Lio entre rios

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El capataz Rogerio salio de su despacho, para aclarar con uno de sus empleados, el desorden con unas cajas.
    
-¿Donde esta el revoltoso? -pregunto a sus contingentes.

Uno de ellos extendió su brazo, para mostrar con su sucio, largo y huesudo dedo, el centro del escándalo. Una multitud de trabajadores estaban rodeando al rebelde joven, haciendo a la vez, un circulo vacío, y en el centro conteniendo, la furia de mil demonios.
     Rogerio camino, arreglando su uniforme razo, pesado como el puro metal,arrastrando su ropaje por la tierra arenosa, apagada, con piedras molidas por el pisar de su manto por siglos, y millones de pisadas en su suelo por los mismo obreros y sus ancestros, trabajando por su patrón.
     Los hombres, atraídos por la poderosa ímpetu, abrió una carretera, echa su acera por humanos, moviéndose a los lados, para dar el paso a su amado dictador. Dejando entrever al impoluto, que para su trabajo, "como si fuera un niño de 5 años, haciendo el berrinche". -Esto ultimo lo pensó con arrogancia.

-HEY, TU ¿Que haces ahí sirviendo solo de estorbo para la compañía? -gritó el capataz.

En lo distante, a sus espaldas, se volteó lentamente para formar la imagen de su rostro en su "querido" capataz. Las facciones estaban contraídas, para formar la imagen de su rabia, para todas las cosas existentes, queriendo expresar un odio profundo carcomiendo, sin poderlo abandonar, aun si tanto lo deseara, aun cuando soñara sin ello, nunca se iría. Y mucho menos, dejaría de irradiar toda su forma.
     AL divisar al capataz Rogerio, en su confección sintió algo instintivo y extraño, comandando a su cuerpo sublimarse ante su presencia.

-Presentese como se debe ¿Cual es su nombre?

-65 53 21, señor. -Con orgullo de presentarse ante los mas altos del rango en el lugar, miraba con quietud e indiferencia, sus violentos actos.

Caminaba serenamente Rogerio en los pastos verdes que brillaban con sus botas. A 65 53 21 lo rodeaba en un circulo, una prisión invisible, que sentía el obrero sentirse ante el, moldeandose a su alrededor. Los altos muros eran todo aquello que lo rodeaban en esa hilarante hazaña suya. Y su prisionero, poseedor de la llave de la puerta hacia el exterior y la libertad, estaba construyendo una prueba solo para la presa. Si es que era merecedor de aprobar.

-Es un bello día ¿No, hijo?

-Efectivamente, señor.

-Tus compañeros, son buenos contigo ¿verdad?

-Si, señor.

-No te han golpeado, o insultado. Tampoco te han ignorado por ser un poco diferente de ellos.

-No, señor.

-65 53 21, todos aquí sabemos tus... "singularidades" en tus tiempos libres. Cuando es de noche, o todos están en el comedor, te retiras a tu cuarto a leer los libros prohibidos por la República. Las danzas que provocan lujuria entre los habitantes. Alzas la voz, interpretando una adoración hacia deidades muertas. Tu lo sabes. Yo lo se, como todos los que hoy estamos reunidos por causa tuya. Pero no haz provocado ir a matarte, haciendo pasar una muerte natural. No lo hacemos porque sea un empleado ejemplar, ayudando a los demás, trabajando hora extras sin paga, dejándote usar por todos... Eso no es relevante. Porque esa no es la razón para acabarte. La verdad es, tu no representa una verdadera amenaza a ninguno de nosotros. Tu lo que buscas es lucirte, salir d este infierno diseñado para no escapa, y dar esa ilusión a veces, para demostrar que todo lo posible es gracia a todos. Solo usándolo, para atormentarlos en toda su existencia, y eso, es seguro. -Ahí estaba el, inmutable, sin haber perdido la vista, o flanquear su postura. Tan firme como al principio, y dejarse manipular nunca más. -Entonces, dime tu razón ahora. Dímelo ahora, y haré que todo duele solo un poco menos.

-Mi nombre no es 65 53 21. Es todo lo que me importa. Usted sabe que he fracasado en muchas formas. Pero no conoce la terquedad de arriesgarse, que te hace sentir miedo y alegría a la vez, porque existe una pequeña lucidez en ese momento en tu cabeza, diciéndote: "Es la única forma de saberlo".

Dio unos pasos adelante, dirigiéndose a Rogerio, y ser mejor entendido, con susurros penetrantes, como agujas hervida en un fuego ardiente:

-Porque toda la ganancia que recibimos trabajando, ustedes roban la mayoría. Nos tratan como basura, porque no somos como ustedes. Es más... preferiría morir, aquí y ahora, que vivir pa... ra... USTEDES.

-Muy bien. -Dijo, mirando hacia la nada. Buscando la mejor estrategia para ejecutar con el. -Pero es extraño... Los deseos casi no se hacen realidad. Mucho menos... para los pobres. -En sus últimos palabras, sacaba un revolver de su cinturón, y lo ponía justo en la cabeza de 65 53 21. -Toma esto como un favor, en realidad. Por gente como NOSOTROS.

Apretado los dientes, usando su brutalidad, desprendiendo sangre por la boca, y derramándose por sus palpitantes labios, solo llegó a pronunciar, en silencio, a su capataz:

-Yo moriré, en mis propios términos".

Tomo el arma en sus manos, aun sosteniéndola el capataz, y jalo el gatillo. La sangre de 65 53 21 se esparció en la cara de Rogerio, mientras el joven, estaba tendido en el suelo, con los brazos y piernas extendidas, tomando ahora, un sueño profundo.

-Estúpido... -murmuro Rogerio. -¡AQUÍ NADA PASO! ¡NI TAMPOCO EMPEZARA! Si deciden olvidarlo, podrán seguir con sus vidas. -gritó con su gran ira, escapando a través de su garganta. -Ahora necesito que alguien saque este muerto de aquí... ¡TU! Si tu. Ve por una carreta,  para llevarte este cuerpo lejos de aquí.
     Entonces escuchó una respuesta, cuando se estuve de espaldas, que jamas hubiera esperado.

-¡NO!

Volteó a mirarlo directo a sus ojos. Casi vacilo. Pero en un segundo, uso su arma contra el para volarle la cabeza. El terror corrió por su cuerpo. Disimularlo era demasiado difícil para el. Era una autoridad e es mundo, un dios de muchos. Si veían solo como mortal, tomarían sus armas contra el.
     Pero decidieron comenzar la batalla contra sus seguidores. Todos en ese momento, estaban conectados por un extraño sentimiento, empoderandolos a todos en cuerpo, mente y alma. Levantaron sus martillos , sus palas, sus herramientas. Y ya no eran meros objetos. Eran arma peligrosas, en custodia de un grupo de gente, dispuesta a retribuir y enseñar a sus llamados "semejantes", todo lo que les hicieron a ellos, a sus padres, y todos sus ancestros, el daño, el horror del máximo poder sobre otros para explotarlo. Los agarraban por los brazos, mientras los golpeaban por todo el cuerpo, arrancando gritos desgarradores de sus almas. Y, visto desde lo lejos, el panorama se llenaba de sangre, dolor y odio. Pero también, se divisaba algo no antes visto en la compañía. Algo... grande y fuerte... algo... que se le comparara. Por mucho tiempo han orado a un Dios que los salvara. Una técnica manipuladora creada de ellos. Construir un altar sagrado, y que todos se arrodillaban ante Cristo, Nuestro Salvador. Ahora... veías una magia cirniendose en ellos. No se declaraban a ellos mismos. No se puede llamar a uno mismo como desee, sin el merito correspondido. Solo parecía que el Señor, por una vez, volver al pueblo, en sus propios dioses.

-Controlen esta locura. -le dijo a uno de sus ayudantes, agarrándolo por la manga de su uniforme.

Todo se desplegaron para mantener un orden, un régimen, un imperio. Basado en la violencia, la fuerza as bruta. Pero contenerlo, era verse en peligro de explotarle en la cara, y quedar desfigurado, sin poder aun, una y otra vez.

Rogerio, en camino de su despacho, mato a varios con su revolver. Caían como si nada, sin ninguna justa razón o un castigo, vaciando su pistola en todo aquel que pudo. Refugiado, mantenido en un muro de silencio, esperando, y solo haciendo eso, ahí quedo, para una vez más probar, quien eran los dioses, que no morían.

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⏰ Última actualización: May 16, 2020 ⏰

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