había desarrollado una curiosidad intensa por explorar las infinitas experiencias de ser una persona social. Largas conversaciones, noches de buena compañía, caminatas agradables a la luz del sol, chistes que solo pocos entendían y una red de seguridad para lo que necesitase.

Otro, fue el incremento en su tolerancia al dolor.

Arribó a casa tras finalizar la jornada laboral. El abrigo oscuro le pesaba incluso después de colocarlo en el perchero de la entrada, una mano acariciando su hombro con el propósito de suavizar su tensión muscular y sus pasos sutiles se desplazaron por el pasillo.

Escuchó el repetitivo teclear en el ordenador de la oficina, alertándole que no era la única persona en el lugar. Con una sonrisa torcida las ideaciones revolotearon en su cabeza y lo más silenciosamente posible caminó en la dirección contraria, hacia la habitación de ambos hombres. 

Noriaki podía ser discreto, diligente y diplomático con el mundo exterior; pero en la realidad que solo dejaba salir en lugares seguros... era, como mínimo, un poco excéntrico. Al llegar al cuarto comenzó a desprenderse de sus ropas restantes, recolectando en la superficie de la cama lo que necesitaba tener a la mano.

En los cajones de la mesa de noche rara vez faltaba la parafernalia básica de su intimidad, lubricante y preservativos, aunque en esta ocasión solo dispondría del primero, luego buscó una pequeña caja de metal que tintineó al agitarla ligeramente.

Jotaro le había cuestionado un par de veces por qué le gustaban las perforaciones si nunca podía usarlas en público, ya que éstas no eran bien vistas y podrían perjudicar su posición tanto de periodista como de agente para la fundación Speedwagon. El pelirrojo pensaba que sus decisiones en cuanto a su imagen personal necesitaban recibir la validación de él antes que de nadie más - exceptuando, algunas veces, a su pareja.

Empezó por sus orejas, donde los solitarios pendientes de cerezas fueron acompañados por numerosos aros de plata y un par de barras en la parte superior. Dudó un poco antes de descartar su nariz, continuando con el aro que rodeaba su labio inferior a la perfección, siguió el piercing del ombligo que impulsivamente se hizo a los veinte, el primero de todos, cambiando su pieza de gemas por una más simpática de estrellas doradas.

Su última perforación, hasta el momento, era la única que dejaba permanentemente en su lugar; dos delgadas barras que atraviesan sus pezones.

Arregló todo lo que quedaba fuera de su sitio y desfiló en línea recta al baño, llevándose consigo el lubricante para ahorrarse tiempo e intentar llegar a la oficina lo más pronto posible - la impaciencia crecía entre más pensaba en el futuro cercano.

La parte menos divertida de las relaciones era ir a prepararse, pero siempre terminaba valiendo el tiempo invertido en ello.

[...]

Anunció su arribo con un gopeteo ligero en la puerta semi abierta. El hombre más alto le daba la espalda, demasiado concentrado en la asignación actual para reconocer su presencia con otra cosa que no fuese un gruñido.

Alquitrán y Carmín「JotaKak」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora